VIDAS DISTANTES
POR: RODOLFO SALAZAR GONZALEZ
El Presidente Juárez y el General Porfirio Díaz son los personajes centrales sobre los que
gira el período moderno de la Historia de México, constituida por dos prolíferas etapas en las
que Juárez y Porfirio son artífices y protagonistas: «La República restaurada» de 1867 a 1876 y
«El Porfiriato» de 1876 a 1911 respectivamente.
La «República Restaurada» se inicia el 15 de julio de 1867, al entrar el Presidente Juárez a
la Capital de la República, vencedor de la intervención imperialista y de la reacción
conservadora. Los Capitalinos le brindaron una cálida recepción; similar a las que en su tiempo
recibirían Madero y Vasconcelos por sus simpatizadores políticos.
Un cronista del «Monitor Republicano», influyente diario de la época escribió: «Bienvenido
en nombre de la Patria, haced cumplir la Constitución sobre la pena de muerte, estableced la
Hacienda, organizad la instrucción pública, reformad el Ejército Nacional, emprended mejoras
materiales, sois responsables ante Dios, ante la Patria y la posteridad; que Dios os ilumine».
El pueblo de México está orgulloso de su militancia Juarista, la hace pública, sin ambages.
Es un honor para el mexicano de nuestro tiempo conocer y respetar la historia del Presidente
Juárez. Sin embargo, de Juárez no se ha dicho toda la verdad a las generaciones del presente.
De su personalidad se conoce entre otras cosas: Su estoicidad, su solemnidad, la seriedad en el
vestir y la parcidad en el hablar. Incluso vemos más al héroe que apoyado en la justicia y la
razón forjó la Patria que vivimos, a una forma de entelequia nacional que nos ha proyectado la
voz oficial, con todas las desventajas que esto conlleva.
Del Presidente Juárez no se ha dicho por ejemplo: Que más que un estadista, era un
hombre de principios, que no es lo mismo y es mejor. Que era un estupendo y consumado
político, llevando dentro de su ser la pasión devoradora de la política. Que contaba con la
condición de que el politicastro de nuestros días carece: Ser flexible y conciliador. Él es el
creador de la política de «Conciliación Nacional» que la historia atribuye a Porfirio Díaz como su
mejor Galardón.
¿Por qué decimos esto de Juárez? Por la convicción que se desprende al estudiar su vida,
que su permanencia en la presidencia de la República durante los momentos más difíciles que
México ha vivido, actuando entre los mejores hombres que han nacido en este País; sólo pudo
lograrlo merced a un formidable dominio del oficio político, siendo activista, convirtiéndose en
hombre de enlace, en un político natural que resiste el peso de la adversidad para vencerla. Y
después ejercer con altura e inteligencia, sin los traumas que causa el vasallaje y la abyección,
el poder político. Juárez tuvo presente que para conservar el poder, hay que hacer coherente lo
posible con lo deseable.
Lerdo de Tejada, Zarco, Altamirano y hasta el nigromante Ramírez, llegaron a estar en
contra de él y a favor de Porfirio Díaz. Juárez los dejó ir, y les permitió volver cuando
convencidos de que el mejor hombre para dirigir la Nación era precisamente al que retornaban.
Solamente un político con independencia mental y fuerte estructura conciliatoria es capaz de
asimilar los intereses que han estado en su contra.
Pero volvamos al cronista del «Monitor Republicano» quien remató su artículo elogiando al
Presidente Juárez en su entrada triunfal a México, escribiendo: «Esta noche va a ser esplendida
la iluminación de la Alameda y la luna va a encender su lámpara en el cielo».
Diez años después, el mismo cronista de sociales con motivo de la asunción al poder
presidencial de Porfirio Díaz, escribió: «El tiempo impidió que la fiesta fuera tan brillante, el
banquete de la Alameda se interrumpió por un chubasco furioso, y también impidió la
iluminación de las calles». Era la pura mala suerte de Porfirio. Ni modo, contra la naturaleza
nadie ha podido; y menos ahora que la imagen de Benito Juárez regresó a los Pinos, en el salón
principal de donde lo sacaron los conservadores de hoy en día en el año 2000 representado por
el lenguaraz Vicente Fox que se transformó en soldado del PRI para proteger sus intereses.
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