Política

Júbilo sin partido…

José Ángel Solorio Martínez

El Delegado nacional de MORENA en Tamaulipas, Ernesto Palacios, está acostumbrado a hacer las cosas al revés. Desde la cúpula. Sin mirar para abajo, como lo recomienda el Presidente, Andrés Manuel López Obrador. Por una razón: es más sencillo, trabajar desde arriba, desde la cima. El esfuerzo desde abajo, representa muchísima talacha y grande entrega. Al menos, tres municipios más, debió haber ganado el lopezobradorismo en Tamaulipas: Valle Hermoso, San Fernando y González. Se perdieron, por la ineficacia y la parálisis del representante del CEN en la entidad. Sumando los representantes de casilla en esos tres municipios, no llega en promedio a un 50 por ciento de cobertura. ¿Era responsabilidad de los candidatos? Sí. ¿Era obligación del Partido? Sí. ¿Era asignación del Delegado? Obligadamente. Sólo que en esas responsabilidades recaen con mayor peso en el enviado de MORENA, por la inexperiencia y la candidez de los candidatos en esa triada que pudo ser y no fue para el morenismo. Dos damas y un caballero, que resultaron excelentes candidatos pero que les quedaron chicos el partido y sus dirigentes –sobre todo el Delegado que es el Partido por la inexistencia de esa importante estructura en el estado–. A pesar del enorme manipuleo de los votos y los resultados, esa tercia de aspirantes dieron buenos resultados. No el Delegado, que los dejó morir a mitad del río. Ahora, ese sujeto que presume de los triunfos en Tamaulipas, pretende agrupar desde arriba a su partido. No desde abajo, que es donde se necesita. No hay Comités de Base. No hay Comités Municipales. No hay Comité Estatal. No hay estructuras partidistas legales y legítimas. No hay una Agenda Legislativa. No hay un programa de Gobierno municipal. Va para el año que merodea por la entidad el Delegado, y no se le ha visto trabajo alguno para aminorar esos déficits que siguen siendo la debilidad estructural más obvia de MORENA en la región. Pero eso sí: convocó a todos los ganadores –alcaldes, diputados y hasta precandidatos a la gubernatura– a una reunión que se le ha dado el pomposo apellido de unidad. La idea no es mala; lo patético, es que en su imaginación crea que eso es fortalecer a un partido que carece de institucionalidad y de instancias partidistas que puedan encausar las tareas político-administrativas que MORENA debe enfrentar desde este 2021 hasta cerrar el ciclo del 2022. Sin partido, no hay disciplina. Sin estructura, no hay legitimación de candidato alguno. ¿Cómo demonios, instrumentar políticas de unidad con una jerarquía partidista local sin legitimidad? Lejos de gastar energías en ese cónclave discreto, la autoridad partidista –es decir el Delegado– debería convocar a una asamblea amplia en donde se reflexione y se expliquen los por qué de los triunfos y los descalabros del lopezobradorismo en las microrregiones tamaulipecas. En sentido estricto, MORENA poco tuvo que ver en el grandioso talante ganador que hoy presume en Tamaulipas; en la mayoría de los municipios y distritos, ganaron los soplos de AMLO. Con ese Delegado, y su proclividad a la auto-complacencia, los morenistas tamaulipecos sólo pueden esperar que San AMLO, haga el milagro de nuevo en el 2022.

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