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Síndrome del nido vacío

Locuras Cuerdas

Jorge Chavez

Hoy es uno de esos días en que la política me causa indigestión existencial. Debo reconocer que la política es un insumo inevitable para conformar mis columnas; pero, ¿no te parece apreciado lector que es preciso y necesario hacer una variación ocasional en el tema? Pues te repetiré la letanía eventual para estos casos. Si lo que hoy quieres leer es de política, mejor deja de leerme y mueve tus ojos a otra columna del periódico que tienes en tus manos. Y si tu lectura es por cualquiera de las redes sociales existentes, pues simplemente para y a otra cosa mariposa.


Hay cosas más fuertes que el hombre más fuerte. Y una de esas cosas es cuando nos enfrentamos al síndrome del nido vacío (SNV). Bueno, esta afirmación incumbe solamente a aquellas personas que tienen un amor evidente y auténtico por sus hijos.


Los más despistados, los solteros, los casados sin hijos o los que tienen hijos aún muy pequeños probablemente no saben que los hijos son una gran fuente de satisfacción y también de preocupación y, cuando se marchan de casa, los padres pueden sufrir lo que se conoce como SNV.


Cuando uno tiene esta vivencia podrá comprender que no basta ser dichoso, es preciso estar contento. Y he ahí el detalle, diría Cantinflas. Esta experiencia que en este momento están viviendo muchos de mis conocidos y que yo en su momento ya la viví, se refiere a un conjunto de sentimientos que nada tiene que ver con la alegría de ser padre. Quienes la están teniendo en este momento comprenden que la experiencia de tener a los hijos está inevitablemente ligada a una dualidad: Los hijos se disfrutan pero también se padecen.


Este SNV, el que inexorablemente vivirán todos aquellos que se toman muy en serio eso de ser padres, está ligado a varios sentimientos: tristeza, vacío, soledad, melancolía, ansiedad o irritabilidad, los cuales experimentan los padres cuando sus hijos se marchan temporal o definitivamente de casa.
El sentimiento de soledad es el más importante de todos, y puede aparecer ante la ausencia de uno o varios de los hijos. Mis padres lo fueron de seis. La noción más cercana que ahora recuerdo del SNV en mis padres era cuando mis hermanos y yo estudiábamos fuera, la súplica amorosa de una llamada, cuando las llamadas costaban una fortuna.


Querido y dilecto lector, a bote pronto viene a mi recuerdo que el 6 de julio de 2014 Dios consultó su cuaderno de vencimientos, vio que le había llegado el plazo a mi madre, y murió mi madre. Con esa súbita ausencia de ella pagué con un dolor nostálgico el SNV que por mí experimentaron.


Y como pensar es el verdadero triunfo del espíritu, permíteme, sesudo lector, ejercitar mis neuronas en ese sentido; creo que cuando se presenta esta situación no hay más que ponerse estoicos y espirituales. Una opción eficaz es la oración. Orar es poner mentalmente el infinito de aquí abajo en contacto con el infinito de arriba. Perdón a mis amigos ateos si la fórmula les parece simplista, la verdad es que es muy efectiva.


Nuestros hijos algún día volarán. Eso está dentro de una saludable normalidad, aunque hay sus excepciones que merecen todo nuestro respeto. No podemos alterar ese futuro por un amor enfermizo hacia nuestros hijos que anhele tenerlos siempre a nuestro lado. No quitemos nada al espíritu humano; porque suprimir siempre es malo.


Es muy entendible que en este tenor el corazón humano repugne el vacío. Mi padre que era ingeniero civil decía que, es bueno hacer algunas demoliciones pero a condición de que le sigan nuevas construcciones. En una clara alusión a que si los hijos se van, ojalá sea siempre para ser mejores seres humanos.


Que el SNV es una de las crisis que enfrentan los padres de mediana edad, es totalmente cierto. Pero todas las situaciones críticas tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina. A quienes padecen este síndrome, este argumento les puede parecer muy simplista para resolver esta crisis, optimistamente agregaría que en la vida hay momentos en que la punta de una cuerda, un palo, la rama de un árbol, es la vida misma o la solución más óptima.


Cabe señalar que cuando uno está viviendo el SNV entra como un intruso a nuestra mente la prodigiosa habilidad del acaso. Ideas cómo: “Acaso no debí mandarlo tan lejos” y muchas otras que fluyen y son producto propiamente del vacío que la ausencia de un hijo amado produce cuando asimilamos que ya no está.


Dice el Mahabharata, libro milenario de la cultura hindú que el destino guarda a veces juegos ocultos que no esperamos. El síndrome del nido vacío no se contempla al inicio de la paternidad pero, hay realidades que aun y que sean invisibles, no por eso son menos reales. Disfrute todas las etapas de la vida de sus hijos.


El tiempo hablará.

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