El amor propio nos engaña
… y nos induce a errar sobre nosotros mismos. “La Chofis” lo mejor; Lainez acabará con Europa
Y ¿Vieron a Efraín Álvarez? Más importante que los resultados de los juegos de nuestra selección mayor, son los de nuestra aún titubeante selección Sub-17. Recién acabo de señalar algunas de las carencias de las que adolece el grupo dirigido por Marco Antonio Ruiz, cuando, como por arte de magia, el discurso del “Chima” hace que la autoestima de los muchachos alcance al menos tácticamente a igualarse y por momentos a superar la disciplina táctica de los brasileños, que se sustenta de una condición técnica, que seguramente es innata.
Raúl Jiménez posee una técnica superior en nuestro ámbito, que no se compara con la de Ronaldo Nazario “El Fenómeno” jugadores de estilos muy semejantes. Inclusive, pienso que Ronaldo más que ser un jugador habilidoso, fue un jugador “diestro”. Recordemos que la habilidad es una cualidad, la tenemos o no la tenemos, una cualidad que puede ser sustituida por la destreza, característica que se entrena hasta igualarla con la habilidad y, Ronaldo luce tan original, que bien podemos asegurar que es habilidoso, doblemente peligroso, pues su fortaleza, semejante a la del búfalo y el oso, logra realizar evoluciones propias a las de un bailarín de ballet, Raúl Jiménez igual, con una supuestamente rígida fortaleza, se saca una chilena semejante a los elegantes saltos de Rudolf Nureyev en el Lago de los Cisnes.
Posiblemente, para los mexicanos, igual que para los suramericanos y los europeos, nos sea imposible igualar las condiciones individuales de los brasileños, quienes parecen nacidos para jugar futbol, pero recordemos que la destreza se adquiere entrenándola, así que está en manos de nuestros formadores (en cada club), se pongan a trabajar en ello. Lo mismo procede con los jugadores “afectados”, quizás el mal más recurrente en nuestro futbol, el del jovencito que teniéndolo todo, es distraído por el canto de las sirenas que lo elevan al nivel de los dioses, caso de Diego Lainez y de Eduardo López y a reserva de continuar mirándolo, el sub-17 Efraín Álvarez, conductor de las jugadas de ataque del cuadro mexicano, que exhibe una nociva sobradez impropia de un jugador seleccionado.
Qué fue lo que el “Chima” dijo a sus pupilos, no lo sé, pero es obvio que fue justo lo que necesitaban para corregir algo que tenía que ver, más con lo psicológico, que con lo futbolístico. No había tiempo para corregir lo que se ensayó durante meses, pero sí para ubicar el desfasado espíritu de los jovenzuelos, unos autovaluándose de más y otros, los más, haciendo lo contrario y así, sin tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre, se consiguió ubicar al equipo en el término que dejó a Brasil sin su colectividad, dejándoles sólo la solución individual, que igual fue anulada, pues su triunfo fue totalmente circunstancial.
Aunque la portería de la selección mayor está bien cubierta de aquí hasta Qatar 2022, el joven García, para entonces estará en condición de pelear por un lugar con los mayores. Lo mismo podemos pensar de los dos defensas centrales, Gómez y Guzmán y en el medio campo, Pizzuto y Martínez muestran espolones de gallo fino y, afortunadamente pertenecen a equipos que son generosos con la promoción de sus canteranos. Y que podemos decir de los delanteros, en donde el joven Muñoz dio a los brasileños una sopa de su propio chocolate, dándonos la idea de que estábamos viendo a Garrincha o a Zico enfundados en nuestro tricolor, al dejar a cuatro contrarios sembrados, siendo uno de sus compañeros el que impidió que continuara con su siembra.
Sí señores, sostengo que en esta etapa del proceso de formación que en este momento se encuentra Gerardo Martino, son más importantes los resultados de las selecciones menores, que los de la mayor. En donde varios de sus jugadores enfrentan la inevitable realidad del tiempo, algo que cada vez que lo traigo a colación, trae a mi memoria el momento aquel en el que Jorge Valdano, director técnico entonces del Real Madrid, se vio en la disyuntiva de asumir el compromiso de pedirle la camiseta número 7 a Emilio Butragueño, compañero junto al que lo ganó todo, para concedérsela a un desconocido que pedía cancha. Raúl era el nombre de aquel desconocido…¿Quién era Raúl para arrebatarle la camiseta 7 al “Buitre”?… Rául era el tiempo.
Ahora, a esperar que nuestra selección mayor resuelva de buena forma los innevitables partidos moleros que hay que jugar por compromiso y que implican un riesgo como ningún otro juego, ya que si se gana, ha de ser contundentemente, pues un resultado a favor 6-0 no tendría méritro alguno y, un 2-0 será pitado por el graderío, pero un empate y no se diga una derrota, obligaría a los nuestros a imitar a Evo Morales y, pedir asilo a quien se lo otorgue.
Hasta pronto amigo:
Fuente: El sol de Tampico