Una pequeña confusión
La heroicidad y la intrepidez humana sin duda son los valores más altos en el hombre. En la guerra o en la paz el pueblo necesita de héroes que encarnen los ideales de la sociedad y de poco sirve las demagogias o discursos sino se acompañan de acciones.
Y sin embargo, en mi querido México lleno de ambigüedades, hacemos héroe a un ladrón invistiendo sus fechorías de actos heroicos llenos de arrojo y valor o bien, linchamos a alguien que nos parece sospechoso si nuestro sentido común nos lo dicta dejando henchir el pecho contra las injusticias hasta encarnar en nosotros el espíritu de Fuenteovejuna, aunque no siempre nos asista la razón.
Y es que quizá hemos tenido una pequeña “confusión” en lo que concierne a nuestro concepto de heroico, el cual probablemente se ha «actualizado» por no decir demeritado; y es esta «confusión» lo que ha provocado que los jóvenes ahora vanaglorien y enzalcen a los criminales como los nuevos héroes, mas cabe reconocer que esta confusión ha existido por mucho tiempo en nuestra cultura.
Es nuestra moral tan “elástica” que por un lado tenermos un repudio total a los delincuentes, cabe mencionar con justa razón, empero ¿por qué ese repudio es una veleta? ¿por qué cuando cambia el escenario y hay cambio de actores pero no de personajes, en ocasiones tendemos a cambiar de opinión?
Hablemos claro, en el Porfiriato un bandido llamado Jesús Arriaga, alias «Chucho el Roto», asolaba los caminos y a los caminantes. Distinguíase éste por su elegante forma de vestir a pesar de ser persona de precarios recursos, de ahí el mote de “roto” según la jerga de la época.
Pues bien, indicaba que este personaje se distinguía por su forma de vestir y porque sólo asaltaba a gente adinerada, logrando obtener con ello el beneplácito del pueblo gracias a la repartición de dádivas producto del botín, y aunque muchos decían que era generoso a mi parecer solo callaba bocas para no ser descubierto y entregado a la justicia.
Pero el punto focal de todo esto no es lo que hacía este delincuente sino el por qué la sociedad de la época lo admiraba y protegía como si se tratase de un científico o alguien que aportara algo a la sociedad si al final de las cuentas era sólo un ladrón sea cual haya sido el fin que haya tratado de alcanzar, era sólo un ladrón como tantos otros que existen actualmente.
Si bien es cierto que este personaje surge como resultado de una época donde la desigualdad social era demasiado evidente, su actuar ayer y hoy resulta reprochable por estar en contra de la sociedad porque también las clases privilegiadas eran y seguirán siendo parte de la sociedad.
Si bien la desigualdad social y la injusta distribución de la riqueza fueron factores para hacer brotar la indignación entre los desprotegidos, también lo es que nada justifica el actuar de un criminal pues ni pobres ni ricos merecen ser despojados de sus bienes ni aun cuando éstos provengan de un delito, pues en este supuesto es la Autoridad y no el pueblo quien debe hacer lo propio.
Mi querido México, lleno de ambigüedades y doble moral, donde se considera que los gobiernos son corruptos pero no reparamos en intentar sobornar o aceptar pagar sobornos cuando nos conviene; donde vamos a la Iglesia los domingos y damos caridad sintiéndonos más puros pero señalamos con sorna al prójimo llamándole pusilánime y mediocre porque no desea ser tramposo y se conforma con ser honrado; donde aplaudimos a quien posea fortuna aunque sea un criminal y lo llamamos «fregón» y hasta le pedimos que pase la receta; donde aplaudimos apologías de criminales en la televisión pero ¡ay de nosotros si somos víctimas de alguno de esos delincuentes que tanto admiramos! porque entonces si nos duele.
Mi querido México, donde la caridad la hacemos a la luz de los reflectores sociales para que nos otorguen un halo de bondad pero donde al caminar volteamos la mirada hacia lado contrario de la indigencia e injusticia.
Donde nuestra pequeña «confusión» conceptual ha olvidado a los verdaderos héroes y «elastizado» nuestra moral que se expande o contrae según nuestra conveniencia.
Fuente: El sol de Tampico