La inocencia de la mano hacia la muerte
JOAQUÍN LÓPEZ
Mediante una grabación de una cámara de seguridad de una vivienda, del 11 de febrero de 2020, fuimos testigos de cómo una pequeña niña de 7 años de edad iba de la mano hacia el peor destino que se le puede desear a un ser humano, y mucho más a una vida inocente. Desgarró, destruyó, ver esa imagen de Fátima Cecilia caminar junto a una mujer que la sustrajo de su escuela. La niñita no se resistió pues no cabe duda que aquella mujer era alguien a quien ella conocía, a quien le entregó su inocente confianza de que la llevaría con su madre. Duele escribir sobre este terrible acontecimiento, del que sabemos que pudo prevenirse. Se ha evidenciado toda una cadena de omisiones. Fátima murió debido a la falta de protocolos que cuiden a los niños sin importar que pongan un pie fuera de su escuela. Por un sistema caduco que no entiende que vivimos otros tiempos, donde es imposible perder de vista a un niño ni siquiera por segundos. Tenemos también la lamentable situación en los núcleos familiares, donde la necesidad en los hogares ha crecido al grado de que padre y madre tienen que salir a buscar el sustento económico. Existe el descuido oficial en cuanto al tema de salud mental, que sin duda ha sido un factor totalmente olvidado al no atenderse las constantes señales de alerta que se generan desde los mismos hogares. Muchos creímos que los recientes sucesos donde murieron criaturas inocentes fueron actos perpetrados por la delincuencia, pero no fue así. Han sido los mismos parientes, gente cercana, y hasta los mismos padres quienes por odio o descuido le quitaron la vida a sus hijos. Ahí tenemos a Karol, una bebé de apenas cinco meses de nacida que murió por una broncoaspiración. Su madre, en un acto desesperado, intentó montar un supuesto secuestro y posterior asesinato. El remordimiento y la culpa fueron más fuertes y al final tuvo que declararse culpable de la muerta, quizás accidental, de esta pequeña alma. Esta ha sido una semana terrible, aderezada con la ineptitud y de cierta manera apatía de un gobierno que solamente tiene interés en hacerse de recursos con la rifa de un avión. La sangre de Fátima, Karol, Ingrid y muchas más mujeres que siguen muriendo, jamás serán borradas.
Fuente: Milenio