Volver a nacer, volver a crecer, volver a querer, volver a creer
Un legado para el mundo que en esta letra dejara Karla Ponte, César Lemus y Yanni en la voz de José José.
La vida es un absurdo, no le busques una explicación porque no la tiene, la vida solo sirve para vivirla, así que vívela muy intensamente… Esto lo dijo Albert Camus, el creador de la filosofía de lo absurdo… Nacimos condenados a ser libres, solo tú eres responsable de tu vida: Gean Paul Sartre, creador de la filosofía del existencialismo. Dos grandes escritores y filósofos de origen francés Premio Nobel, que no coincidían. Camus antibélico y Sartre lo contrario. Camus recibió el Premio Nobel en 1956 y, Sartre no lo aceptó en 1964 porque creía que aceptar el premio le habría acercado más a uno de los dos bloques de la Guerra Fría, cuando su ambición era el entendimiento de ambos. Estas dos filosofías implican la gran resposabilidad que tiene el ser humano consigo mismo, lo que lo compromete a responder por su propio bienestar.
Cuando José José llegó a la encrucijada de su vida, se encontró con la invencible realidad del tiempo, su oportunidad había pasado y, la grandeza que parecía sería eterna, ahora se rompía prematuramente en mil pedazos, ocasionando que la amistad que unía al gran cantante mexicano con el gran músico griego Yanni, se viera urgida por brindarle un aliento que hiciera renacer la esperanza en el muy lastimado espíritu de José José, para lo que pidió a Carla Ponte y a César Lemus, escribieran una canción especial para ser cantada por José José, resultando de ello un poema que nos ubica en la filosofía de los dos grandes escritores de origen francés, Abert Camus y Gean Paul Sartre, que dice:
“No hay antes y después, no hay relojes ni plazos, solo hoy… Vivir así, sin titubear, cada instante un encanto especial. Las huellas del tiempo en la piel, tejiendo historias que nos hacen crecer… El mundo es como es, lo más hermoso es lo que núnca ves. No es lo que tienes, es lo que das, lo más simple es lo que vale más. El sol siempre saldrá y la luna va a seguir enamorándonos, reinventando pasiones con su luz. Atrévete a entregarte, a sentir, hay que atreverse a intuir. Sin dudar, sin cuestionar, acepta vivir, ven, abre tu corazón, embárcate en otra aventura de amor, mira muy dentro de ti, rescata la esperanza en donde el porvenir, tu presencia de existir. Entrégate a sentir, hay que atreverse a intuir, sin dudar, sin cuestionar, acepta vivir y nada te podrá detener, la rueda de la vida te hace volver… Volver a nacer… volver a crecer… volver a querer… volver a creer”.
Es tiempo ya de que los seres humanos no continúen dejando en manos de Dios todo lo que les corresponde hacer, así como Alberto Cortez nos lo dice en su poema “Hay un niño en cada hombre” … “Quiero decirle que andando, me he encontrado sin quererlo, con seres que solo hablan el lenguaje de los cuervos; que no les importa nada más que su vientre y su sexo y que son los artesanos de la burla y el desprecio. Quiero decirle a mi niño que no se quede con ellos… Ni tampoco con los otros que están en el otro extremo, a la espera de un milagro sin hacer nada por ello y que bajan la cabeza al azote de los vientos, con más temor que prudencia, con menos asco que miedo”.
Hoy, cuando en sus múltiples intentos de tirarme por tierra fracasaron mis oponentes, un leve soplo del viento hizo que me fuera de bruces estrellando mi cabezota sobre el enlozado de la intersección de Carranza y Olmos… Mente alerta Raúl, que Dios te quiere hablar y, hace dos años que él me viene diciendo que el justo tiempo ha instalado en mí los dolores que me avisan que el justo tiempo que he vivido, me cobra el justo precio que me corresponde pagar por tanta felicidad disfrutada, el problema estriba en mi necedad, que en un momento, cuando mis piernas me piden detenerme, la actitud guerrera del deportista que siempre fui, me dice, son 8 metros para cruzar la calle… ¡ADELANTE¡ y… aquí estoy de nuevo toreando automóviles y desatendiendo esa voz que siempre me alerta.
Los mejores juegos de mi vida, más que jugarlos, los ronqué y, los más, en que compartí el balón con mis amigos, me regalaron una alegría ocasionada por la felicidad que produce regalar lo más preciado en ese momento y, lo más preciado fue siempre el balón que se alejaba de mí cuando gustoso se lo regalaba a mis compañeros, nunca tuve una queja de ellos por ser selectivo. Ahora estoy jugando quizá mi último partido, pretendiendo que el balón soy yo, así, estos días me he esforzado por ser un regalo que compense al impagable valor que tiene la amistad que recibo de todos los que me conocen, muy especialmente con aquellos que con las huellas del tiempo en la piel, tejemos historias que nos hacen crecer… Esta reciente Navidad fue maravillosa, los Príncipes de la Monteverde ya me superan en estatura, uno, Salvador con 22 años y el otro Saúl, con 20, ya no se atreven a tirar al Monstruo de la Luna Luna, por temor a que ya no logre levantarse y, los príncipes gemelos, Diego y Oscar con 13, llegaron cuando el monstruo ya no asustaba a nadie y, el benjamín de dos años llegó para completar la tercera generación de Raúles que con su mirada adusta nos señala quién manda. Y en el día último, el momento más feliz fue cuando todos, caminando me acompañaron hasta donde un taxi me llevó a casa. Yo no podía creer que José José completamente afónico, pudiera cantar nada, sin embargo, aquella canción con su voz y con la música de Yanni, endulzaron mi amargura, haciéndome CREER.
Felicidades amigo.
Fuente: El sol de Tampico