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Para ser felices

ARMANDO JUÁREZ BECERRA

La mejor definición de lo que significa la felicidad, es que se trata de un estado mental…

De un sentimiento que nace de la paz espiritual y que nos arrulla con los cantos del amor y que nos conduce por los caminos que llevan hacia Dios.

La felicidad no nos llega, nace del alma y se hace patente cuando se disfruta de las cosas buenas de la vida.

A veces se confunde la risa con la felicidad, mas debemos de saber que la risa es una explosión de gusto y la felicidad es un remanso de paz.

La felicidad nace y se anida en nuestro interior y es más presente cuando la vida nos proporciona motivos de cosas hermosas y buenas.

Cuando una persona es feliz, se le nota en el rostro y es capaz de irradiar una luz imaginaria que contagia a su alrededor y, sin proponérselo, consigue llegar al corazón de los demás.

Contrario a la felicidad, está la tristeza, que también es un estado mental, todo aquel que la sufre poco a poco va acumulando una serie de lesiones mentales que van minando su propia vida.

Una persona triste transmite inseguridad, dolor y malos presentimientos, acompañados de piedad proveniente de quien, o quienes, la estiman.

La felicidad y la tristeza “viven” en el mismo lugar, pero son hijas de padres diferentes, la una es hija del amor y la otra es engendrada por el abandono.

Quien vive feliz, le da gracias a Dios por todo lo que la ha dado y disfruta de todo lo bueno que proporciona la vida, no convierte en drama lo que no vale la pena y ve con optimismo su futuro.

Cierto que algunos acontecimientos nos hacen bajar la guardia de la felicidad, como la pérdida de un familiar o de un amigo, el fracaso en una empresa o alguna enfermedad que no cede pronto, mas con tan solo elevar nuestras oraciones al Dios Padre, recobraremos de inmediato la paz perdida.

Es decir, la felicidad y la paz van unidas estrechamente con la comunicación hacia Dios, ninguna parte de esa trinidad puede estar separada la una de las otras, son de la misma esencia.

Dicen que la gente feliz vive más que la que no lo es, y aunque así no fuera, al menos estamos seguros que vivirá mejor, que disfrutará más que los otros, todo este maravilloso mundo que el Creador edificó para nosotros.

Ver las cosas con optimismo es quizá la fórmula de la felicidad.

La felicidad no viene de la riqueza, se puede ser feliz sin lo superfluo, Jesús no fue rico y nada la faltó, le bastó el amor del Padre.

Recordemos, Dios no creó para ser felices.

P.D.- Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace: Jean Paul Sartré.

  • e-mail: armando_juarezbecerra@hotmail.com

La felicidad no nos llega, nace del alma y se hace patente cuando se disfruta de las cosas buenas de la vida

Fuente: El sol de Tampico

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