EMPRESAS REFRESQUERAS Y PRODUCTORAS DE COMIDA CHATARRA ELABORAN PROGRAMA CONTRA DIABETES Y OBESIDAD
EL LOBO CUIDANDO EL GALLINERO
Alejandro Calvillo
Salud entregó al Lobo el cuidado del Gallinero enfermo de obesidad y diabetes, y se lo pretende dejar por seis años más al nuevo gobierno.
El poderoso Lobo multinacional de la comida chatarra y las bebidas azucaradas, principal responsable de la epidemia de obesidad y diabetes, recibió las llaves del Gallinero por parte de la Secretaría de Salud y COFEPRIS para supuestamente cuidar de su Salud. Al tiempo que se entregaron a las grandes corporaciones de la comida chatarra y las bebidas azucaradas el diseño de las políticas que deberían enfrentar las epidemias de obesidad y diabetes, se excluyó a los institutos de salud del país de este proceso, incluso, se les aplicó la ley mordaza para que no criticaran públicamente las regulaciones diseñadas por la industria.
Fue así como COFEPRIS diseño con estas corporaciones el etiquetado frontal para alimentos y bebidas que nadie entiende y que induce al consumo de muy altas cantidades de azúcar, y la regulación de la publicidad de estos productos que se dirige a los niños, que no es más que una simulación.
La exdirectora de la propia Organización Mundial de la Salud, la Dra. Margaret Chan, señalaba que justamente estas grandes corporaciones se habían convertido en el principal obstáculo para implementar las políticas que pueden hacer frente a la epidemia de obesidad y diabetes. En los hechos existe una confrontación entre las políticas que están dirigidas a reducir el consumo de la comida chatarra y las bebidas azucaradas y las grandes corporaciones que los producen y que por todos los medios posibles bloquean estas políticas.
Margaret Chan expuso en varias ocasiones esta situación, declarando: “Los mosquitos no tienen grupos de presión y de cabildeo. Pero la industria que contribuye al aumento de las enfermedades no transmisibles si los tienen. Cuando las políticas de salud pública son interferidas por los intereses económicos creados, nos enfrentamos con una gran oposición, una oposición muy bien orquestada y financiada”.
La Secretaria de Salud, en este sexenio que está por terminar, le abrió la puerta a la industria para que interfiriera en la política de salud pública, para volverla una política no de protección de la salud pública, sino de protección de la salud financiera de las empresas de los refrescos y la chatarra que tienen una gran responsabilidad en estas epidemias.
La exsecretaria de salud, Mercedes Juan, afirmó que estaba consultando a la propia industria de alimentos y bebidas para definir la Estrategia Nacional para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes. Y COFEPRIS, no sólo le abrió la puerta, se encargó de hacer al gusto de la industria los lineamientos para el etiquetado frontal y la regulación publicidad de lineamentos y bebidas no saludables dirigida a la infancia.
Si las regulaciones eran propuestas para bajar el consumo de los productos de estas empresas por considerarse que son causa de obesidad y diabetes, el propósito no se cumplió cuando Salud y COFEPRIS dejaron a estas empresas que diseñaran estas regulaciones para que no fueran efectivas. Entonces, ¿para qué se establecían estas regulaciones? La atención mundial sobre el crecimiento de la obesidad y la diabetes en México lo requería, había que simular, así se diseñó la Estrategia Nacional para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes: la Gran Simulación.
Pero no bastaba con que las regulaciones se hicieran al gusto de la industria, es decir, inocuas, para no afectar sus ventas, sus ganancias. Como existía evidencia de que el etiquetado frontal y la regulación de la publicidad dirigida a la infancia, que estaba estableciendo COFEPRIS en contubernio con la industria, no tenían ninguna base científica y que, al contrario, la evidencia científica demostraba que ese tipo de etiquetado y regulación de la publicidad no tendrían ningún efecto, crearon un órgano para evaluar estas políticas en el que la industria también tendría el control: el Observatorio Mexicano de Enfermedades No Transmisibles (OMENT). Por un lado, se estableció la ley mordaza a los institutos de salud para que no criticaran estas regulaciones y, por otro, se establecía el OMENT bajo control de la industria para evaluar estas políticas y concluir que todo estaba bien. Bueno, casi todo, la industria no estaba de acuerdo con el impuesto especial a las bebidas azucaradas y la comida chatarra, que no vino propuesta por la Secretaría de Salud sino por la de Hacienda.
Curioso es saber que la Secretaría de Salud ha sido felicitada en múltiples ocasiones en los foros internacionales de salud por haber establecido el impuesto a las bebidas azucaradas que se volvió un ejemplo y se ha replicado en el Reino Unido, Portugal, India, Sudáfrica, Filipinas y cinco ciudades de los Estados Unidos. Curioso, porque la Secretaría de Salud no impulsó esa política y las que si impulsó fueron entregadas a la industria para que las diseñara, convirtiéndolas en pura simulación.
El Lobo no sólo diseñaría las políticas de Salud del Gallinero, también evaluaría estas políticas. El ciclo de la política estaba cerrado, totalmente capturado por la industria, con el OMENT. El OMENT se ha convertido, junto con el proceso del etiquetado frontal elaborado por COFEPRIS en contubernio con la industria, en una de las mayores expresiones internacionales de interferencia de estas corporaciones en las políticas de salud en el mundo. Si el alto consumo de comida chatarra explica, en gran medida, nuestras epidemias de obesidad y diabetes; la entrega de la política que realizaron los llamados “servidores públicos” a las corporaciones, termina de explicarlas.
La primera publicación internacional que se ha dirigido a reunir casos que documentan cómo las grandes multinacionales de los alimentos y las bebidas están interviniendo las políticas contra la obesidad, salió a la luz este año, publicada en el Reino Unido por UK Health Forum. No es coincidencia que entre los 12 casos que se presentan de diversos países, se eligieron los casos del OMENT y el etiquetado frontal establecido en México. Y, justamente, el del OMENT fue seleccionado como primer caso, para abrir el libro y ejemplificar la interferencia de la industria en la política de salud.
El Consejo Asesor del OMENT tiene 20 miembros, de los cuales, más de la mitad son representantes de organismos empresariales, cámaras de la industria e instituciones y organizaciones civiles que han recibido fondos de la industria de alimentos o bebidas y/o tienen miembros de estas empresas en sus consejos directivos. Sin duda alguna, Secretaría de Salud institucionalizó el conflicto de interés al establecer el OMENT con la participación de representantes de la industria, de la propia industria que debe ser regulada. Cada una de estas personas están sentadas en ese consejo para defender los intereses económicos de la empresa o grupo de empresas de las que depende sus ingresos personales. El OMENT está convertido en la mayor expresión del conflicto de interés en la política mexicana y del mundo.
Desde septiembre de 2014 fue establecido el OMENT y fue hasta finales de 2017 que el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), por un lado, y la Alianza por la Salud Alimentaria (ASA), fuimos invitados a sesiones de las mesas de trabajo del OMENT en las que se deberían estar evaluando las políticas implementadas frente a la obesidad. La invitación fue a las mesas de trabajo, no al consejo asesor.
Las sesiones de las mesas de trabajo del OMENT fueron suspendidas a principio de 2018 porque claramente el sector empresarial bloqueaba la posibilidad de evaluar el etiquetado, la regulación de la publicidad, la regulación en las escuelas, los criterios nutricionales. Una y otra vez, los representantes de la industria se negaban a evaluar estas regulaciones en base a la enorme evidencia científica que demostraba su fracaso. Estaban los documentos de la Organización Mundial de la Salud que señalaban a la Secretaría de Salud y COFEPRIS que señalaban que el etiquetado no funcionaba y que señalaba las limitaciones de la regulación de la publicidad, la evidencia científica internacional, conclusiones de investigaciones de los institutos nacionales de salud y de organizaciones de la sociedad civil, las recomendaciones de grupos de expertos, todo era bloqueado en estas mesas de trabajo por los representantes de la industria y sus aliados. Con la entrada del INSP y de la ASA a estas mesas se había vuelto imposible mantener la hegemonía de la narrativa de la industria en el OMENT y las sesiones se convirtieron en enfrentamientos.
Con el fin de mantener el control de la industria sobre la política de salud pública frente a las emergencias epidemiológicas de obesidad y diabetes, de meterle una cuña a la siguiente administración, la Secretaría de Salud pretende institucionalizar el OMENT, dejarle el Lobo metido en el Gallinero al Dr. Jorge Alcocer y su equipo, que entrarán a administrar la salud en el nuevo gobierno electo.
El gran reto de Salud para enfrentar estas epidemias, no sólo será fortalecer la atención primaria, será generar una política integral de prevención, que modifique las condiciones que las están generando. La propia Dr. Chan lo señaló:
“La tendencia que más profundamente transformó la forma de concebir la salud pública fue el aumento de las enfermedades no transmisibles crónicas. Este cambio en la carga de morbilidad hizo necesario pasar de un modelo biomédico de la salud, centrado en la curación de las enfermedades, a un enfoque mucho más amplio basado en la prevención”.
Para ello, hay que empezar sacando al Lobo del Gallinero.