Columnas

Escándalo de un Presidente

RODOLFO SALAZAR GONZÁLEZ

El próximo mes se cumplirán 140 años del gran escándalo político que causó la acusación en la Cámara de Diputados contra el tamaulipeco Manuel González.

Manuel González, quien era presidente de la República, once meses antes de ser acusado. La denuncia ante el Congreso de la Unión fue por el cargo de malversación de fondos públicos durante su gestión presidencial, a la que llegó, por la influencia de su compadre Porfirio Díaz. A quien «el manco González», como cariñosamente lo llamaba México, entregó el poder en segunda vuelta, sitio donde don Porfirio permaneció por treinta años más.

Este fue el segundo escándalo al que se enfrentó en su vida política el General Manuel González, el primero, fue siendo presidente de la República, cuando convirtió en níquel las famosas monedas de plata mexicana.

Seis fueron los diputados, dice el historiador Cosío Villegas, que lo acusaron. Destacándose entre ellos el poeta Salvador Díaz Mirón y don Alberto García Granados que, ya lo adivinó usted, obedecían las órdenes de Porfirio Díaz. Legalmente la denuncia no llevó a González a la cárcel como debió ser; lo único que se buscaba era demostrarle a la Nación el poder de Porfirio al volver por segunda ocasión a la presidencia, demostrar que era el dueño absoluto de México y no como se llegó a pensar, que compartiría con Manuel González el poder público.

Sin embargo, la denuncia arrojó una verdad de gran utilidad para la historia, dejó al descubierto la inmensa fortuna que Manuel González logró amasar, según él, con su salario de burócrata, ¡diez millones de pesos! que en aquellos días se cotizaban en oro y que si hacemos la conversión de tal cantidad de dinero al precio actual del oro tendremos que darle la razón a la historia de que Manuel González era un individuo del que con justificada razón se llegó a dudar de su honorabilidad. Esto es independientemente de las enormes extensiones de tierra que «compró» durante su mandato. Para muestra están: nuestros municipios vecinos que aún llevan su nombre Manuel y González, Tamaulipas.

El desprestigio político que cayó sobre Manuel González demostró la enorme capacidad de manipulación que Porfirio Díaz tenía sobre la diputación nacional. Los periódicos de la capital y de la provincia se dieron vuelo haciendo leña del árbol caído. Por cierto, el periódico tampiqueño «El Telégrafo» atacando a Manuel González con dicterios demostraba su pasión porfiriana, por lo que se desprende que las contadas simpatías sobre don Porfirio en la ciudad no se hurtan, se heredan. Con el tiempo Porfirio Díaz perdonó a González, recobrando éste último su influencia en la dictadura gracias a su capacidad de olvido y a su filosofía personal sustentada en la genuflexión hacia el dictador mexicano.

Volvieron a ser inseparables como cuando sus grandes éxitos militares en la batalla del 2 de abril, en donde la historia no atribuye, como debe ser, los grandes méritos del General González para consumar la victoria del ejército de oriente. Es una realidad que Manuel González no le guardó rencor a Porfirio Díaz, por el contrario, le siguió demostrando acendrada lealtad. Al grado de que sus hijos acompañaron al desterrado a París hasta sus últimos días; donde Porfirio descansó en el sueño eterno.

Un documento que es importante hacer del conocimiento público es el telegrama que con motivo del asesinato del gran demócrata mexicano que fue el presidente Madero, ordenado por el felón Victoriano Huerta, Manuel González hijo envió a su hermano Fernando, quien vivía de planta con don Porfirio en París, el 22 de febrero de 1913, que a la letra dice: «Parece que zumba en los aires el eco inmenso de un suspiro de satisfacción nacional provocado por el derrumbe del sistema maderista». Documento que, aparte de cursi, denota una total complicidad de los hijos de Manuel González con el magnicida Huerta.

Los generales Manuel González y Porfirio Díaz simbolizan a la dictadura contra quien se levantó la sociedad mexicana en 1910, derrotando esta oligarquía inmisericorde, a quienes algunos trasnochados de la historia quieren ejemplificar como un gobierno en el que se ejercía el poder de forma directa y efectiva, sin mediar audiencia constitucional de por medio; el clásico juicio revolucionario que atribuyen a Pancho Villa y que el porfiriato oficializó con el «Mátalos en caliente».

Hay sectores de la sociedad que encuentran virtudes en el porfiriato argumentando que en esa época había orden, crecimiento y seguridad. Les quiero recordar como dato valioso para realizar un juicio crítico sobre el porfiriato, que uno de los mejores ejemplos de gobierno incorruptible señalan los estudios sin duda como el mejor al de José Stalin, a quien se le atribuye la nada despreciable cifra de más de 17 millones de revolucionarios sacrificados por sus órdenes cuando reclamaban un poco de pan y libertad.

Otra característica de este fenómeno de modernización ultra radical en la que está inmersa la sociedad de hoy es que algunos sectores privilegiados y beneficiarios de la dictadura del porfiriato han dejado sentir en diferentes sectores políticos y económicos que verían con satisfacción el regreso de los restos del dictador Porfirio Díaz a nuestro país.

Para justificación de mis letras aquí en Tampico, en la Plaza de la Libertad, tan llena de historia y luchas por la reivindicación de nuestro país, se encuentra en el balcón de un edificio propiedad de una distinguida familia de tampiqueños una estatua del «Llorón de Icamole», como también se le conocía a Porfirio cuando se soltó a llorar su derrota por esta batalla perdida.

e-mail.- notario177@msn.com

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