Por: Mario Vargas Suárez
El origen etimológico del término como el título de hoy, es una palabra que viene del latín y emana del vocablo “pigmenta”, que bien puede traducirse como “tinte o pigmento”.
La Pintura es un concepto con varios usos y significados, ya que el término puede utilizarse para nombrar al material que permite recubrir una superficie con una o varias capas finas.
En otro contexto, La Pintura se ubica como una de las siete Bellas Artes, cuando hablamos de hombres y mujeres que han pintado al lienzo o lámina plasmando un paisaje o la figura humana.
Para los efectos de esta columna hemos de considerar a La pintura fuera del contexto artístico, por lo que nos enfocaremos a ella como material aplicable a una superficie que, cuando se seca, se convierte en una película sólida que recubre.
Hablamos de la pintura de brocha gorda.
Dicen los especialistas que entre los múltiples tipos de pinturas, pueden considerarse los barnices, los esmaltes, los selladores, los entonadores y las lacas.
La utilidad dependerá de la superficie en que se aplicará. Quizá valga la pena destacar que cada pintura, a su vez, está compuesta por diversos productos, como pigmentos, disolventes, plastificantes, aglutinantes, etc.
El tema de La Pintura como recubrimiento llega a este espacio por las reflexiones ciudadanas sobre el tema, puesto que visto como negocio, los tres niveles de gobierno son excelentes clientes.
La ciudadanía generalmente habla entre dientes de temas como La Pintura, casi sin que ningún funcionario de los gobiernos municipal, estatal o federal escuche lo que los votantes rumoran.
El mejor ejemplo es la llegada de un nuevo gobierno; aún del mismo partido político, que como concepto de imagen, pintan los edificios gubernamentales, desde el palacio de gobierno y todas las dependencias, incluye los tinacos que almacenan agua en la zona rural.
Bueno, hasta las piedras cambian de color en una nueva administración, como en el caso del Bosque Urbano de la Unidad Deportiva Siglo XXI, que con motivo del incendio ocurrido hace algunas semanas, se destinó un presupuesto que alcanzó para pintar las piedras de azul y blanco, con motivo del Día del árbol.
Viajando por alguna entidad federativa que desconozcamos, el solo ver los colores de los edificios públicos como escuelas, hospitales, unidades deportivas, etc., nos percatamos del partido político que gobierna ese terruño.
El Gobierno de la 4ª. T no es la excepción, a partir de diciembre del 2018 las dependencias federales en el país están mudando los colores de las fachadas a guinda, con la consabida tipología de los gráficos.
Cualquier especialista puede argumentar el tema de la imagen gubernamental y me parece válido. La concepción es diferente, si partimos del principio de la equidad e ideología, porque me parece que los gobiernos de México deben ser apartidistas, por lo que deben desaparecer los colores partidistas de los edificios públicos, para evitar proselitismo.
Independientemente del ‘negocio’ de La Pintura, que hasta la fecha desconozco se licite, los tres niveles de gobierno en México deben omitir el uso de colores del partido gobernante.
Cientos, miles de gobernantes de todos los tiempos, han declarado a los cuatro vientos que llegan a la Silla Grande por un partido, pero desde el punto de vista teórico, gobiernan para todos, sin que medie el partido, por lo tanto debieran recubrirse con colores diferentes a cualquier partido político.
Lamentable, pero la realidad es diferente… solo basta mirar la imagen de los edificios públicos.
En Tamaulipas incluso nació un Servicio Mecánico Gratuito al turismo llamado Ángeles Azules, sin sustituir a los Ángeles Verdes del gobierno federal que nacieron en el 15 de septiembre de 1960 con la administración del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).