Tamaulipas: PAN, 1; MORENA, 0; PRI, menos 2…
El Fogón
José Ángel Solorio Martínez
Si el sistema de partidos en Tamaulipas fuera un juego de beisbol, el PAN iría una carrera arriba; MORENA cero y el PRI menos 2. (De las otras organizaciones políticas, mejor ni habla). Tanto lopezobradoristas como tricolores, insisten en mantenerse paralizados: los primeros, por el atorón que les dio el TRIFE –y otros fenómenos locales–; los segundos, porque carecen de liderazgo nacional y un desdén de los grupos priistas en relación a pelear una estructura en liquidación.
¿Por qué el PAN, está ganando el partido en estos momentos?
Por una razón fundamental: maneja con tersura y precisión la sucesión de su Comité Directivo Estatal. Y un elemento adicional: el liderazgo real del primer panista del estado, está de manifiesto. (Hecho que no ocurre en las otras instituciones políticas).
En tanto, MORENA y el PRI no pueden ubicar al elemento suyo para dar cohesión a su militancia, el panismo ha ubicado a Luis Cantú –Cachorro le dicen– como su gallo, sin que otro militante haya mostrado sus deseos de competir. (Esto no quiere decir, que eso aporte fortaleza; la competencia en ocasiones proporciona vigor. En este caso, sólo evidencia la monolítica conducción del partido de parte del jefe concreto).
El ascenso del reynosense Cantú, es el posicionamiento de los grupos panistas fronterizos. Se galvaniza esta corriente, dejando atrás los afluentes confesionales –tradicionales– que por décadas manejó el panismo tampiqueño. Por muchos años, condujo este partido personajes vinculados al grupo empresarial Fleishman que incluso, apoyó a militantes como Leonor Sarre un cuadro albiazul victorense vinculado a bandos asociados con el Clero en la entidad.
El Cachorro Cantú, amaciza el proceso de desportización –alejamiento de la influencia del puerto– del panismo tamaulipeco. Es, digámoslo en términos doctrinarios, la presencia de líderes azules alejados del dogma panista para dar paso a conductores más liberales.
¿Qué tan positivo, o saludable, es ese cambio?
Es muy temprano para evaluarlo. Tendrá que pasar la prueba de las competencias electorales. El 2021 tamaulipeco, dará razón de qué tan eficaz resultó el desplazamiento de esos grupos sudistas de la hegemonía en el Comité Directivo Estatal.
¿La remoción del panismo porteño, será sin aspavientos?
Habrá que esperar. Si la política del nuevo CDE panistas, es incluyente –es decir: si se respeta los espacios al panismo regional– podría transitarse en paz; si se aplica una estrategia excluyente y unipersonal, indudablemente, aparecería fisuras.
MORENA, está en circunstancias de conflicto. Su proceso nacional, se prorrogó, arrastrando la espera a Tamaulipas. Si viviéramos tiempos de paz electoral la medida pasaría como algo simple y rutinario. Pero no. Estamos a año y medio de una elección. Y eso es lo que transforma un escenario suave, en un escenario espinoso, para el lopezobradrismo de la comarca.
Esa reflexión, es lo que tiene al morenismo contra las cuerdas.
Por eso, está con una pizarra de cero en la parte alta de la octava entrada.
El otrora invencible, PRI, en la entidad, se ve desaliñado, desarticulado y desangrado. Su CEN, se resiste a lanzar la Convocatoria para renovar su CDE. El resultado: la inmovilización de sus estructuras y de su militancia. Lo que se había programado para estos meses, se alargó. Se construyó con ello, un ambiente de centralización de los liderazgos, que de alguna forma se ha transformado en un entorno tricolor de exclusión.
Yalheel Abdala, insiste en auto-proclamarse dirigente estatal y Coordinadora de la bancada en el Congreso local a la vez, impidiendo el ascenso de cuadros renovadores tan necesario en un partido que en menos de tres años, ha perdido casi 300 mil votos.
Sin duda, la pizarra, es adversa para el Institucional. Menos dos carreras, en el juego del 2021.
La mala noticia para el lopezobradorismo y el tricolorismo tamaulipecos, es que ese 2021 está estrechamente asociado con el fundamental 2022 tamaulipeco.