Columnas

Recordando a la estrella

RODOLFO SALAZAR GONZÁLEZ

En el mes de junio de este año, exactamente el día primero, si Marilyn Monroe estuviera aún con nosotros sería una adorable dama de 93 años -que supongo- conservaría a pesar de lo inexorable del tiempo una exclusiva y radiante personalidad. Pero no es así; Marilyn murió a tiempo cumplió la profesa que cae sobre algunos personajes de la historia que consiste en saber nacer, vivir y morir a tiempo.

Con ella sucedió el mismo fenómeno que impactó a Dan Brown, el autor del «Código Da Vinci» con la diferencia de que el escritor de Best Seller tiene el escudo de una sólida preparación académica que lo hizo inmune a todos los desafíos y daños irreversibles que provoca la conducta frívola y vacía del glamour con que se vive en Hollywood para poder estar vigente. Dan Brown muy a tiempo cambió el BMW por una bicicleta, que era su medio de transporte en el que se desplazaba cuando se salió de la meca del cine y se fue a vivir a un distrito de los Estados Unidos habitado tan solo por 8 mil personas, en donde escribió la obra que ya fue llevada al cine, paradójicamente por una empresa líder del imperio que gobierna Hollywood.

Desafortunadamente Marilyn no tenía los recursos culturales para defenderse de la frivolidad y fue víctima del abismo en el que caen con frecuencia recurrentes las estrellas del cinematógrafo que son asediados por las multitudes pero que como costo tienen que pagar una insoportable soledad que se convierte en el drama de su vida.

Su vida ha sido comentada por personajes de la cultura y la música, Elton John le compuso una canción de culto que la inmortalizaría en su tema «Candle in the wind», el español Manolo Tena haría lo propio con su himno para el grupo Alarma titulado «Marilyn»; mientras que en 1965 el poeta, escritor y sacerdote nicaragüense Ernesto Cárdenal escribiría una sentida oración hacia la mujer que murió con el teléfono descolgado en busca de una respuesta.

Marilyn estuvo casada con un intelectual norteamericano de sólido prestigio como es Arthur Miller, y el escritor norteamericano Norman Mailer (su nombre lo dice todo) redactó una magistral biografía de la leyenda mundial del cinematógrafo, que aún después de muerta sigue proyectando a través de «posters» la imagen sensual y «descocada» que sus productores le fabricaron para sus fines comerciales, lo que fragmentó su ya, de por sí, frágil personalidad.

La estrella de «Los Caballeros las prefieren Rubias» por mucho tiempo simbolizó el arquetipo de la mujer norteamericana que aderezada con la natural sensualidad de Marilyn hechizó a millones y millones de fanáticos en el mundo.

Norman Jean Baker, ese era su verdadero nombre. Nació de la unión libre de su madre con un noruego, que no supo que Marilyn vivía, solo hasta que ésta era mayor. Su abuela materna y su madre fueron declaradas clínicamente sociópatas. Pasando las dos, temporadas en centros especializados en control de salud mental. Inclusive; su madre, que trabajó como tramoyista en el cine falleció internada. Marilyn vivió en orfelinatos desde los tres años, recordando que vivió con once familias diferentes en calidad de «sobrina».

El fenómeno sociológico que para la historia contemporánea representa Marilyn Monroe cubre todas las áreas: sexual, político, comercial, intelectual y artístico. Mirando a retrospectiva y con agudeza opinamos que Marilyn fue víctima del más inconsciente y deshumanizado proceso de explotación de la industria de Hollywood. Pero sobre todo de su historia familiar de la que heredó la más destructiva de las enfermedades de este siglo: La soledad.

Marilyn era amiga de sus amigos. Cuando Sukarno visitó Hollywood fue a saludarla especialmente, declarándole su admiración apasionada. Por este detalle la cautivó. Cuando las noticias dejaron saber que el presidente indonés iba a ser derrocado por un golpe de Estado. Marilyn, angustiada, pidió a Arthur Miller que hiciera un llamado a sus amigos intelectuales en el mundo para que defendieran públicamente a Sukarno. Naturalmente que Miller no le hizo el menor caso.

El 21 de mayo de 1962, cumpleaños del Presidente Kennedy, Marilyn hizo época apareciendo en el Madison Square Garden saliendo de un gran pastel para cantarle «las mañanitas» al presidente de Norteamérica, -dice Mailer- «La voz de Marilyn cuando cantaba para Kennedy, no era la voz de una cantante, sino la de una mujer que ha sufrido mucho y ha llegado al límite de sus fuerzas».

El hombre a quien le cantó y con quien la involucraron sentimentalmente sería asesinado pocos meses después de su propio suicidio. Ella admiraba en los Kennedy: La juventud y la perspicacia. Irónicamente John, Bob y Marilyn, dieron pie a rumores de infidelidad y los tres murieron en plenitud de sus vidas.

Sus agudas depresiones la llevaron a recibir tratamiento psiquiátrico, esto se acentuó a partir de los treinta, vivió treinta y seis años. Deteriorándose sus relaciones con Hollywood, quien ya pensaba dejarla hundir en virtud de sus frecuentes recaídas. El Dr. Greenson, siquiatra de cabecera de Marilyn, estableció una fuerte e influyente relación sobre la actriz, al grado de que celebraron un pacto de honor «llamarse entre sí» si alguno de los dos no podía con la tristeza y la soledad. «Me llamó el 4 de agosto de 1962, no me encontró y era la llamada de la que yo debía estar pendiente; me he preguntado muchas veces -escribiría después el sicoanalista-.

La verdad es que Marilyn nunca creció, llamaba a todos sus hombres «papás» y se firmaba «tu bebe» buscaba al padre que no tuvo. Niña nació, niña murió. No pudo ser responsable de su muerte. O, ¿acaso los niños deben ser castigados por los errores que cometen, por descuido de sus padres?

Correo:

notario177@msn.com

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RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

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