Alma borracha
Aún tienen vida algunas flores, pero marchitas también mueren ilusiones, amargas tonadas de fallidas pasiones, caídas aún en medio de estertores entre las negativas afiladas de amantes desertores.
Esos que no pudieron, que no les alcanzó la poesía, que no les regaló el verso ni cupido el cumplir su fantasía, valientes del amor caídos, sumados a la lista de los nombres, esos que homenajean los poetas en miles de canciones que se cantan con dolor al compás de los adioses.
Babeados entre sueños perfumados de tequila, llorosos como niños que en medio de su agonía, maldicen, reniegan y se mortifican jurando odiar a quien no olvidan, ese ser de el que aún les sabe en la boca su saliva y que por verlo volver sin dudar darían la vida.
Sutiles puñaladas que recuerdan días de amanecer entre sus brazos o los sueños que de noche soñamos y que a veces extrañamos aun siendo imaginarios.
Las caricias furtivas, el roce de las manos, encierros a las brasas del calor sin horarios, las luces apagadas de escondidos santuarios, ahí donde se mueren en secreto los profanos esclavos de sus pasiones y del amor enamorados.
Mirar cómo ayer otros amaban, pudimos ver sus sonrisas animadas, sus obsequios, sus palabras, sus letras adulzadas entre fotos y tonadas, cariños que vueltos nubarrones, nos escupieron sus verdades malvadas a la cara.
A esos que vivimos soledades, a esos que del amor por hoy no tenemos nada.
Quién no ha sufrido una decepción o un terrible desencanto, ese sentimiento único que no tiene comparación con ningún otro dolor. Ese sobresalto, golpe profundo de ideas revueltas con los más apasionados sentimientos, que en un descuido dañan hasta el cuerpo.
Ese estar entre tener y no tener o más bien, el ya no tener después de creer alguna vez haber tenido, sintiendo en carne viva que nunca jamás se tuvo nada. El tener de una vez por todas que aceptar el no ser más, lo que quizás nunca se fue.
Mal que aqueja casi a cualquier ser humano y que siempre es provocado por una relación con otro humano, no siempre directamente pero al menos indirectamente toda decepción que sufre una persona tiene que ver con otra.
A muchos el amor de un hombre o de una mujer les ha dejado marcados para siempre. Creo que todos alguna vez hemos sentido esa falta de aire, ese irse del sueño, ese mirar su rostro donde sea, ese deseo de curar con tequila, lo que sólo curaría el no haberlos conocido.
Soñar que aún está, despertar y creer que ha sido un sueño. Escuchar su risa donde solo ha quedado su vacío, recordar su canción, sus tonterías, creer escuchar su voz, amar odiando y acabar por amar el odio que se queda donde iba su recuerdo.
A otros les ha venido el mal por un amigo, ese en el que erróneamente y olvidando su humana condición se le ha puesto encima un vestido de pureza y una dosis exagerada y pervertida de nobleza y perfección, ese en el que nunca valió la pena confiar.
Que siempre enseñó el cobre, que se sabía que no era lo que decía, pero que en un acto de necedad le trajimos a nuestra vida solo para servir la mala mesa, ese que nos traicionó, con nuestro permiso, porque de haber sido un amigo, no habría nada de qué perdonarle.
Y así podría pasar la tarde enumerando las muy diferentes decepciones. Que si un jefe, un trabajo, un negocio, el gobierno, los hermanos, el auto de tus sueños, la tarjeta de crédito, en fin, podemos decepcionarnos de casi todo lo que un día apreciamos.
Porque esto es indispensable, solo podemos decepcionarnos de aquello o aquellos a quienes hemos querido mucho, soñado mucho o confiado mucho. Como escribió el entrañable poeta peruano Federico Barreto Bustíos, “que tan solo se odia lo querido”.
La vacuna para este mal, es no soñar, no confiar, no amar, lo cual es muy difícil de lograr, yo pienso que fue por eso que el Maestro Michoacano Martín Urieta Solano, ató en sus exquisitos versos al amor con el dolor cuando dice “se tiene que sufrir cuando se ama”
Por tanto considero que sería bueno aprender a no poner la alegría, el porvenir, los sueños y el corazón en manos de otro ser humano, aprender más bien a compartir, a acompañar, sin dar el control a nada ni a nadie de nuestros propios sentimientos.
Escríbeme
ALMA BORRACHA
Traigo tan borracha el alma
ya me traes a ras del suelo
ya me estás pegando caído
con el golpe del desprecio
ya soy como una alma en
pena,
que ya no como ni duermo
que por causa de tu amor
se me ha roto el corazón
y en nada tengo consuelo
ando que no hallo la puerta
ya he perdido hasta el
orgullo
no soy nadie sin tus besos
nomás valgo siendo tuyo
traigo tan borracha el alma
que hasta en la iglesia me
hinco,
y juro al Cristo al rezar
que si me vuelves a amar
no vuelvo ni a oler el vino.
Ahora me quedo solito
A esperar la madrugada
emborrachando mi pena
abrazando mi guitarra
esta triste borrachera
ya la traigo atravesada
por dios de tanto tomar
ya no puedo ni llorar
traigo borracha hasta el
alma.