Columnas

Neolimanturismo

Rodolfo Salazar González

En el año de 1974 el que esto escribe conversó con el entonces subsecretario de Hacienda Gustavo Petricioli en sus oficinas de Palacio Nacional, la charla fue agradable y muy útil porque tuve la oportunidad de establecer relaciones personales con quien con el tiempo llegaría a ser secretario de Hacienda en el gobierno de Miguel de la Madrid y después embajador de México en los Estados Unidos en donde desempeñó un excelente papel como diplomático al servicio de los mexicanos.

La conversación fue en medio de llamadas telefónicas que Gustavo Petricioli contestaba en varios idiomas. Yo tenía conocimiento que al subsecretario Petricioli le encantaba el tango y el futbol, era un apasionado de este deporte y un fan recalcitrante del América, era de baja estatura y fumaba un cigarro tras otro, su charla era muy democrática porque me cedía la palabra con frecuencia, le interesaba saber cómo era la vida en Tamaulipas y sobre todo en Tampico, porque el motivo de mi visita era invitarlo para que dictara una conferencia magistral en el Auditorio de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Aceptó inmediatamente y acordó estar en nuestra ciudad el día y la hora que indicáramos. 

Cuando llegó a Tampico para dictar la conferencia nos acompañó a recibirlo don Fernando San Pedro que a la sazón era alcalde de nuestra ciudad, había llegado a la Presidencia Municipal por un partido de oposición, derrotando por primera vez al PRI en esta ciudad, lo vencería dos veces don Fernando al PRI, porque resultó electo al Congreso de la Unión derrotando otra vez al partido tricolor. La conferencia de Petricioli fue un éxito porque acudió toda la Universidad a escuchar al subsecretario de Hacienda discernir sobre la situación económica del país. Recuerdo que el organizador de este evento fue el entonces estudiante Alejandro Martínez Valencia, quien corriendo el tiempo llegaría a ser presidente municipal de Pueblo Viejo, Ver., realizando un gran trabajo como alcalde de esa ciudad con la que los tampiqueños tenemos un trato muy estrecho en lo comercial y lo laboral.

Recuerdo que al bajar con Gustavo Petricioli por las escaleras del Palacio Nacional, empezó a hablar sobre José Ives Limantour y el gran poder político que adquirió desde la Secretaría de Hacienda, afirmando que era tal su poder que don Porfirio Díaz para realizar cualquier proyecto de inversión o de gasto lo consultaba con frecuencia. «Estoy convencido que Porfirio Díaz lo consultaba para todo, el auge del porfiriato se sustentó en el poder de la Secretaría de Hacienda que adquirió con Limantour al frente».

Por último Petricioli aceptó venir a Tampico, no sin antes decirnos, que aparecer en público era aumentar el poder de la Secretaría de Hacienda, y que entre más fuerte fuera la Secretaría de Hacienda, más cerca estaríamos de Limantour, y eso al pueblo no le gustaba.

A partir de 1976 un pequeño grupo surgido de la burocracia financiera encabezada por Antonio Ortiz Mena llegó al poder político y accedió a la Presidencia de la República desde 1982 hasta estos días, todos ellos de perfil neolimanturista.

Hasta nuestros días, el secretario de Hacienda de Porfirio Díaz, José Yves Limantour Marquet (hijo de franceses) ha sido el paradigma de los financieros. Han transcurrido ya más de 102 años de que el proyecto económico de Limantour fue derrotado y aún los financieros modernos al servicio del gobierno siguen razonando sobre los principios fundamentales con que Limantour desde la Secretaría de Hacienda gobernaba: «Promover el comercio y la industria, suprimiendo algunas de las formalidades más nocivas». «Nivelar los ingresos con los egresos normales, reducir hasta el límite posible el personal para levantar la situación económica».

Fue claro que el proyecto de José Yves Limantour fue la de crear una Secretaría de Hacienda que fuera un instrumento eficaz para la oligarquía. La política hacendaria de Limantour como en general toda la política porfirista tenía cierta semejanza con la organización democrática griega: La libertad y la igualdad de los patricios, sobre el espinazo de la gran masa de plebeyos. 

Limantour tenía prisa por establecer una economía liberal en México. Lo hizo importando capitales, banqueros y otros hombres de empresa. Hizo una economía hacendaria, liberal, sólo para la minoría de capitalistas y banqueros, para los grandes comerciantes y, naturalmente, para algunos hacendados con características de señores feudales. 

Por eso uno de los perfiles de la obra de Limantour era la de hablar frecuentemente de crear confianza en la estabilidad del país. Una confianza no pensada en la mayoría de los mexicanos, sino en la minoría: Los grandes comerciantes, los capitalistas extranjeros y los hacendados. 

Una confianza que también buscaba mucho en los centros financieros del extranjero, no podía ser de otro modo, era algo de lo que necesitaba el falso régimen liberal del porfirismo, entre otras cosas porque los que necesitan más confianza son los falsificadores.

Lo peor de todo es que Limantour llegó a creer su propia ficción acabando como los actores que sienten como propias las emociones que representan. Llegando a aspirar a la Presidencia de México.

Cuando Porfirio Díaz se derrumbó, Limantour huyó a Francia, donde murió. Allá, en Biarritz recordó cuando siendo un jovencito Porfirio Díaz lo designó oficial mayor de la Secretaría de Hacienda el 27 de mayo de 1892, cargo en el que duró poco, porque de allí salió hecho diputado federal por el partido oficial para presidir la cámara en abril de 1892, desde donde brincó por fin a la Secretaría de Hacienda, donde permaneció largos dieciocho años dando «confianza» al país.

Los actuales funcionarios del sector oficial ante la falta de propuestas diferentes para convencer a la ciudadanía, han hecho del superávit financiero del gobierno de Calderón toda una filosofía triunfalista. 

Ellos parten de una premisa falsa: la de creer que la gente ve con simpatía el hecho de que exista un gobierno fuerte y un pueblo pobre. Pero en fin como en el caso de Limantour viven involucrados en el papel que desempeñan.

El espíritu de Limantour sigue presente. El pueblo también.

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