El otro gallo | El reto de pensar
Hay en especial una frase que recuerdo con cariño de mi madre y la cual, a pesar de que no la comprendí en su momento y hasta llegué a pensar que era un gesto autoritario, me salvó de muchas malas situaciones y quizá hasta de la muerte.
«Si todos se tiran al pozo ¿tú también lo harás?» Era la frase que mi madre decía cuando le pedía que me dejara hacer tal o cual cosa que otras niñas de mi edad hacían. Debo confesar que cuando ella la enunciaba en mi cabeza se vislumbraba el escenario fatal de un abismo sin fondo y me veía a mí cayendo en él.
Ahora comprendo que esa frase era el detonador que mi mamá tenía para hacerme comprender lo importante que es la individualidad y el criterio propio.
Hoy cuando observo que cada vez más personas, sea por causa del Covid-19, por soledad o quizá por falta de criterio propio, se unen para matar el tiempo haciendo retos estúpidos y riesgosos como lamer un excusado, pienso que mi madre tenía razón.
Ignoro a que «brillante» mente se le ocurrió que tal reto demostraría que quien lo hiciese, demostraría que era invencible y sin temor a nada, pero créanme que lo único que demuestra es que quien lo hace carece de pensamiento y criterio propios.
Pensar es una palabra compleja que asusta y que hace temblar porque implica encontrarse solo en medio de la duda, sin parámetros o dogmas que señalen el camino y sin tener a alguien a quién echarle la culpa si se toma la decisión equivocada. Pensar es una batalla que gustan de librar sólo los que tienen carácter y personalidad propias, pues es más que secundar una idea colectiva, más que decir si o no a un dogma o una corriente y, desde luego, es algo más que ser borrego y seguir al resto.
Pensar es un acto interno que requiere convicción, no persuasión, y que no requiere antecedentes previos a no ser los que la propia experiencia nos otorgue pues implica dejar a un lado el tratar de pertenecer a la mayoría y oír la voz interna que trata de salir y que es ahogada por las voces externas. Es un acto íntimo que conlleva a ponerse frente a frente con la única persona a la que no queremos escuchar: uno mismo.
La causa legítima de la personalidad es la conservación de la individualidad del sujeto, en un mundo cada vez más globalizado el “Yo” llega a verse obligado a mimetizar con el ambiente para salvaguardar su integridad perdiendo gran parte de su individualidad, quedando sólo el pensamiento y el carácter como la esencia de quiénes somos y por lo cual es necesario preservar a toda costa.
Por ello, ahora que mi madre no está a mi lado, agradezco en mi interior su sabia frase que permitió salvarme de caer en el peor abismo de todos: el de los borregos.