«Los bonillazos tamaulipecos»
MÉXICO BRAVO… Por Alberto Ídem.
«Los bonillazos tamaulipecos»
No hizo campaña política alguna y su nombre ni siquiera figuraba en las boletas. Lo que es más: colocaron publicidad estática espectacular suya, promoviéndolo para el puesto de elección popular que al final obtuvo, casi al límite del tiempo previsto para ello por la ley estatal electoral. Su partido le preparó el terreno para llegar al alto cargo, y de hecho le sirvió ese «huesote» en charola de plata. Cuando asesinaron al candidato del PRI a gobernador de Tamaulipas aquel lunes, justo a dos días de que concluyera el período proselitista, le allanaron el terreno a ese partido para colocar un substituto a modo, y el reemplazo no fue, ni iba a ser, quien era abanderado suplente del doctor Rodolfo Torre Cantú hacia el verano del año 2010, sino, por decisión de la cúpula priísta estatal, el propio hermano del malogrado aspirante: alguien que nunca en su vida había contendido para ocupar un encargo de representación ciudadana en el servicio público, como tampoco lo hizo esa vez. Porque Egidio Torre Cantú ni siquiera tuvo que contender colocando su nombre en las boletas (el tiempo para una reimpresión era totalmente imposible e impensable), pues para eso la cortísima propaganda del duelo, de la condolencia, del luto y la lástima, decía: «Votar por Rodolfo es votar por Egidio», o al revés. Y así fue como los tamaulipecos, al menos la mayoría de los que estando en el padrón y la lista nominal del IEETAM salieron a votar, eligieron como mandatario y por 6 años al último gobernador militante del tricolor que ha tenido Tamaulipas. Egidio Torre Cantú no tuvo que hacer ninguna encuesta o consulta ciudadana para saber si sus coterráneos lo querían a él en substitución del exsecretario de Salud: su designación fue por «dedazo» y en corto. Hay quienes aseguran que Egidio tenía ya la gubernatura en el bolsillo el día en que rindió protesta como candidato del priísmo. Haya sido como fue, el ahora exgobernador es el único que llegó a ser jefe del ejecutivo sin haber sido candidato propietario ni suplente: fue más bien substituto de última hora pero, eso sí, lo eligieron libremente en una jornada oficial de votaciones, en un proceso democrático. ¿Así o más Bonilla?
A las regidoras Sandra Cruz y Crystal González, y al regidor Pablo Leal, les tocó ser regidores «electos» por dos años en el pasado gobierno municipal de Ciudad Madero, que presidió Andrés Zorrilla. Lo de «electos» se pone entre comillas porque es un hecho innegable que, de toda la planilla registrada ante el órgano electoral rector de una votación municipal en Tamaulipas, el nombre del candidato o la candidata a presidente es el único que se lee en la boleta que se marca para sufragar, y aunque debe ser también irrefutable que por lo menos los parientes del resto de la «fórmula» para integrar un ayuntamiento sí estarían votando influenciados por el familiar, lo cierto es que con el aspirante ganador de los comicios, al final, «los ganones» son también, sin tanto esfuerzo, esos otros miembros de la lista presentada a la autoridad electoral. Pues bien: digamos entonces que fueron también electos, esos tres citados munícipes, por un período de 2 años, como se le señala ahora a Jaime Bonilla, el mandatario electo de Baja California. Pero los ciudadanos maderenses que hicieron ganar al actual alcalde y su planilla en la elección local de 2018 jamás votaron por Crystal, Sandra ni Pablo, panistas todos ellos al momento del proceso electoral (hoy en día Cruz es simpatizante de Morena, partido al que se mudó apenas en febrero de este año). Sucede que ellos tres se «avivaron», se lo ganaron o se granjearon al ahora exalcalde Zorrilla, que buscaba la reelección, y fueron designados en las tres primeras posiciones de su planilla el año pasado, por lo que obtuvieron, otra vez, la posición de ediles, pero ahora de representación proporcional (de «consolación», diría Chabelo). Prolongaron ellos su mandato, como autoridades municipales que de hecho son, de 2 a 5 años… como quiere hacerlo ahora Bonilla.
Y como lo hizo también este año, en la elección para renovar el Congreso de Tamaulipas, Joaquín Antonio Hernández Correa, quien ya había sido una suerte de prolongación de la descendencia de «La Quina» en el gobierno municipal de Ciudad Madero aquel año de 2002, cuando los maderenses le dieron el triunfo en las urnas y llegó a relevar en la alcaldía a su hermano mayor, el capitán de navío Juan Manuel, de los mismos apellidos, que ahora es miembro del mismo cabildo al que pertenecen los ediles Cruz, González y Leal, sólo que él sí de mayoría. «Joaco», como se conoce familiarmente al actual legislador reelecto y recién asunto, había sido ya diputado federal antes de ser alcalde, pero en ambos puestos, los de presidente municipal y congresista, lo abanderó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y no el PAN, como en estas dos veces seguidas. Y en Tampico, de 2 a 5, prolongaron también su estadía en el cuerpo edilicio dos munícipes, uno del Partido Acción Nacional y otro del Movimiento Ciudadano: Antonio Heredia y Néstor Luna. En el caso de ellos fue al revés de los regidores maderenses, ya que primero les tocó ser doblemente ganones: ante sus correligionarios por ir entre los primeros 3 de sus respectivas planillas, y ante la ciudadanía por haber obtenido, en consecuencia, sendos asientos (para no decir «huesos») no sólo sin el menor de los esfuerzos, sino además sin haber pertenecido al equipo ganador. El año pasado sí integraron la planilla ganadora que registró la coalición formada por el PAN, PRD y partido naranja. Prolongaron su mandato como lo hizo también, sí, por la vía legal de la reelección inmediata, doña Alma Laura Amparán Cruz, quien ha alargado su gobierno de 2 a 5 años sin necesidad de recurrir a consulta irregular ninguna, a diferencia de Bonilla, dado que la mayoría de los electores le dieron el «sí» en forma de votos a través de un proceso de votaciones oficial y doblemente avalado: por dos institutos rectores de comicios.