Columnas

Omisiones, costos y consecuencias

AGUSTÍN JIMÉNEZ

¡Innegable!, ¡Inevitable!, ¡Ineludible! Así es el tema que tanto ha circulado en los diferentes medios de comunicación en torno a la inseguridad en Culiacán y los hechos lamentables que ocurrieron a mitad de la semana anterior en los que un operativo exitoso se trastocó con una contraorden, priorizando así la salvaguarda y protección de civiles que quedaron en medio del fuego cruzado.

Este evento ha consolidado la polarización de las opiniones que tienen los diferentes sectores de la población en torno a la, de por sí polémica, figura del actual presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, quien asumió ser el responsable de una decisión tomada, según declaró, “de manera colegiada” con los mandos militares y civiles de nuestra nación.

Si pudiéramos repasar de manera cronológica los proscenios y entretelones que conformaron la situación, quizá y solo así podemos reflexionar sobre las aristas que construyeron uno de los días más negros en la historia contemporánea de México con respecto al fenómeno delincuencial llamado “crimen organizado”.

Si se ordenó el operativo para la captura del hijo del hombre más poderoso del mundo en el rubro que mencioné arriba, no se puede comprender que las autoridades responsables no hayan previsto la respuesta que iban a tener las células que hacen de Culiacán y sus zonas aledañas un territorio propio y bien controlado por parte de la familia de Guzmán Loera.

Tal vez, y eso en un momento dado pudiera ser aceptable, el Gobierno no imaginó el poder de fuego, el control y capacidad logísticos, la cantidad de recurso humano y las unidades que posee el cártel para dar una respuesta inmediata y buscar por todos los medios la libertad de Ovidio Guzmán.

En otras palabras, todo parece indicar que se subestimó la respuesta de los agredidos, quienes, en un alarde de soberbia y poderío entraron a la zona habitacional militar para someter a las familias de los soldados y empezar, con ellos como rehenes, la negociación con un gobierno que, a la postre, tuvo que “doblar las manos” y acceder a la liberación de un delincuente.

La noticia corrió como reguero de pólvora y, visiblemente turbado, AMLO no respondió a los cuestionamientos que le hicieron los reporteros al llegar al aeropuerto de Oaxaca esa misma tarde. “Mañana”, fue la respuesta cuando se le cuestionó sobre la postura oficial de su gobierno ante estos sucesos. Me hizo recordar al candidato frustrado que aparecía tras las dos derrotas electorales.

Ese lapso sirvió para que todos los opositores al gobierno –vale la pena aquí decir que sí hay opositores y no entiendo por qué aún no se les nombra así– buscaran y divulgaran en las redes sociales los recursos necesarios para mermar la figura de un político que, en números fríos, no ha podido cumplir la promesa hecha en campaña de, en seis meses, erradicar los hechos delictivos. Además de que se tuvo el tiempo suficiente para hurgar en las declaraciones del pasado del tabasqueño para demostrarle a él, principalmente, que “los toros no se ven igual desde la barrera”.

Creo que lo más doloroso para el mandatario es darse cuenta que se ha venido abajo o se está viniendo abajo la perspectiva romántica que nos vendió de un sector sufrido de la población al que las circunstancias burocráticas y la mala distribución de la riqueza lo obligaban a cometer delitos por estar “pisoteado por la bota inmisericorde de la corrupción” que hay en la cúpula política de este país y que él con su sola presencia, honestidad y autoridad moral le quitaría el yugo para llevarlo a vivir de manera honesta.

Me imagino que para estos momentos ya se enfrentó al despertar utópico.

Aplaudo que a la mañana siguiente haya asumido la responsabilidad de la decisión y que se haya buscado la paz y la seguridad de los sinaloenses, aunque eso tuvo un costo político para la imagen de México en el mundo, para la vida institucional del Estado mexicano y para la legalidad y la soberanía del país, esto último porque ya no será muy bien visto el eslogan de “nadie por encima de la ley”, puesto que el mismo Presidente cayó en algo considerado como “evasión de preso”.

Como colofón de esta primera parte, me resulta sorprendente que hayan aparecido los abogados de Joaquín Guzmán para agradecer al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos la liberación y el trato humano que recibió el aprehendido mientras estuvo en las instalaciones de seguridad, a la par de la llegada de más soldados a Culiacán quienes, como dijeron a los medios, no van a combatir al crimen organizado, solo van a garantizar la tranquilidad de la ciudadanía.

En resumen. Una estrategia con un punto de debilidad puso en riesgo la vida de una ciudad entera. El crimen demostró músculo y aprovechó esa debilidad para sacar partido. La oposición malamente está aplaudiendo el error de AMLO y éste vendió a los medios el rostro humano de su administración antes que la fragilidad de la estrategia quedando, así, como un héroe. Los abogados agradecieron el “gesto” y la Guardia Nacional no fue a combatir la inseguridad.

El mensaje se puso sobre la mesa y está más que claro.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

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licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

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Con Café y a Media Luz

Agustín JIMENEZ CERVANTES

“Omisiones, Costos y Consecuencias”

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