Octavio Paz
Que tenía la facultad, bendita virtud, de poder ver más allá de lo que comúnmente alcanzan a visualizar los dirigentes de la sociedad mexicana.
Uno de los poetas más importantes del mundo y que mayor influencia ha tenido en el México contemporáneo. Pero afortunadamente su obra, contenida en ensayos de autocrítica y crítica apasionada, así como su lira de poeta, está más presente que nunca en las nuevas generaciones, que interesadas en conocer el origen de las actuales desviaciones que sufre está patria agonizante profundizan en los ensayos de Octavio Paz; para encontrar dónde y cuándo se corrompió al parecer para siempre, el pensamiento político de México.
Octavio Paz era nieto del General Irineo Paz, un revolucionario del Estado de Morelos que formó parte del Estado Mayor del General Emiliano Zapata, con profunda emoción en el texto donde habla de su vida, Octavio Paz no puede ocultar la admiración que sintió por su abuelo a quien admiraba e imaginaba como un gigante que participaba en una lucha intestina buscando que los mexicanos tuvieran el derecho a la tierra, a la libertad y a la educación. Su padre del mismo nombre fue un abogado conservador, desafortunadamente, que no destiló como Paz pensó lo debió hacer, la herencia del General Irineo Paz.
Mientras uno de sus antepasados más queridos se incrustó en la aventura de la Revolución Mexicana que creó el Estado de legalidad después de la lucha armada, su padre insistía al estar al servicio de los descendiente de Lucas Alamán, que las cosas regresaran al paradigma original que provocó la primera revolución social en el mundo en el siglo XX.
Muy joven, igual que Borges, Octavio Paz tuvo acceso a una inmensa biblioteca en donde predominaban los libros escritos en francés. Significativo contraste éste entre Borges y Paz, el primero adoraba las letras inglesas, sentía orgullo haber aprendido primero la lengua de Jefferson que la de Cervantes. Paz en cambio dominó varios idiomas pero prefería el francés, lo confesó en una entrevista que le realizó Don Julio Scherer, que apareció en «El Ogro Filantrópico», este libro es quizá el más pedagógico que Paz escribió porque en su contenido está la proverbial definición que Paz hace del estado moderno. Lo mira como un Dios pero también como un Diablo. Es Paz un hombre que por mucho tiempo navegó en el proceloso mar de la inquietud que promueve la duda y que nos hace vacilar para decidir si nos declaramos en favor del orden y del cumplimiento de la ley o escogemos el sendero luminoso y solitario que implica la anarquía existencial.
La irrupción de Octavio Paz en el mundo de la cultura universal es sin duda ese viaje maravilloso que hace al interior del mexicano, no tan solo del que vivía en nuestro país en esa época, que vestía pantalones de manta y no utilizaba calzones. Es sin duda «El Laberinto de la Soledad». Este clásico de la cultura universal que es el reconocimiento que hace Octavio de la soledad en la que vive el mexicano en su drama personal de no saber quién es y por tal razón adoptar actitudes de macho y someter por medio de la violencia todo lo que se le resiste, es también una visualización de la fascinación que el mexicano empezó a sentir por ese mundo maravilloso que representaba los Estados Unidos.
Octavio Paz nunca se sintió atraído por el mundo adelantado y tecnológicamente avanzado que eran los Estados Unidos en la época de los 50″; cuando viajó a esa poderosa nación lo que mayor impacto le produjo fue ver en las calles caminar a decenas de mexicanos que habían transformado su manera de ser, de vivir y de evadir la soledad a la que Octavio Paz asegura el mexicano está destinado a padecer. Los mexicanos que Octavio observó con detenimiento y asombro en las esquinas de San Antonio eran los «Pachucos» ese híbrido humano que solo fuera de México, se mostró rebelde por medio de sus actitudes y de sus atuendos escandalosos, dejaron en Paz la convicción que el mexicano no había logrado madurar ni despegarse aun viviendo en Estados Unidos, de la madre que les dio la vida. Eran para Paz los mexicanos que protagonizaban a los «Pachucos» los hijos de la soledad, estaban en una patria que no los aceptaban, porque no eran originarios, pero el mayor drama que una tragedia griega, era que la patria de donde habían nacido, recibían el trato de extraños o de diferentes.
Uno de los méritos mayores de este notable poeta y ensayista, premio Nobel de la Literatura, es que supo valorar la importancia de la independencia que debe existir entre el príncipe y el intelectual. Muy joven logra incorporarse en el Servicio Exterior Mexicano y realiza una carrera brillante, alcanzando el grado de Embajador en la India.
La vida amorosa de Octavio Paz tuvo momentos lamentables pero fue compensado con la grandeza de encontrar al final una compañera que lo apoyó durante toda su vida, de origen francés que muy jovencita se encontró con la inquietud de conocer la cultura India sin saber que en esa aventura encontraría la otra parte de sí y con esto el acceso a la fama, al poder y a los centros culturales de mayores dimensiones en el mundo, Mary Jo. Antes Octavio había casado con una de las escritoras más importantes de México, Elena Garro, con quien procreó su única hija Helena Paz, que por cierto acaba de fallecer abandonada en una vieja casa de Cuernavaca rodeada de 29 gatos y una desgarradora pobreza.
Elena Garro es la autora de «Los Recuerdos del Porvenir» una novela portentosa, valiosa en su contenido y muy elogiada en los círculos literarios de Europa cuando se publicó. Fue llevada al cine y ocurrió el mismo drama que suele pasar cuando se comete el error de tratar de representar en el cine las imágenes que una novela contiene, la película fracasó. Lo mismo pasó con la película «Pedro Páramo», de Juan Rulfo. Como también se hundieron en el mar de la frustración y la derrota las primeras películas de García Márquez; con excepción de «El Amor en Tiempos del Cólera» quedé convencido que por primera vez algo de la magia de la escritura de Gabo se había logrado capturar con arte; la excelente actuación de Javier Bardem interpretando a Florentino Ariza que se mantuvo soltero durante más de 60 años esperando que Doña Fermina Haza le diera el sí para poder casarse con ella, es espléndida.
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Uno de los méritos mayores de este notable poeta y ensayista, premio Nobel de la Literatura, es que supo valorar la importancia de la independencia que debe existir entre el príncipe y el intelectual
Fuente: Expreso.press