La cloaca está por destaparse

Sin Filtros; por Brenda Ramos
La tormenta del 27 de marzo fue solo el inicio. En Reynosa, la lluvia arrasó con calles, puentes, drenes y casas. Pero también destapó un descontento que se venía fermentando desde hace tiempo: la desconfianza en el gobierno municipal.
El 7 de abril, en sesión extraordinaria de Cabildo, los regidores discutían la solicitud de un fondo económico extraordinario al Congreso del Estado para reparar la infraestructura colapsada. Todo parecía de trámite… hasta que la regidora Juanita Sánchez soltó la bomba:
“Ya mandaron al Congreso una solicitud por tres mil millones de pesos, sin consultarnos.”
El ambiente se tensó. Carlos Peña Ortiz, visiblemente molesto, trató de componer la narrativa:
“No es un préstamo. No se puede pedir préstamo. Son proyectos. No préstamos.”
Y visiblemente resentido remató: “A mí me vale madre si eres de otro partido. Lo que quiero es que ayuden a esta ciudad” muy difícil que alguien le crea luego de saber que quiere 3 mil millones de pesos cuando llegó más de 24 horas después para ayudar, de que dijo que no era Dios, que hace tiempo les dijo pendejos a los que pasaran por una calle inundada, y que les dijo perros y su novia también a todos aquellos que los criticaran.
Lo que vino después fue una cadena de explicaciones técnicas, rodeos, defensas a medias y una molestia evidente. El gesto del alcalde lo decía todo: no es lo mismo sonreír en campaña que aguantar cuestionamientos con el agua —literalmente— al cuello.
Nunca había trabajado tanto como ahora que le andan picando la espalda.
Y como si todo eso no fuera suficiente, Carlos se soltó en una entrevista. Con el rostro tenso y el lenguaje de quien ya no cuida la forma, dijo:
“Hicieron una marcha de 300 personas… sabemos quién lo hizo… ¡NO ME IMPORTA! A mí lo que me importa es que me autoricen el presupuesto.”
Las palabras dejaron de ser institucionales para volverse viscerales. El discurso del joven alcalde ya no es de futuro, sino de supervivencia. El cansancio se le nota, el nerviosismo también. No le teme tanto a perder el poder como a que se descubra lo que se ha hecho con él.
Y mientras él pedía dinero sin rendir cuentas, otro movimiento se cocinaba desde abajo, sin reflectores ni estructuras partidistas. Este martes, más de 18 mil firmas ciudadanas llegaron al Congreso del Estado con una sola exigencia: que Carlos Peña Ortiz se vaya.
Al frente está Leticia Larios, una abogada que dejó la comodidad del silencio para convertirse en vocera de lo que muchos pensaban, pero pocos se atrevían a gritar. Acompañada por colectivos como Juntos Rescatemos Reynosa, Colectivo Amor y la Red de Acompañamiento Victimológico, entregó no sólo las firmas, sino también peticiones que el municipio ignoró por años y denuncias por negligencia en servicios públicos, atención social y seguridad.
La escena es potente: gente humilde que no fue por espectáculo, sino por justicia. Gente que no llegó con lonche, pero sí con coraje. Gente que firmó aún con miedo, con rabia y sin un peso en la bolsa, pero con la firme intención de no dejar las cosas igual.
No hubo carne asada. No hubo acarreados. Sólo rabia organizada.
“No es por la inundación —dijo Larios frente a cámaras—, es por todo lo que vino antes: las omisiones, los desprecios, la burla.”
Incluso empleados del Ayuntamiento, mencionó, están firmando por debajo del agua, literalmente, temiendo represalias, pero deseando un cambio real.
Y si alguien quiere empezar a revisar, el primer paso está en los resultados de adjudicación directa, publicados en la Plataforma Nacional de Transparencia. A lo largo de su administración, las cifras han sido escandalosas:
2021: 8,005 resultados de adjudicaciones directas, 2022: 7,147, 2023: 6,469, 2024: 2,851… y contando.
No son cifras menores. No son rumores. Son datos oficiales que por sí solos justifican una auditoría. Y si alguien todavía duda por dónde empezar, ahí está la cloaca esperando a ser destapada.
Porque mientras Reynosa intenta salir del agua, la administración intenta salir del lodo. Y ahí no hay drenaje que alcance.