LETRA PÚBLICA RODOLFO SALAZAR GONZALEZ
Vasconcelos acostumbraba comentar entre sus amigos que lo escuchaban con atención: «Un siglo es apenas una chispa del tiempo», con esto, el maestro de América ilustraba a sus interlocutores para que comprendieran que el hombre tenía que utilizar el poco tiempo que disponía en los años que le tocaban vivir en algo que fuera trascendente y que formara parte de la contribución que los pensadores deben entregar a la humanidad para que sus naciones correspondientes alcancen el peldaño final para entrar en el mundo de la civilización y dejar atrás la barbarie por medio de la cultura y la educación. Si algún mexicano llegó a entender la barbarie que significa la ignorancia y la falta de instrumentos para combatir la adversidad que significa y la explotación del hombre por el hombre, fue Vasconcelos; entendía como la escenificación de la explotación que durante siglos se hizo de los indígenas. Por esa razón creó las ilustres legiones de intelectuales, escritores y poetas, para que en una especie de Prometeos enseñaran a los indígenas que eran seres humanos y por lo tanto los reyes del universo.
Otro nacional que su vida la entregó a estudiar a los indígenas en su comportamiento y medios que se valían para lograr superar los peligros que existen en su hábitat natural fue Fernando Benítez. Nunca terminaremos de sufragar a Benítez su inmensa labor de investigación que realizó sobre los indígenas de México y que acrisoló afortunadamente en una obra de 4 tomos conocida como «Los Indios de México». Fue un destacado intelectual que al igual que el maestro Alfonso Caso, (creador éste último del Instituto Nacional Indigenista) que denunció hasta el fastidio según sus propias palabras (de Benítez) la explotación de la que eran víctimas los indígenas chiapanecos. Fernando Benítez, era considerado el jefe del grupo de intelectuales que en los 70’s se apoderaron de todas las secciones culturales de los periódicos y revistas más importantes de todo el país, entre ellos Carlos Fuentes, Monsiváis y José Emilio Pacheco por decir algunos.
«Yo solo soy un periodista», así era como se definía cuando algunos reporteros europeos lo entrevistaban otorgándole la categoría de antropólogo por lo profundo de su conocimiento de los indígenas. También es Benítez el autor de que María Sabina alcanzara fama universal, por su conocimiento sobre los hongos alucinógenos y su capacidad para guiarlos a los que viajaban por la sicodélica de los efectos del peyote. Es tan grande la fama que levantó en el mundo María, Sabina Merced a Fernando Benítez, que se asegura que entre sus seguidores y consumidores del peyote llegaron a visitarla: Bob Dylan, John Lenon, los Rolling Stones, Aldous Huxley e incluso el mismísimo Walt Disney. Existe una leyenda en la que aseguran que John Lenon afirmó: «Que gracias a María Sabina por primera y única vez en su vida vio el mar, el verdadero, el que se sitúa entre el cielo y la tierra, entre el cuerpo y el alma».
Los indígenas mexicanos son todos aquellos descendientes directos de las poblaciones originarias de determinadas regiones en el país, que conservan su lengua original, sus tradiciones, sus costumbres, sus formas de gobierno, su conocimiento perfecto de la naturaleza y su maravilloso concepto sobre la magia. Esos son los indígenas mexicanos, personajes mágicos, aferrados a sus orígenes y a su identidad, que aún siguen siendo víctimas de los neocolonizadores como desde hace 500 años.
Dentro del contexto social y económico en el que México ha incurrido desde la Revolución Mexicana, puedo afirmar, tratando de llegar al fondo que el indígena mexicano no se enteró ni supo de la independencia de México, ni de la Reforma. En ésas regiones como Oaxaca perdura un anacrónico feudalismo como si se tratara de una isla alejada del mundo contemporáneo, donde se siguen practicando formas inhumanas de explotación, siendo el más moderno en éstos días el de la alcoholización; los finqueros pagan a sus indígenas con enormes botellas de caña brava que los enloquece y con el consumo permanente los va dejando ciegos.
Si nos preguntarán: ¿Qué es un indígena?, difícilmente alguien podría contestar con la verdad. Solo Fernando Benítez se acercó a la verdad diciendo: «No se llaman mexicanos, no lo son, son huicholes o mayas, o tarascos, o chamulas, o taraumaras, o yaquis, o Tzotziles. Lo que es una verdad es que dentro de su universo étnico están ligados entre sí de un modo fraternal.
El 1 de Enero de 1994, brotó el levantamiento indígena en San Cristóbal de las Casas, con un ejército de militares indígenas que se autodenominó «Ejército Zapatista de Liberación Nacional», y se levantó en armas en contra del supremo gobierno encabezado en ése momento por Carlos Salinas de Gortari. La noticia le dió la vuelta al mundo. Afortunadamente al frente de éste movimiento indígena militarizado y con un proyecto de gobierno estaba un hombre blanco, con el rostro tapado, inteligente, creativo, sensible, humanista, poeta y con un discurso que causó un impacto en toda la población mexicana, por que utilizaba una cadencia en la que no existía la estridencia, ni la demagogia, mucho menos la simulación, cuando explicaba que las razones de levantarse en armas era con la idea de que por primera vez fueran escuchados: «los que no tenían nombre, los que no tenían voz, los que no existían y que siempre habían sido explotados a lo largo de todos los tiempos». Recomendando que la única forma de hacer un gobierno en el que todos encontráramos el efecto que nos produce la confianza y la esperanza, era que los Presidentes de México deberían de mandar obedeciendo.
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