El otro gallo “De catego”
Como «de catego» o no, calificaba mi madre mis acciones cuando éstas le parecían buenas o acordes a lo que yo debía ser, por ejemplo cuando discutía a gritos con alguna compañera del colegio entonces me señalaba que eso no era correcto, que eso no era «de catego», refiriéndose a que tal acción no iba con mi categoría de niña educada, de igual forma cuando le sacaba la lengua a otra niña, mi madre me miraba fijamente y volvía a decirme que eso no era «de catego»…
Vivimos en una época donde nuestras charlas se han reducido a intercambiar impresiones sobre otros, desafortunadamente lejos estamos de la disertación de temas donde el intelecto pueda florecer sin acaloramientos en búsqueda de la verdad sin apegos a nuestros propios dogmas.
Hemos preferido en cambio ser quien más rápido menoscabe o haga mofa del triunfo de un tercero con el único fin de provocar la hilaridad vulgar en los demás, como sólo la sorna a costillas de alguien totalmente ajeno a nuestro mediocre pensamiento puede provocar. Lo de hoy es utilizar nuestro ingenio para colocar motes, criticar, comparar y menospreciar a las personas que han tenido la audacia o el atrevimiento de hacer lo que nosotros cobardemente no haríamos.
La razón de este desgaste inútil de intelecto se debe a que todo aquello que nosotros no llegamos a poseer y otro sí, nos provoca escozor. El cómo el otro ha podido lo que yo no he podido impulsa nuestro deseo de opacar la belleza, el temple, la fortuna o la inteligencia del otro, y sin embargo, tendemos a emular lo peor de otros siempre que esto requiera de un mínimo de esfuerzo y otorgue una máxima recompensa y si es inmediata, mejor.