Columnas

SIETE Y GALEANA

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

La primera vez que vi y traté a Miguel de la Rosa, fue hace aproximadamente veinte años; yo ya había escuchado hablar de él, tenía referencias precisas de su habilidad para hacer política y de su marcada inclinación a promover reuniones en su casa que tenía en el Distrito Federal, en donde fundamentalmente convoca a políticos tamaulipecos arraigados en la capital de la República.

         Nuestro contacto inicial fue con motivo de una cruzada política en la que en ese entonces participé para llevar a la presidencia del comité municipal del PRI de Tampico a un aspirante frustrado a político. Miguel de la Rosa era el delegado del PRI en nuestra zona, y en ese carácter fue que entró en contacto con el grupo  al que yo estaba integrado para tratar de disuadirnos en el intento de presionar al PRI estatal para que designara dirigente en Tampico. A esta persona Miguel, se presentó ante nosotros con una «lap top» colgada al hombro e inmediatamente inició una disertación sobre la materia política, haciendo constantes referencias a clásicos de la ciencia política y a autores modernos que en ese entonces predominaban en la conceptualización de los juicios políticos y de la forma de resolver los litigios sociales que originan las confrontaciones dentro del universo ideológico. Demostró ser un hombre talentoso y preparado.

         Pero había algo en el que lo diferenciaba de toda la «fauna» política que está circunscrita a los corredores en donde se hace actividad política vinculada al partido Revolucionario Institucional:         No obstante que se le notaba un esfuerzo por construir un discurso conceptual, su lenguaje estaba en algunos aspectos matizado con referencias literarias, amen claro está,  de su característico estilo, propio de los naturales de Matamoros, Tamaulipas.

         Por esta razón no me sorprendí cuando Miguel de la Rosa puso en mis manos su primera novela a la que denominó Siete y Galeana, que es una visión en corto de un universo de profundas dimensiones que le calaron contundentemente durante su infancia. Infancia es destino. Por eso la obra de Miguel de la Rosa penetró con profundidad en la opinión de los que tenemos por norma leer todo lo que trate sobre literatura que describa las fortalezas, las debilidades, y las vicisitudes que el hombre sufre en el proceso evolutivo de su existencia.

         Siete y Galeana es una obra que no dudo en calificar como un fenómeno cultural que dejo un rastro imborrable en la historia de la producción literaria que se genera en Tamaulipas. Creo aún que Siete y Galeana es una novela que resiste el peso de la opinión de los más sesudos críticos que sobre esta materia realizan su diario trabajo.

         Por esa razón conviene decir aqui, que Miguel de la Rosa formo parte de esa escasa serie de hombres que están tocados por el don de la creación, y que por que no sé, porque razones del destino, están metidos en asuntos políticos. Si lo sé, es el afán de  conquistar el poder, de gobernar su ciudad, o porque no el estado. Esa es la razón de Miguel que explicada su militancia en el PRI.

         Pero el tema fundamental de estas letras es recomendarles muy ampliamente a todos los jóvenes que están involucrados en el arte maravilloso y fantástico de la lectura, que lean inmediatamente sí no lo han hecho, la opera prima en las letras, de Miguel de la Rosa: Siete y Galeana. Que es una trama en la que ocupa un lugar preponderante la abuela de Miguel, a quien el llama cariñosamente en su novela: La abuela Lala.

         Y que como en otros ilustres casos de escritores que han sido reconocidos por la crítica mundial como fenómenos de la literatura, les sirve a Miguel de la Rosa como una fuente magnífica en donde abreva toda la imaginación que le permitió escribir con un estilo excelente y emotivo, así como fácil para comprenderlo su primera novela: Siete y Galeana.

         Descanse en paz Miguel de la Rosa Medrano.

E-mail.- notario177@msn.com        

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