Columnas

Posmodernidad II

MIGUEL A. SOTELO GONZÁLEZ

De las vicisitudes normales de la historia, la Posmodernidad dedujo una fatal conclusión, la condena a una derrota definitiva de toda esperanza de reforma social por la vía de las corrientes tradicionales de pensamiento que hasta entonces dominaban el espectro político, socialismo versus capitalismo.

Durante la posguerra, supuesto el triunfo incontestable del capitalismo después de la década de los 60, cuando se hizo evidente que el bloque socialista no podría seguir sosteniendo el ritmo de la competencia, iniciando lo que a la postre se supo, fue un largo y sostenido proceso de decadencia.

Con el auge de la producción capitalista que parecía haber dominado las crisis periódicas pronosticadas por Marx, aunado a su capacidad de brindar pequeñas satisfacciones que en conjunto hicieron más amena la vida de la clase media, refrigerador, televisor, aire acondicionado, trabajo remunerado, posibilidad de ascenso social, provocó un decaimiento de la tensión social, haciendo obsoleta en apariencia la crítica a la desigualdad.

No obstante, en aquellos dominios donde se daba una disonancia, la posmodernidad engendró diversos movimientos contra culturales, hippies, hipsters, yippis, etc., cuya fundamental diferencia con las vanguardias que les precedían derivaba de un talante radical de las pretensiones de transformación, ya no buscaban reformar el sistema económico o legal por dentro, sino socavar a la cultura en general, la cual a su parecer, por medio de masificación y el consumo se había constituyó en todo un tinglado dispuesto para reprimir la libertad.

De la anterior conclusión, fue causa eficiente el libro de Sigmund Freud, El malestar en la cultura, en esta obra Freud sostenía que el hombre posee deseos eróticos y destructivos que la civilización ha tenido que ir reprimiendo o sublimando, para que la vida en sociedad sea posible, a través del súper yo, que actúa como barrera de la pulsión eróticas y destructiva del ello.

En tal instancia, carecía de sentido la búsqueda de la reforma del entramado cultural en medio del cual se desarrolla el drama humano, puesto que la cultura en sí constituía un sistema perverso al que había que socavar desde la raíz.

Es así, como comienzan a proliferar las corrientes y tendencias contraculturales, el sexo libre, consumo de LSD, para “liberar” la conciencia, una férrea oposición al consumo de bienes y alimentos procesados por ser la quintaesencia del proceso de industrialización que se pretendía subvertir, la búsqueda de la espiritualidad en las prácticas orientales que se creían liberaban la conciencia, ya que las religiones occidentales se habían convertido en parte de ese sistema represivo que afectaba a la civilización.

Sin embargo, la mayoría de movimientos contraculturales terminaron siendo fogocitados por el sistema de producción que pretendían derribar, a grado tal que hoy se entiende a la posmodernidad como la filósofa por antonomasia del capitalismo.

En la obra La Clase Ociosa, Thorstein Veblen explica cómo fue posible que los movimientos contraculturales sucumbieran a la lógica del mercado; para Veblen, es el afán de distinguirse y diferenciarse de los demás, lo que mueve a la sociedad no es la conformidad, como suponían muchos movimientos contraculturales, así, con cada gesto de rebeldía, cada moda o actitud para desmarcarse del Mainstream, provocaba efecto contrario.

Tal es el caso, por ejemplo, de los productos orgánicos, que por oposición a los productos industrializados ofrecían la ventaja de ser menos nocivos para la salud, empero, una vez que su consumo se masifica, las cadenas de producción tienen que recurrir a su masificación.

Así mismo, lo que en principio fue la búsqueda de la espiritualidad por medio de creencias orientales, acabó convirtiendo en un movimiento de masas cuya demanda como industria crece cada día más.

Esta búsqueda del extrañamiento de la cultura, con el tiempo es lo que hemos venido conociendo como lo cool o avant-garde, de lo cual nadie quiere ser ajeno y buscar tomar parte de él, para estar inn.

Hoy sabemos, por la experiencia, que las formulaciones de cambio contraculturales no solo fueron infructíferas, sino que se asimilaron al sistema porque compartían nociones con el Mercado, y que el tiempo pasado fue, hasta cierto punto, tiempo perdido, porque la desigualdad ha vuelto a campear a lo largo y ancho del planeta y las herramientas intelectuales producidas por la posmodernidad, pese a su disección a detalle de la realidad, resultan insuficientes para resolver y superar los problemas que nos aquejan como humanidad.

  • E-mail: sotelo27@me.com

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