Una lectura en alto
Pero el despertador con su riiing exacto retumba en el oscuro silencio de mi cuarto cual señal inequívoca de que, con viejos o nuevos calendarios, amanece a mi existencia un día más quizá porque marzo, junio o septiembre, podrán traer a mi ventana sus vientos acariciadores. Aun con su halo prometedor, el uno de enero y los días subsiguientes no pudieron nunca borrar mis hábitos. Sigo conservando las costumbres de siempre y es inamovible el recuerdo de aquellos años:
Tu tarde será simple, de ejemplar feligrés
absorto en el perfume de hogareños panqués
y que en la resolana se santigua a las tres.*
Los días del presente están también aquí, en lo profundo. Mas con todo, hay que decir que por sus vaticinios casi apocalípticos, este año que inicia apela a un ejercicio de conciencia, de mirar no sólo a nuestro interior sino a todo lo que nos rodea: el secreto está en la mirada…
Este tiempo de supervivencias reales donde el hambre y la enfermedad se cimientan, y la inequidad que es amiga de la explotación diezma a los que SÍ SABEN de carencias, exige que nuestra visión de las cosas sea absolutamente otra. El verde se agota en la mirada y ante el pensamiento ecológico no podemos sino recordar la durabilidad de los espacios. Hemos querido interrumpir el libre trasegar de la Naturaleza donde todo tiene vida propia: cerros, barrancas, manantiales, y han honrado nuestros pueblos originarios a los astros en el infinito, y a otras deidades como los espíritus de las semillas. Nuestros pueblos implicados simbióticamente con la inmanente sacralidad de la Creación.
Hipócrates, el gran médico de la Grecia antigua, escribió: “Hay una corriente común, una respiración común, todas las cosas se encuentran en simpatía. El conjunto del organismo y cada una de sus partes, funcionan en conjunción con el mismo propósito”. Sí. El lenguaje de los años con sus caminos interiores y sus puntos de fuga nos sigue sacudiendo, es como una lectura en alto, un dar a ver.
Para algunos pudiera parecer casi romántico decir también que en esta orfandad originaria y convencional, existirá siempre la posibilidad de volver a aquello que incuestionablemente nos sostiene: el amor, la literatura, la música, el arte en todo, la convivencia, la gozosa conversación, el paisaje del que hemos hablado. Sin descender a detalles importunos, puedo afirmar que este despliegue imaginativo elevará nuestras conciencias. Y si en nosotros está, demos al exento de voz la buena noticia de que todo esto puede salvarnos, de que el secreto está en la mirada.
En contravención de la mirada se han apostado con sus estandartes, innumerables hechos que se oponen al noble oficio de estar vivo. Mas la mirada seguirá siendo el recinto divulgativo de la imaginación. “Siento el calor del viento en las espumas” –dice Vinícius de Moraes. Y yo juro que a mí no me abandona el viento… nunca!
Para todos los jóvenes, en su acompasada formación natural, trasplanto este pensamiento de Martínez Sierra, todavía en enero:
“Hay una juventud, más joven que ninguna de las precedentes, varia de aptitudes, que trabaja callada y concienzudamente, sin soberbia –la generación nueva no es soberbia ni humilde, porque es muy cerebral–, serenamente, sin pose de tristeza y de alegría, pero más triste que alegre por eso, porque es así la vida (…); y de aquesta tristeza que no está en ellos, que está en el aire, saben sacar aliento para el trabajo y hacer su labor incansables… Yo sé que para ellos la vida es la belleza… Y sé también que no es su esfuerzo inútil: en todo pueblo son los ideales de belleza sustentados por unos pocos, el granito de sal que asegura la persistencia de la civilización (…) Son la generación que no aprovecha el arte para fines interesados, ni para la política, ni para el periodismo… La única que para darse a conocer no hace arma del escándalo, ni de la morbosidad, ni de la sátira personal o agria; que espera en paz y no se revuelve ni contra la injusticia, ni con el mal querer; que oye decir “no existes” y trabaja, y “no tienes espíritu ni nervio” y trabaja más”.
Para todos los jóvenes. Para todos nosotros. Todavía en enero.
*Ramón López Velarde.
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