Presupuesto 2020
RICARDO MONREAL ÁVILA
La prueba de ácido de un gobierno emergente es su presupuesto.
Cómo obtiene sus ingresos y en qué los va a gastar es la forma más sencilla y contundente de conocer a un gobierno.
En otras palabras, dime cómo recaudas tus impuestos y te diré cuán depredador eres. Y dime en qué gastas el dinero de los contribuyentes y te diré cuán responsable o irresponsable eres.
El presupuesto de 2019 fue el último de la era neoliberal, y el del próximo año es el primero de la 4T. ¿Hay diferencias sustanciales? ¿En qué se distingue uno del otro? ¿Son lo mismo? ¿Dónde hay continuidad y dónde, cambio?
El de la 4T es realista: reconoce que habrá un crecimiento moderado, modesto y escaso en función de la economía mundial, que enfrenta un entorno recesivo y de incertidumbre comercial.
Es austero: porque reorienta el gasto público en tres rubros básicos (seguridad, energía y política social), y por vez primera en varias décadas comprime el gasto corriente del gobierno, es decir, el gasto en sí mismo.
Es fiscalmente responsable: porque no acude al endeudamiento público, prevé un superávit presupuestal, no crea nuevos impuestos ni aumenta los existentes más allá de la inflación, y se orienta a ampliar la base de contribuyentes combatiendo la evasión y elusión fiscales.
Tiene alma social: el mayor gasto en política social desde la creación del programa Solidaridad se empezará a registrar el próximo año. Actualmente, en al menos cuatro de cada 10 hogares mexicanos, existe un beneficiario de alguno de los programas insignia de la 4T, como el de Bienestar de las Personas Adultas Mayores, el de las personas con discapacidad, Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida, becas escolares, crédito agrícola y ganadero, etcétera.
Es un presupuesto para la productividad del país: al destinar partidas sustanciales al rescate de Pemex y la CFE, así como a la construcción de la refinería de Dos Bocas, al triángulo aeroportuario del Valle de México-Toluca, al Tren Maya y al Corredor Transístmico, entre otros 25 proyectos estratégicos. El presupuesto 2020 tiene un buen ingrediente de inversión para la competitividad y el crecimiento regional del país.
Es un presupuesto para la seguridad y la paz del país: se prevé de manera prioritaria el fondeo de la Guardia Nacional y la reasignación presupuestal de la estrategia de seguridad que se puso en marcha desde 2006 y que no ha dado resultado.
Los contrastes y las diferencias entre uno y otro presupuestos están a flor de hoja contable. Más dinero al pueblo, menos al Estado. Más beneficiarios directos de programas sociales, menos intermediarios corporativos o clientelares. Más dinero a los hogares pobres, menos condonaciones fiscales a los grandes corporativos privados. Más recursos al campo, menos a las obras suntuarias. Más medicinas en el sector público, menos privatizaciones médicas. Más apoyos a la escuela pública, menos deserción escolar. Más becarios, menos sicarios.
Los fundamentos macroeconómicos siguen de pie (control de la inflación, tipo de cambio flotante, tasas bajas, déficit controlado y equilibrio y mesura fiscales). Allí hay continuidad, pero no continuismo, ya que una de las vías principales de ejercicio del gasto neoliberal, conformada por la corrupción, el gasto público inflado y el gasto corriente dispendioso están ahora fuera del gobierno.
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@RicardoMonrealA