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LUCHA EN EL PRI

Comenzó el forcejeo por quitarle al presidente Peña Nieto la facultad no escrita de designar al próximo candidato presidencial del PRI.

El chantaje está en que si no les dan un lugar preponderante en la selección del candidato presidencial se van a Morena.

Hasta ahora quienes están en la descubierta por ese intento son –salvo, quizá, Ivonne Ortega– priistas de pocas luces y escasa reputación.

Esos priistas ya nada le aportan al PRI, más que el tufo a naftalina. Aunque si se van, habrá ruido, y de eso se trata precisamente.

Aparenta ser un movimiento por frenar una alianza que haga candidato presidencial a alguien que no es militante de ese partido: José Antonio Meade. No es por ahí: ya dijo Enrique Ochoa que el candidato será un militante de ese partido.

También pretenden quitarle por completo la facultad de decisión a Peña Nieto.

En caso de ser así, van a una misión imposible que es doblarle el brazo a un presidente tan ortodoxo como Peña.

Lo que hacen, realmente, es labor de quintacolumnistas: reventar al PRI por dentro para que la sangría hacia Morena sea lo más grande posible.

Muchos de ellos van a terminar junto a López Obrador, porque tiene más posibilidades de ganar y, ellos, de cobrar la factura de su rompimiento y volver a los puestos públicos.

Además, son lo mismo: populistas adversarios de las reformas y favorecedores del modelo estatista que había en México antes de 1982.

El tamaño de la sangría priista es lo que está por verse. Pero de que viene, viene.

Aparte del oportunismo de varios de estos personajes, hay un malestar profundo entre los priistas por la insensibilidad del gobierno a los reclamos de la población y la militancia.

La forma en cómo resuelvan, o qué cauce le den a ese genuino enojo durante la Asamblea de agosto, va a definir la dimensión de la hemorragia priista de cara a la elección del próximo año.

Pero si algo hay seguro es que Peña Nieto no va a soltar esa facultad que tienen los presidentes priistas, por una sola ocasión, de decidir el candidato del partido.

La forma y el candidato serán fundamentales para que haya o no haya una fractura fuerte en el partido gobernante.

Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo intentaron hacer modificaciones para adornar el dedazo. El resultado fue desastroso para el PRI.

En su momento el presidente De la Madrid invitó a “cinco distinguidos priistas”, que querían sucederlo, a exponer sus puntos programáticos ante la dirigencia del partido, en reuniones abiertas a los medios.

Se fueron del PRI miembros destacados, en lo que fue la mayor fractura de ese partido en toda su historia.

El presidente Zedillo armó una pantomima de elección interna, por distrito, que decantó en pleito abierto entre Labastida y Madrazo. Perdieron el poder.

Antes, el presidente Salinas dio un dedazo en favor de Luis Donaldo Colosio, que sólo tuvo la inconformidad, a medias, de Manuel Camacho, quien fue neutralizado con un puesto en el gabinete.

Salinas pudo ungir a Colosio porque llegó a ese momento con mucha fuerza, con el TLC recién aprobado. El candidato era querido en el PRI. Y había una política social activa que tuvo como protagonista central al propio Luis Donaldo.

¿Cuál será el camino que tome el presidente Peña para arropar su decisión sin que se le deshaga el PRI entre las manos, más de lo desgastado que ya está?

Pronto lo veremos. La Asamblea de agosto dará luces y ya hay quienes buscan doblarle el brazo o romperle el partido.

Pablo Hiriart/ El Financiero

Twitter: @PabloHiriart

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