HORA DE VIRAR EL TIMÓN
HOMERO HINOJOSA
El mes de marzo será la gran oportunidad para que Andrés Manuel López Obrador cambie su discurso añejo por una nueva retórica que procure la unificación de las diferentes ideologías y pensamientos que existen en un país tan polarizado como el nuestro”
El mes de marzo será sin duda para nuestro Presidente y para México un momento histórico, excepcional, que recordaremos en el tiempo.
Todo el País está en expectativa por la fecha monumental del 9 de marzo —en que habrá un paro total femenil en el País— y por la eventual convergencia que seguramente tendrán alrededor de este evento todos los asuntos nacionales «calientes» en la agenda.
Y ni qué decir de la llegada del Coronavirus a México. Luego de la primicia dada el viernes por la Secretaría de Salud, confirmando el primer caso de contagio, el País es ahora otro.
El mes de marzo será la gran oportunidad para que Andrés Manuel López Obrador cambie su discurso añejo por una nueva retórica que procure la unificación de las diferentes ideologías y pensamientos que existen en un país tan polarizado como el nuestro. Y si no lo hace ahora quizá estará firmando un destino incierto para él y para millones de mexicanos que esperan un liderazgo menos acartonado.
El principal problema de AMLO es que no logra quitarse aún la investidura de candidato presidencial. Mantiene el mismo guión de idealismos, deseos y buenas intenciones, un escrito que, sin duda, fue muy persuasivo y oportuno en su momento, pero que hoy en día en medio de todos los problemas nacionales carece totalmente de vigencia.
Parece difícil para el Presidente entender que el Ejecutivo es un espacio de poder en donde debe existir más pragmatismo y menos idealismo. No basta gobernar desde las palabras ni tampoco desde el populismo con sus giras por diferentes municipios y estados del País.
Ser Presidente implica dejar a un lado las buenas intenciones para poner en práctica ahora las buenas acciones. Significa dar oportunidad de inclusión a una representación de fuerzas en su gabinete, una decisión que vaya más allá de cumplir con compromisos de campaña y uno que otro favor personal y familiar.
López Obrador arribó a Palacio Nacional el 1 de diciembre de 2018 con la mayor popularidad que ha tenido un Presidente en la historia contemporánea de México. Impresionantes eran los números que arrojaron las encuestas que meses antes de las elecciones definieron su clara victoria.
Las esperanzas de millones de mexicanos por un cambio de rumbo, sobre todo en los rubros de justicia y bienestar, se volcaron hacia una figura que proclamó la Cuarta Transformación (4T) como su lema de Gobierno.
Pero la famosa 4T solo ha quedado en materia, en esperanza y en «slogan» político. Destacan en México deficiencias claras en el sector salud (complicándose ahora con la confirmación del Coronavirus) y en la repartición equitativa de fondos para los estados. El dinero no llega. El dinero nadie sabe en qué manos está.
El mes de marzo representa para el Presidente un momento histórico para “pivotear” (un término utilizado en el argot emprendedor) y tratar de innovar con un estilo más abierto, conciliador y pragmático. La Nación no parece simplemente demandarlo. Se lo exige.
Fuente: Expreso.press