Opinión con sentido
EL ERROR DE DICIEMBRE DE 1994: EL COSTO DE LA INEXPERIENCIA
A tan sólo doce días del cambio de poderes en México, se percibe nerviosismo entre los diferentes actores políticos y la sociedad civil, entre los empresarios y los mercados. Y parece natural ante el cambio de rumbo que podría vivir el país; sin embargo, ha habido circunstancias que han motivado ese nerviosismo, como la cancelación del nuevo Aeropuerto Internacional de México, en terrenos de Texcoco, así como el anuncio en la reducción de las comisiones bancarias, anuncio que provocó la caída de la Bolsa Mexicana de Valores y el aumento en la cotización peso-dólar.
Y que mejor momento para recordar algunas citas sobre lo ocurrido en aquel diciembre de 1994, del texto de Carlos Salinas de Gortari, “México: un paso difícil a la modernidad”, ante la posibilidad de que pudiese volver a ocurrir, ante las contradicciones económicas que hoy se están viviendo en México y que ya han generado altibajos en la economía nacional. Y así, pues, expuso el ex presidente el análisis de aquellos aciagos días, que le comparto, pues podría ser el punto de partida para un análisis economicista de esta transición del ejecutivo federal.
“A las 12:30 horas del último día de noviembre de 1994 se anunció el gabinete del presidente Zedillo. De inmediato la Bolsa Mexicana de Valores, tras dos semanas de alzas continuas que acumulaban casi 10% de ganancias, inició una caída que continuó hasta la fatídica devaluación. ¿Por qué cayó la Bolsa? Los inversionistas financieros reprobaron el nuevo gabinete. Lo consideraban «inexperto» y recriminaban la ausencia de Pedro Aspe en la cartera de Hacienda. Durante varios años Aspe había construido un capital de credibilidad y confianza.
Cuarenta y ocho horas después, y sin que el nuevo gobierno atendiera esta llamada de atención de los inversionistas, se inició el desmantelamiento del servicio civil de carrera en el área financiera del gobierno federal. Para empezar, consumado el relevo de Aspe fueron removidos todos los miembros del segundo mando en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público los tres subsecretarios, el de Hacienda, el de Egresos y el de Ingresos, el Procurador Fiscal y más adelante el Tesorero de la Federación. Por primera vez en la historia moderna del país, también fueron relevados casi todos los miembros del tercer mando de Hacienda, es decir, casi todos los Directores Generales, base de ese servicio civil. El 90% debió renunciar a sus cargos en forma inmediata, entre ellos los directores generales de Crédito, Planeación Hacendaria, Banca de Desarrollo, Banca Múltiple, Seguros y Fianzas.
Los sustitutos no fueron nombrados oportunamente- durante más de dos semanas el mando financiero quedó sin directores generales de Crédito y de Planeación Hacendaria. Lo mismo sucedió en áreas tan sensibles y delicadas como las de tributación, presupuesto y control fiscal, donde las remociones fueron tan inmediatas como generalizadas.
Pero la obra de destrucción no concluyó ahí. Por distintas razones también dejaron sus cargos servidores públicos en el cuarto y quinto mandos de la Secretaría de Hacienda: 79 directores de área y 176 subdirectores fueron removidos. Por último, algunos funcionarios clave para la operación del mercado de dinero y de valores fueron sustituidos, entre ellos el director general de Nacional Financiera y los presidentes de la Comisiones Nacionales de Seguros y Fianzas y del Sistema de Ahorro para el Retiro.
¿Por qué este desmantelamiento de un servicio civil que había probado su eficacia para mantener la estabilidad de precios y del tipo de cambio? Algunos altos funcionarios del gobierno de Zedillo que participaron en esos eventos lo atribuyeron a la expresa intención presidencial de borrar todo vestigio del equipo de quien fuera mi secretario de Hacienda, blanco de la permanente animadversión de Zedillo desde varios años atrás: el doctor Pedro Aspe. Para el primer círculo del nuevo gobierno, resultaba imperioso responder de manera perentoria a los reclamos del Presidente, entre otras cosas porque la lucha para sucederlo se había desatado desde los primeros días de su gobierno.
El 9 de diciembre de 1994, en cumplimiento del mandato legal, el nuevo gobierno presentó ante el Congreso las iniciativas de Ley de Ingreso y Presupuesto de Egresos de la Federación. En cumplimiento de la Ley de Planeación, las iniciativas debían acompañarse del documento de «Criterios Generales de Política Económica para 1995». Este documento estaba firmado por el presidente Ernesto Zedillo. Los textos fueron integrados por un equipo de economistas profesionales encabezados por Zedillo. Al firmarlos, el Presidente reconoció que el documento representaba un análisis cuidadoso.
Por eso afirmó: en este documento se consideran los elementos generales de la política económica para 1995. Esta política está sustentada en el análisis de la situación actual de la economía mexicana, de las condiciones internacionales que enfrenta el país, de los retos y oportunidades que se presentan, así como de los objetivos y propósitos que en las presentes circunstancias es viable y conveniente adoptar. En el apartado “Política ECONÓMICA, EL Presidente incluyó un diagnóstico claro y objetivo de lo acontecido en 1994, el último año de mi gobierno.
Se estima que el PIB alcanzará para 1994, un crecimiento de 3.1%, no obstante los trágicos acontecimientos acaecidos en el ámbito nacional. Además la inestabilidad de los mercados internacionales propició un repunte de las tasas de interés y un aumento en la paridad cambiaria, dentro de su banda de flotación.
Las percepciones reales de los trabajadores registraron en promedio una recuperación moderada. En particular, las remuneraciones reales medias del personal ocupado en la industria manufacturera aumentaron en un 4.2% entre enero y septiembre de 1994, en relación con el mismo lapso del año anterior.
Para el cierre de 1994, se estima una inflación anual del 6.9%. Éste es el nivel más bajo de los últimos 22 años y es menor, en 1.1 puntos porcentuales. a la inflación de 1993.
En materia de finanzas públicas, se estimo que se obtendrìa un equilibrio en el balance económico, es decir, el año concluirá sin déficit. Este equilibrio permitirá que, al término de 1994, el saldo de la deuda pública neta, consolidada con el Banco de México, se mantenga en un porcentaje del PIB similar al del año anterior, que se ubicó en 22%. Como se ve al final de estos párrafos, Zedillo hace referencia al saldo de la deuda pública y reconoce su bajo nivel. Nótese que, a pesar de saber que los Tesobonos formaban parte de esa deuda, Zedillo no hace ninguna mención a ellos.
La evaluación sobre el último año de mi gobierno prosigue: las exportaciones continuaron aumentando a tasas elevadas y en los primeros nueve meses de 1994 las no petroleras aumentaron 20.5% en relación con las del mismo período del año anterior. Destaca de manera especial el comportamiento de las exportaciones a los Estados Unidos que, a lo largo del primer año de vigencia del TLC de América del Norte, ha mantenido tasas de crecimiento de más del doble de las registradas por las exportaciones del resto del mundo al mercado estadounidense. Las importaciones, a su vez, crecieron en un 19.9% entre enero y septiembre de 1994, en relación al mismo período del año anterior. Esta tasa de crecimiento es inferior a la experimentada por las. exportaciones no petroleras.
A continuación, como parte del diagnóstico, Zedillo se refiere a la balanza de pagos y el flujo de capitales del exterior. Aquí sus afirmaciones todavía son congruentes con lo que él mismo había sostenido como secretario de Programación y Presupuesto en las reuniones de gabinete económico durante mi gobierno. También son congruentes con lo que expresó en sus comparecencias como miembro de mi gabinete ante el Congreso de la Unión y en sus entrevistas como candidato en campaña presidencial.
Ante las perspectivas favorables de la economía, el país ha atraído montos importantes de ahorro externo durante los últimos años La entrada de capitales es el factor fundamental que ha determinado la evolución de la cuenta comente en los últimos años Destaca especialmente el comportamiento de la inversión extranjera Durante los primeros l0 meses de 1994 se captaron, por este concepto, 10,142 millones de dólares, sin incluir los flujos de capitales que participan en el mercado de dinero La inversión extranjera acumulada superó en octubre de 1994 la meta prevista para el periodo 1989-1994 en 116%, En total, la cuenta de capitales tuvo un superávit de 14,313 millones de dólares durante los primeros nueve meses de 1994.
Este considerable ahorro externo explica que la cuenta comente registre un saldo deficitario de alrededor de 28,500 millones de dólares, de los cuales 17,500 corresponderían a la cuenta comercial.
Debe observarse que Zedillo explica el déficit en la cuenta corriente como resultado del flujo de capitales: «La entrada de capitales es el factor fundamental que ha determinado la evolución de la cuenta corriente en los últimos años», afirma. Además, en ningún momento considera que esos capitales fueron dañinos para el país; al contrario, los cataloga como «inversión extranjera» y el tono con el que suscribe las referencias al desempeño de esa inversión resulta elogioso. Finalmente, Zedillo reconoce que las reservas internacionales con que inició su gobierno eran suficientes para cubrir el déficit de la balanza comercial «durante casi un año»:
Al primero de noviembre, las reservas internacionales del Banco de México se ubicaron en 17,242 millones de dólares, monto suficiente para financiar, a sus niveles actuales, el déficit de la balanza comercial durante casi un año.
En realidad, para entonces el año ya había transcurrido -restaba sólo el mes de diciembre- y ese déficit ya se había cubierto, por lo que las reservas que menciona Zedillo le daban un margen importante a su gobierno, al permitirle cubrir un déficit similar durante el año siguiente.
En este documento Zedillo no califica como preocupante al déficit en cuenta corriente ni expresa que las reservas internacionales fueran insuficientes. Además, cosa muy importante, no hay ninguna referencia a los Tesobonos. Se trataba de un diagnóstico ponderado y objetivo sobre la situación en la que recibió la responsabilidad del gobierno. La evaluación fue hecha bajo la firma presidencial y ante el Congreso de la Unión, por lo que el compromiso de veracidad era mayúsculo.
A partir de este diagnóstico Zedillo propuso metas de política económica para 1995; en ellas ratificó la continuidad de la política llevada hasta entonces. Afirmó que dichas metas derivaban del «análisis de los problemas y oportunidades del país». Así, en los documentos enviados al Congreso, Zedillo propuso para 1995:
• Consolidar la estabilidad de precios, mediante una reducción de la inflación, para situarla, en 1995, en 4%.
• Iniciar una etapa de mayor crecimiento, con una tasa de aumento de la actividad económica del 4% en 1995, que se refleja en una mayor generación de empleo
• Alcanzar un aumento permanente y continuo, a partir de 1995, en el ingreso real de los trabajadores y en el bienestar de las familias mexicanas.
Estos tres objetivos generales serán la base de la política económica que propondré en el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000. Dichos objetivos son realistas, y junto con el análisis de los problemas y de las oportunidades del país, forman parte del marco de referencia para las propuestas que hoy presento a esta soberanía.
En estos Criterios Generales de Política Económica, Zedillo no expresó gran preocupación por el monto de ahorro interno, aunque reconoció que era necesario elevar el ahorro popular, Consideró que el flujo de ahorros externos que ingresaban al país obedecía a «las condiciones favorables de la economía».
Así lo expresó: el aumento de la disponibilidad de crédito se sustentará en el sano crecimiento de la economía, en la disciplina fiscal, en el Sistema de Ahorro para el Retiro, SAR, en el fomento de la cultura del ahorro popular y, en general, en la congruencia del programa económico y la perseverancia en su aplicación. Así, la generación de ahorro interno se verá complementada con los flujos de ahorro externo atraídos a nuestro país por las condiciones favorables de su economía. Gracias a lo anterior, las empresas contarán con recursos suficientes para financiar tanto su operación como las nuevas inversiones.
Hay que notar que Zedillo hace énfasis en la necesaria «congruencia del programa económico». Y agrega una verdad de una importancia determinante: «la perseverancia en su aplicación». Parte fundamental de la crisis radicó precisamente en el abandono de estas consideraciones esenciales.
Más adelante, Zedillo presenta su propuesta en materia de balanza de pagos. Ahí se propone para 1995 metas «similares a las registradas en 1994». Esto confirma que los déficit de la balanza comercial y de cuenta corriente no eran una preocupación para el equipo de economistas profesionales que diseñó el proyecto zedillista.
Así lo hizo saber el mismo Zedillo ante el Congreso: “De esta forma, las exportaciones serán un elemento importante en la recuperación sostenida de la actividad económica. Las importaciones, a su vez, continuarán reflejando el proceso de modernización de la industria nacional. Se estima que el déficit de la balanza comercial equivalga al 4.0% del PIB y el déficit en cuenta corriente al 7.8%, también del PIB. Ambos porcentajes son similares a los registrados en 1994”.
Zedillo aborda entonces el tema del tipo de cambio. Ahí sostiene que la política cambiaria no requería modificación. Y va más lejos aún al afirmar que el manejo de la política cambiaria durante mi gobierno le otorgó a las nuevas autoridades un margen de maniobra compatible con la inflación para 1995. Las palabras de Zedillo al respecto son contundentes: …la política cambiaria mantendrá la banda de flotación establecida. En este marco, la evolución de la paridad ha otorgado a las autoridades financieras un margen de maniobra para enfrentar problemas transitorios, que es compatible con la meta de inflación para 1995.
Zedillo concluye el documento con una clara afirmación: el análisis objetivo de los eventos de 1994 me permite vislumbrar el futuro con optimismo….Propongo un programa económico para 1995 prudente y comprometido.
Para el miércoles 14, Jaime Serra confirma ante el Congreso el reconocimiento a la política económica anterior. La palabra empeñada por el presidente Zedillo ante el Congreso fue clara, explícita y firme. Cuando menos, así pareció en esos momentos. El equipo de Zedillo compartía de manera plena las convicciones del Presidente. El nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche; se presentó el 9 de diciembre ante la Cámara de Diputados para presentar esas iniciativas; lo hizo nuevamente el 14 de diciembre para sostener y debatir esas iniciativas ante los legisladores.
Ese día Serra afirmó que gracias a las perspectivas favorables de la economía, el país ha atraído montos importantes de ahorro externo durante los últimos años, lo cual se ha reflejado en saldos superavitarios de la cuenta de capitales. Este considerable ingreso de capitales explica que la cuenta corriente registre un saldo deficitario que, en 1994, se estima alcanzó cerca del 7.6% del PIB. De este monto, 4.7% corresponde a la balanza comercial.
El secretario de Hacienda reiteró ante el pleno de la Cámara de Diputados que la entrada de capitales es el factor fundamental que determina la evolución de la cuenta corriente en los últimos años.
Y volvió a enfatizar: Que la política cambiarla mantendrá la banda de flotación establecida, que otorga a las autoridades financieras un margen de maniobra para enfrentar problemas transitorios y que, a su vez, es compatible con la meta de inflación establecida para 1995. Las exportaciones, especialmente de manufacturas, continuarán creciendo a tasas altas como resultado de la mayor competitividad nacional y de las favorables perspectivas internacionales. Se estima que el déficit de la balanza comercial equivalga al 4.6% del PIB. Este porcentaje es similar al registrado en 1994. Las perspectivas favorables de la economía para 1995 continuarán atrayendo inversión extranjera, tanto directa como de cartera. De esta manera, se registrará un superávit en la cuenta de capital en 1995 que será la contraparte de un saldo deficitario en la cuenta corriente.
Como se ve, tanto las iniciativas firmadas en diciembre de 1994 por el presidente Zedillo como la presentación de su secretario de Hacienda al Congreso, ratificaban la ausencia de problemas importantes en la economía al final de mi administración. Sobre todo, atribuían el déficit de la cuenta corriente a la entrada de capitales, sin hacer un señalamiento crítico sobre su monto. Al contrario: Zedillo propuso al Congreso ya la nación un monto de déficit en cuenta corriente para 1995 que en realidad resultaba superior al registrado durante cualquier año de mi gobierno, porque si bien el porcentaje resultaba similar, el PIB era mayor y en consecuencia el déficit propuesto por Zedillo ascendía a 30,000 millones de dólares. Como se confirma en el texto que él mismo presentó al Congreso, Zedillo consideraba que los capitales que habían financiado el déficit no eran nocivos y que lo volverían a financiar en 1995.
Muy pronto Zedillo cambió su explicación. El 16 de diciembre de 1994 el gobierno de Zedillo sostienía que no era necesaria una devaluación. El miércoles 14, la bolsa de valores continuó la caída iniciada dos semanas antes. Ese día, la prensa lo atribuyó a «rumores de enfrentamientos en Chiapas». Tras la comparecencia de Serra ante la Cámara de Diputados, el viernes 16 de diciembre el periódico norteamericano Wall Street Journal publicó una extensa entrevista con el secretario de Hacienda. En ella, Serra afirmó que se mantendría la política económica de la administración anterior y en particular la política cambiaria.
El secretario explicó las razones por las cuales no era necesaria una de- valuación del peso mexicano: Si se consideran nuestras exportaciones no petroleras a los Estados Unidos, se ve que su tasa de crecimiento se ha duplicado y la razón es el TLC, no un peso barato. Existen muchos factores estructurales que son más importantes para el comercio internacional que la paridad cambiaria.
En esa entrevista, Serra ofreció un dato relevante al citar un estudio de Macro Asesoría Económica. Según dicho estudio la sobrevaluación del peso era «del 14%». Tal era, a todas luces, la sobrevaluación que el gobierno estimaba debía corregirse.
Sin embargo, los inversionistas no parecieron haberle concedido mucha credibilidad al paquete económico ni a las declaraciones oficiales. Ese mismo día, por primera vez en el gobierno de Zedillo, las reservas internacionales del país perdieron un monto importante: ¡855 millones de dólares!
Frente a esta señal de desconfianza y ante la continua caída de la Bolsa de Valores, ese fin de semana debió haberse convocado al gabinete económico para analizar con cuidado la situación y preparar un programa de acción oportuno. Los acontecimientos que siguieron prueban que no se hizo sino que se actuó con ineptitud y con irresponsabilidad. El país pagó los desaciertos.
Entre el 19 y el 21 de diciembre de 1994: se dieron las 72 horas que condujeron al desastre nacional. A las 9:45 de la mañana del lunes 19 de diciembre, el secretario Serra llamó al nuevo secretario del Trabajo, Santiago Oñate. Le comunicó que el EZLN había tomado «69 municipios», de acuerdo a información aparecida en Infosel, un sistema privado de noticias. La información que Serra le transmitió a Oñate no era del todo correcta: la madrugada del día siguiente el EZLN declaró que había tomado » municipios», entre los cuales se contaban varios que había «creado» de manera artificial. La desorganización en el gabinete se hizo evidente: la Secretaría de Gobernación negó que eso hubiera sucedido y desmintió la versión de que se había roto el cerco militar. Pero el golpe estaba dado.
Serra le comunicó a Oñate que lo recogería a las 2:30 de la tarde, en las oficinas de la Secretaría del Trabajo, en el sur de la Ciudad de México. De ahí se trasladaron a las oficinas de la Secretaría de Hacienda en la calle de Arturo, en San Angel. Se encontraban reunidos funcionarios de esa dependencia y del Banco de México. Serra propuso visitar a Fidel Velázquez, el líder de la central obrera más importante de México, la CTM. La propuesta sorprendió a Oñate, pero más lo sorprendió el propósito de la visita. «Hay que mover la banda», comentó Serra. Oñate inquirió: «¿Cuál banda?» La respuesta de Serra lo preocupó aún más: «La de flotación del peso».
Fidel Velázquez había pedido con anterioridad que, en caso de ser necesaria su presencia en alguna reunión, ésta se realizara por la mañana, pues por motivos de salud tenía que permanecer en casa durante las tardes. Oñate lo sabía. Por eso agregó una pregunta más: “¿Tan difíciles están las cosas?» Las noticias no eran buenas: ese día el mercado cambiario había perdido otro monto considerable de reservas internacionales: 701 millones de dólares.
Los dos secretarios salieron de las oficinas de San Ángel, abordaron un automóvil y, en el camino a casa de don Fidel comentaron la propuesta. Serra señaló que era necesario convocar a los dirigentes obreros y empresariales que integraban el Pacto, rebautizado por el gobierno de Zedillo con el nombre de «Pacto para el Bienestar, la Estabilidad y el Crecimiento». Serra propuso que la reunión urgente del Pacto se llevara a cabo esa misma noche. Ante la propuesta de una convocatoria apresurada, Oñate volvió a inquirir: » ¿Vamos a devaluar?» Serra le prohibió utilizar la palabra «devaluación», que la gente asociaba con las etapas más negras de la economía mexicana. En los últimos siete años no se había recurrido a devaluación abrupta.
Llegaron a la casa de don Fidel, ubicada en Las Lomas, en el noreste del Distrito Federal. Entraron y pasaron a una pequeña sala junto a las habitaciones del piso superior. El experimentado líder sindical supuso que la precipitada reunión tenía el objeto de dialogar sobre el aumento al salario mínimo, que siempre se negociaba en esas fechas. Por eso con la mayor naturalidad preguntó al recibirlos: “¿Cuánto proponen de aumento a los mínimos? ¿Traen buenas noticias?» En lugar de responder a su pregunta, Serra explicó en términos técnicos la situación. Don Fidel comentó sin rodeos: «No entiendo». Oñate aclaró: «Vamos a devaluar». Sin retraso, don Fidel afirmó: «Ya entendí». Y agregó: «Porque de cuestiones técnicas de flotación no entiendo».
Le propusieron que los integrantes del Pacto se reunieran esa noche. Don Fidel replicó que esperaría la convocatoria. Al salir, ya en el coche de nuevo, Oñate agregó otra pregunta: ¿Y los apoyos de los norteamericanos?» La respuesta fue cortante: «Eso, ni tratarlo».
Regresaron al sur, a las oficinas de la Secretaría del Trabajo. Convocaron apresuradamente a la reunión del Pacto para ese lunes a las 7:30 de la noche. No se trataba, sin embargo, de una más de las reuniones con los representantes de los sectores productivos. Tuvieron que corregir el citatorio y convocar a los líderes sindicales y empresariales.
Ese lunes el presidente Zedillo se encontraba fuera de la ciudad, de gira por el estado de Sonora, en el noroeste del país. No parece haber existido conciencia de la magnitud del problema ni plan para enfrentarlo. En lugar de realizar una cuidadosa reunión al más alto nivel para preparar la reunión del Pacto y, sobre todo, el programa a desarrollar, el Presidente y el gabinete económico estaban desarticulados.
‘Ya de noche y con retraso se inició la reunión el Pacto en el Secretaría del Trabajo. Esta vez el encuentro no se llevó a cabo ni en un salón único ni con los asistentes usuales. Se ubicó en un lugar a los dirigentes sindicales y campesinos y en otro a los empresarios. Los dirigentes obreros suponían que se trataba de negociar los salarios mínimos. Para su total sorpresa, los funcionarios gubernamentales anunciaron que se modificaría el régimen cambiario. Mientras los dirigentes del sector obrero se reponían de la sorpresa, los representantes gubernamentales pasaron al cuarto donde se encontraban los empresarios para hacerles el mismo anuncio. Sólo agregaron que la medida buscaba “defender las reservas internacionales del país y bajar las tasas de interés, para afianzar la recuperación económica en marcha.” La dirigencia empresarial les reclamó que se abandonara el régimen operado por varios años, que consistía en abrir de forma gradual la banda mediante un desliz más rápido y no de un solo golpe, como ahora proponían. Con razón, los empresarios hicieron ver que un movimiento brusco de la banda afectaría la confianza construida a lo largo de los años.
El gobierno concedió a algunos empresarios información privilegiada sobre la inminente devaluación. Los representantes gubernamentales no tenían una posición bien acordada entre ellos. Por eso, no presentaron una postura de gobierno sino una opción. Y ante la debilidad de la propuesta gubernamental, los intereses empresariales operaron a sus anchas: Los empresarios preguntaron qué sucedería si la apertura de la banda resultaban insuficiente y no resistía. Ante este cuestionamiento, la representación gubernamental respondió que en ese caso la apertura podría irse más arriba, prácticamente sin límite (el tipo de cambio ya no tendría límites, se dejaría a su libre flotación). Es decir, los funcionarios aceptaron ante ese pequeño grupo de empresarios que el gobierno estaba dispuesto a operar una devaluación mayúscula.
Esta información resultó letal, pues los empresarios la utilizaron para cubrir sus deudas en dólares. Aquellos dirigentes empresariales supieron en ese momento que el gobierno estaba dispuesto a devaluar más allá de lo permitido por la banda. Sin embargo, los empresarios insistieron en evitar la libre flotación.
Ante el rechazo de los sectores empresarial y obrero, y ya en la madrugada, los representantes del gobierno federal y del Banco de México comunicaron a los sectores que la Comisión había decidido atender el rechazo a la propuesta de flotación. En su lugar, propusieron el «acotamiento» de la devaluación al 15% mediante «la elevación del techo de la banda», para «defender las reservas internacionales del país.
La madrugada del 20 de diciembre se anunció de manera oficial el acuerdo tomado por la comisión del Pacto: abrir la banda de flotación en un 15%. En el documento que se ofreció a la opinión pública se afirmaba que la inestabilidad cambiaria obedecía «a una enfática amenaza de inminente violencia formulada por el EZLN». Poco después, esa mañana, Serra acudió a los noticiarios de radio y procuró aclarar que se trataba de la apertura de la banda y no de una devaluación. Sin embargo, desde finales de 1987 -cuando tuvo lugar una devaluación mayúscula- no ocurría una modificación de la banda de esa magnitud.
Ese día el peso se cotizó hasta el nuevo techo de la banda; en realidad, sufrió una devaluación de 15%. La prensa reportó que a lo largo de la jornada existió confusión en los bancos, pues en algunos no se vendían dólares y en otros se vendían más caros.
El 20 de diciembre, el gobierno de Zedillo recurre nuevamente a la emisión de Tesobonos.
Para frenar las pérdidas en las reservas internacionales, Zedillo decidió recurrir al instrumento que se había utilizado de manera intensa en los meses anteriores. Así, en las horas difíciles de ese 20 de diciembre subastaron 600 millones de dólares de Tesobonos, y los inversionistas los tomaron bien, pues compraron 416 millones. Se sumaron a los 795 millones de dólares que su gobierno ya había emitido en los días previos. La hemorragia en las reservas resultó mayor a la estimada.
Sin embargo, las inconformidades con la propuesta cambiaria arreciaron. Boletines sin firma distribuidos ese día por los bancos y otras instituciones financieras afirmaban que la decisión de las autoridades había sido apresurada. Aun si el motivo era el problema de Chiapas, se afirmaba, no era correcto adoptar decisiones económicas que sólo otorgaban «un alivio temporal» y que no resolvían el problema político que el gobierno invocaba como pretexto para operar la modificación cambiaria.
Se convocó, por fin, a una reunión de gabinete económico. En esas horas fatídicas, se reportó sobre salidas de dólares de mexicanos para liquidar pasivos en moneda extranjera. Uno de los asistentes recuerda que durante la reunión Zedillo daba instrucciones incoherentes. El gabinete se levantó sin acuerdos. Nadie parecía saber qué pasaba ni a quién avisar ni qué hacer. Llamaron a Guillermo Ortiz, en ese momento secretario de Comunicaciones y Transportes. Ortiz aconsejó establecer comunicación con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y con otras instituciones financieras para tratar de obtener un crédito puente. En esos momentos, el desmantelamiento del servicio civil en la secretaría de Hacienda hizo sentir sus estragos. «Se sentía el vacío por la ausencia de Aspe», opinó más tarde uno de los asistentes a la reunión.
A lo largo del día 21 de diciembre el gobierno mantuvo el acuerdo de devaluar un máximo de 15%. Quienes quisieron comprar dólares a la nueva paridad lo pudieron hacer sin restricciones. Pero quienes disponían de información privilegiada sobre la disposición gubernamental de modificar el régimen cambiario y pasar a la libre flotación aprovecharon la circunstancia y en unas horas cambiaron pesos por dólares. Para tratar de detener la hemorragia el gobierno había emitido los Tesobonos… a la paridad pactada.
Cuando se realizó el corte y valuación de la jornada la sangría se hizo evidente: en esos momentos dramáticos entre el 20 y el 21 de diciembre de 1994 unos cuantos mexicanos vaciaron 4,633 millones de dólares de las reservas internacionales. Esta cifra representó la salida de capitales más elevada del México moderno en un sólo día: el Banco Central perdió, prácticamente la mitad de todas las reservas internacionales con las que contaba el país.
Años después, Jaime Serra, en aquel diciembre de 1994 miembro del gabinete presidencial y representante gubernamental que participó en la reunión del Pacto, afirmó que el «error» consistió en asegurar que no habría devaluación y luego tener que declararla. Y el haber confiado a los empresarios, los hombres del dinero, la medida que estaba por tomarse, aceptar su sugerencia de que no se hablase de devaluar sino de ampliar la banda de flotación, y durante la misma reunión, no sospechar que cuando ellos abandonaban unos minutos el salón, era para realizar llamadas, para dar tips, para ordenar operaciones de traslados de fondos, para concretar transferencias: una total sangría para la economía de México”.
Las líneas descritas por el ex presidente no significa que vaya a repetirse esta profunda crisis a la que se llamó Efecto Tequila, pero podrían presentarse otras circunstancias políticas y económicas que dificultaran, como ya pasó en este último bimestre, el arranque del nuevo gobierno. Tiempo al tiempo, ya veremos y analizaremos.
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