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A lo largo de la historia el hombre se ha esforzado y ha utilizado innúmeros e impensados medios para predecir el futuro.

Las adivinas escudriñan acuciosamente la palma de la mano de sus visitantes, escudriñan las cartas o la esfera de cristal, y otras más prefieren valerse de los posos del café.

Muchos han sido los pueblos que se han interesado por la adivinación. Los griegos consultaban infatigablemente el oráculo de Apolo en Delfos, o el de Zeus en Dodona. Los pueblos de la Mesopotamia examinaban las entrañas –especialmente el hígado– de algún animal sacrificado para tal efecto. Esta práctica antiquísima fue adoptada por los etruscos, quienes la llevaron a Italia, siendo de gran influencia entre los romanos, porque éstos concedían ilimitada importancia a los omina –pronósticos que abarcaban desde el vuelo de las aves hasta los estornudos–, y se sujetaban a un verdadero ritual al estudiar dichas artes, con el fin de averiguar si se contaba con el apoyo de los dioses.

En tiempos de la dinastía Shang, los chinos tenían una civilización muy adelantada con su principal centro en Anyang. Allí recogieron millares de huesos, fundamentalmente escápulas de caballo y algunos carapachos de tortuga, que ellos llamaron “huesos oráculo”. Para escrutar la voluntad de los dioses, los chinos ponían dichos huesos sobre un fuego y, bajo la influencia del calor, quedaba ocasionalmente anotada la supuesta contestación al lado de las grietas. Éste fue un hecho venturoso porque gracias a esas inscripciones primigenias, pudieron obtenerse valiosos datos en torno a los usos y costumbres de aquella época.

Las artes adivinatorias se extendieron desde el Tibet hasta las costas del Ártico. Pero no se limitaron al Viejo Mundo, ya que tuvieron gran influencia en Norteamérica entre los antiguos mexicanos, y en Sudamérica en el Perú, para luego extenderse desde Colombia hasta la Tierra del Fuego.

La más célebre especialista de la adivinación por los posos del café, fue Madame Marie-Anne Adelaide Lenormand, quien vivió en los años de la Revolución Francesa y del Imperio. Se sabe que en 1789 profetizó el derrumbamiento de la monarquía. Predijo que Joachim Murat, hijo de un mesonero francés y uno de los oficiales de Napoleón, sería rey y tendría sangriento fin: Murat, rey de Nápoles, fue fusilado en 1815. A quien sería esposa de Napoleón Bonaparte, Josefina Beauharnais, le había profetizado la muerte de su primer marido y su casamiento con un soldado que escalaría los más altos honores.

La vidente Marie-Anne Lenormand tuvo su mejor época en 1814, cuando las fuerzas aliadas vencedoras ocuparon París. Por ese tiempo corría el rumor de que dos personajes secretos, el Zar Alejandro I, y Federico Guillermo III de Prusia, estuvieron alguna vez en su casa. La hechicera tenía cuarenta y dos años cuando en 1817 publicó con gran éxito su Oracle sibylin avec la suite des souvenirs prophetiques, obra en la que ostenta su conocimiento en torno a la adivinación por los posos del café.

… Pero nuestra afamada pitonisa fracasó al indagar en sí misma. No vaticinó que en 1794 sería arrestada y a punto de caer en la guillotina. No previó que sería encarcelada en 1803, en 1809, y en Bruselas en 1821. La escudriñadora del bagazo del café vaticinó que viviría ciento veinticuatro años, y murió a los sesenta y cinco…

Todavía en los días de los buenos propósitos, este tema pudiera ser piadoso. Vaya para usted, con mi deseo de que sus proyectos se realicen.

  • e-mail: amparo.gberumen@gmail.com

«Ésta es la primera época que ha prestado mucha atención al futuro, lo cual no deja de ser irónico, ya que tal vez no tengamos ninguno»

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