Columnas

Tampico Hermoso “Quemazones” (baratas)

RICARDO CONTRERAS

Entre viejos papeles que hablan de Tampico Hermoso, me encontré con unos relatos de la Sra. Antonia Salazar Alanís, madre del querido Héctor Mario.

Hablan de los tiempos en que el río Tamesí pasaba al costado de los mercados o galeras que se abrían a las 3 de la mañana, donde tantos hombres se hicieron ricos.

Se acuerda de la limpieza de los centros de abastos que ofrecían en bancos, carne, verdura y frutas frescas.

Mercerías donde había encajes legítimos valencianos de guipur y de brujas, tiras bordadas suizas. mantas para caballos, sillas de montar, riendas, frenos, enormes sombreros galoneados, juntos con los humildes sombreros de palma.

Recuerda muy bien los puestos en donde se vendía frijol, maíz y piloncillos, aquellos atados de piloncillos desaparecidos, afuera de estos puestos se vendía un exquisito escabeche de robalo, cuya receta se ha perdido, estas galeras en varias ocasiones estuvieron a punto de quemarse, gracias a la cercanía del río, sobraban los voluntarios para apagar el incendio.

Estas tiendas en donde se vendían las telas, estaban frente a la plaza de la Libertad, los precios de Francia y las novedades.

Como dato curioso cita “que arriba de los precios de Francia se hospedaron alguna vez Don Porfirio Díaz y su esposa Doña Carmelita cuando vinieron a inaugurar el puente Romero Rubio sobre el río Tamesí que daba acceso a la Aduana, en esos tiempos, tal vez por la falta de seguridad eran proverbiales las quemazones; los seguros eran bien pagados y nunca hubo nadie que pudiera probar si las “quemazones” eran accidentales o intencionales, como no había luz eléctrica, un cabo de vela olvidado en algún rincón provocaba el incendio”.

Después del incendio de la tienda, se anunciaban las quemazones (baratas), vendiendo las telas regaladas a precios regalados de risa, la manta, el nanzú, el olán, seda y lino para sábanas. Todos los habitantes de Tampico acudían a las “baratas de la quemazón”, pero la ropa ahumada se vendía bien.

Las calles Muelle y Aduana son representativas de la época, una arrancaba del muelle, la otra de la Aduana, en ellas se establecieron más tarde los comercios principales de Tampico. La Aduana se iniciaba propiamente en lo que ahora son las tortas de la barda, la estación, la Casa Ibarra de los señores Madaria; y cruzando Héroe de Nacozari; frente a la Plaza de Armas, la ferretería El Gallo, el mayoreo, el mexican curios, el Manhattan, y cruzando Madero Las Novedades de los señores Fernández, el frente El Petitt Palaice, la botica mexicana, el edificio Philco, La Moderna; en contra esquina el Hotel del Sur, las tiendas Pyr, El Castor y en contra esquina La Proveedora, la joyería El Rubí de la familia Etiene, Hotel Colonial, enfrente la mueblería Estándar, la cantina El Vapor, cruzando la calle la botica del Obrero, el Cine Isabel, y las tortas de las barda de “El Gordolele”.

La calle Muelle, que pasaba enfrente de los mercados, del Selecto, el Hotel Sevilla, la Campana, la refresquería La Cascada frente a la plaza de la Libertad, droguería El Fénix, la ferretería La Fama, Los Patitos y San Rose, Melik, en la esquina la Casa Moral, armería El Venado, Ponce, la zapatería de los amigos Solbes, el Banco Comercial Mexicano, La Palestina, la papelería La Daga, la Walk-Over de don Baldomero; en contra esquina el boulevard, cruzando la calle Las Tres Naciones de los amigos Roses, La Colombina, Lavalier, La Primavera de los señores Matheu, La Cubanita, la papelería de los Gómez Camacho y en el edificio Black de los señores Legorreta, Auto-ideal con su gasolinera.

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