El cuento universal de Borges
RODOLFO SALAZAR GONZÁLEZ
“La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita”.
Así empieza este cuento universal y lleno de simbolismos titulado el “Aleph” escrito en 1949, cuando Jorge Luis Borges se encontraba en un caudaloso remolino de confusión, frustración y un ingrato combate entre el mundo metafísico y erudito en el que vivía, contra la terca realidad mundana y cruel del Buenos Aires de su época en cuyo tiempo a la par del drama personal de Borges por su fracaso con Estela Canto. Surgía también una legendaria relación amorosa que inspiró al pueblo Argentino a confiar en esta pareja que alcanzó la presidencia de ese país. Me refiero a Eva Duarte y Juan Domingo Perón.
Conservador y manipulado por el espíritu aristocrático del que presumía Doña Leonor Acevedo, madre y cancerbera de la puerta para entrar a la vida de Borges, George convirtió por el hecho de ser descendiente de los que en su momento dieron su vida por la independencia de Argentina un desprecio inalterable por «Evita» a quien consideraba inferior como para intentar siquiera dirigirle la palabra. Naturalmente que Borges actuaba manipulado por su madre como siempre lo hizo y que él aceptó como una bendición, pues durante los 94 años que vivió Doña Leonor Acevedo de Borges, su hijo preferido hizo exactamente lo que Doña Leonor dispuso.
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