El cumpleaños del perro | Texto-apología de Aki Kaurismäki
1.- El atardecer es la viudez del día, la osadía de nocturnas alas sobre la ciudad que corrompe aún su tránsito de voces y desganos veloces.
La luz de la tarde es la de los cíclopes de Cronos que los manda a vigilar la conciencia de las palabras que, si duda, se pervertirá bajo el imperio de la noche.
Caminar por las calles del barrio o fumar con parsimonia lejos de las farolas pretéritas son ejercicios oxidados de la nostalgia mientras el atardecer lanza sus cadáveres de luz sobre la ciudad.
Ah por la ausencia, ah por el recuerdo que despreocupado ahora existen fuera del alcance de nuestro vocabulario denso.
No quiero saber aún del amanecer. Me quedan lágrimas y pasos por cubrir en esta larga avenida. (Pasa un hombre hablando por su celular, le ruega a alguien que llegue a la hora porque el autobús no esperará.)
¿A quién le pido permiso para morirme de tristeza esta tarde? Alzo la mirada y el cielo muestra su manto vulgar de estrellas. Enciendo otro cigarrillo y no pienso más. Sólo (solo) camino y veo a la gente que pasa y me mira…
2.- En Luces al atardecer/ 2006, Kaurismäki vuelve a los tópicos que lo han definido como un director mayor dentro de la cinematografía mundial: la trágica ternura, el apego al cine negro americano, las acotaciones de desolación agria sobre personajes perdedores y el desamparo ante una sociedad indiferente.
Koistinen/ Janne Hytiäinen es un guardia de seguridad lacónico, que soporta burlas y desaseos sociales de sus compañeros de trabajo.
Cortejado por Mirja/ Maria Järvenhelmi, una femme fatale al servicio de un gángster/ Ilkka Koivula pronto Koistinen encontrará motivos románticos para su pálida existencia sólo que el devenir se le nubla: todo es un plan para inculparlo en un atraco.
Con estas líneas de trazo, que daría para un filme holly-woodense de acción trepidante, Kaurismäki asume la conducción de su película con su acostumbrada parsimonia, con el ritmo del mejor Bresson y la vehemencia asfixiante de sus pupilos fílmicos Hal Hartley y Jim Jarmusch…
El deambular de Koistinen después de salir de prisión no está distanciado de su vida anterior: la soledad, la búsqueda de un aleph feliz por dónde asomarse y el desasosiego de no encontrar un amor, hacen de este personaje un hijo fílmico en la mejor línea de Kaurismäki…
Fuente: El sol de Tampico