Columnas

No se multiplica la riqueza, dividiéndola

LUIS APPERTI

En semanas anteriores comentamos cómo los dichos populares siguen aplicando a nuestra vida diaria y en esta ocasión no es la excepción. Mi amigo Hugo Espir me envió un mensaje, en donde se cuenta la historia de un grupo de 10 hombres que se reúnen todos los días en un bar para charlar y beber cerveza: La cuenta total de los 10 hombres es de $100.

Acuerdan pagarla de la manera proporcional en que se pagan los impuestos en la sociedad de un país, con lo que la cosa sería más o menos así, según la escala de riqueza e ingresos de cada uno: • Los primeros cuatro hombres (los más pobres) no pagan nada.

• El 5º paga $1.

• El 6º paga $3.

• El 7º paga $7.

• El 8º paga $12.

• El 9º paga $18.

• El 10º (el más rico) paga $59.

A partir de entonces, todos se divertían y mantenían este acuerdo entre ellos hasta que, un día, el dueño del bar los metió en un problema: “Ya que ustedes son tan buenos clientes”, les dijo, “les voy a reducir el costo de sus cervezas diarias en $20. Los tragos desde ahora costarán $80”.

El grupo, sin embargo, planteó seguir pagando la cuenta en la misma proporción que lo hacían antes, y esto generó un nuevo problema: ¿cómo repartirían “el ahorro” de esos 20 pesos? A la hora de hacer el reparto, por lógica los que más aportaban a la cuenta eran los que menos desembolso tenían que hacer, y la respuesta lógica de los más pobres fue: “¡Los ricos siempre reciben los mayores beneficios! “¡Nosotros no hemos recibido nada de nada.

El sistema explota a los pobres!” Los nueve hombres restantes rodearon al 10º y le dieron una paliza. Al día siguiente, ese hombre no se presentó a beber con ellos, y a la hora de pagar la cuenta, se percataron que entre los nueve no alcanzaban a juntar los 80 pesos, ya que al más rico le tocaba pagar el 51%. Moraleja: “El modelo nacional y popular fracasa cuando se acaba el dinero… de los demás”.

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