De política y cosas peores
Armando Fuentes Aguirre
Perdí una apuesta la noche del 15 de septiembre. No suelo apostar, ni jugar por dinero. Se me quedaron grabados para siempre unos versitos morales que aprendí en la escuela: «De la suerte nunca esperes / ni dinero ni ventura. / Trabaja, niño, si quieres / ser dueño de una fortuna». En esta ocasión, sin embargo, sí aposté. No mucho, pues tanto el amigo con quien hice la apuesta como yo venimos de familias de condición económica poco acondicionada, y no nos gusta tirar el dinero. Apostamos nada más 50 pesos. Y es que cuando López Obrador anunció que en la noche del Grito daría 20 vivas yo tuve la absoluta certidumbre de que uno de ellos sería: «¡Viva la Cuarta Transformación!». Mi amigo me contradijo. Estoy acostumbrado a que me contradigan: soy casado. Pero su desafiante opinión me llevó a apostarle en la seguridad de que me iba a ganar aquellos 50 pesos. Los perdí. El Presidente no sólo no aprovechó la patriótica ocasión para llevar agua a su molino, sino que todos los vivas que dio estuvieron muy puestos en razón, justos y merecidos todos. Me gustaron especialmente los que dedicó a los pueblos indígenas de México, a los padres y madres de la Patria y a los héroes anónimos cuyos nombres no figuran en la Historia pero que dieron también sus sacrificios y aun su vida para forjar a este país. Me pareció maravilloso que en la celebración hayan participado los 32 estados que forman la República, y que aportaron a la fiesta la riqueza de su folclor y su cultura. Ahí se vio la grandeza de nuestro pueblo, que hace frente a todas las adversidades con la belleza de su música, sus canciones y sus danzas. Diré ahora algo en lo que no hay hipérbole: la ceremonia del Grito que presidió López Obrador me pareció la mejor que ha habido en la historia de ese fasto; no sólo la más llena de entusiasmo y colorido, sino también -y sobre todo- de verdad. Aquí no hubo acarreados: la gente acudió por propia voluntad y aplaudió a su Presidente en forma libre y espontánea; le mostró no sólo apoyo, sin también aprecio. Cariño, más justamente dicho. Me conmovieron esas muestras. Pero, profesional como soy de la inquietud, también me preocuparon. En todo líder hay un oculto germen de peligro tanto para él como para los demás. La adoración de sus seguidores, que con frecuencia se vuelve vasallaje, puede hacerlo olvidar el verdadero fin de su misión y llevarlo a perseguir objetivos personales. Espero sinceramente que López Obrador no caiga nunca en eso. Ponerse por encima de la ley, atentar contra las garantías y derechos de sus gobernados, imponer su capricho sobre lo razonable, caer en la infame tentación de perpetuarse en el poder, todo eso lo llevaría al basurero de la Historia en vez de elevarlo al sitio que ocupan quienes han forjado a México siguiendo los ideales de la libertad, la democracia y la justicia. Si AMLO equivoca el camino esta bellísima celebración del 15 de septiembre quedará como un sueño frustrado y no como lo que realmente fue: una alentadora esperanza de unidad, progreso y paz. Aligeremos esta larga perorata con algunos breves chascarrillos. Un perro le dijo a otro: «Anoche mi novia y yo lo hicimos de hombrecito». Y un tigre a su tigresa: «¿Qué tal si hacemos el salto del hombre?».El torero le confió a su picador: «Sospecho que mi mujer me está poniendo los cuernos». «¿Por qué?» -preguntó al varilarguero. Explicó el diestro: «Cada vez que alzo el estoque el toro me reclama: ¿Qué? ¿Vas a a matar a un compañero? «. La linda chica le dijo a su galán: «Tú me invitas al cine sólo para hacerme tocamientos». «No es cierto -negó él-. La gente me vería». Replicó la muchacha: «Podemos sentarnos mero atrás». FIN.
Fuente: El Mañana