Nacional

Tufo de fascismo en la Casa Blanca

Meñico Maldotado, infeliz joven con quien la naturaleza se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna, casó con Pirulina, muchacha sabidora con muchos kilómetros de vida recorridos. En la noche de bodas Meñico se mostró al natural ante su flamante mujercita. Lo vio ella y exclamó con tono de desilusión: «¡Caramba! Tu mamá me dijo que tenías cosas de niño ¡pero yo pensé que se refería a la inocencia!». Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, les comentó a sus amigos: «Me cae muy bien Camilia. Es bella, elegante, amable, inteligente, culta, simpática y adúltera». La esposa de don Languidio Pitocáido, senescente caballero, estaba charlando con su vecina. Le dijo ésta: «Tengo la impresión de que tu marido es hombre de corazón muy blando». «Lo es -confirmó la señora-. Y algunas otras partes de su cuerpo hacen perfecto juego con su corazón». Soy escritor. Eso equivale a decir que soy hombre inseguro. De continuo me asaltan dudas sobre el valor de mi trabajo y de mí mismo. Tuve en cambio un colega periodista dueño de una autoestima formidable, tanto que sus tarjetas de presentación decían: «Fulano de Tal. Modelador de la opinión pública». En los tiempos que corren -¡y tan aprisa, ay!- quienes escribimos en los papeles públicos ya no modelamos opiniones en la medida en que lo hacían quienes nos precedieron, aquéllos que podían decir a la manera de Juan Montalvo: «Mi pluma lo mató». Sin embargo la prensa escrita conserva una fuerza de la que carecen otros medios de comunicación, quizá por el prestigio que a pesar de todo sigue teniendo la letra impresa. Por eso fue un error mayúsculo de Trump -otro entre los muchos que ha cometido- amenazar a los periodistas diciendo que está dispuesto a cancelar las ruedas de prensa, en cuyo lugar haría repartir boletines oficiales «en nombre de la exactitud». Los dictadores siempre han recelado de los periodistas. Los ven como enemigos que los amenazan y ponen en peligro su poder. Ese hombre ególatra, egotista y egocéntrico que es Trump no sólo despide funcionarios a diestra y a siniestra; despide también un tufo de fascismo cada vez más perceptible e irritante. No pasa día sin que se haga de un enemigo nuevo, ya en el exterior, ya en su propio país. Cuando menos lo esperen sus conciudadanos va a meter a los Estados Unidos -y por lo tanto al mundo- en un conflicto grave. Y no estaré yo ahí para orientarlo, pues hice la promesa de no pisar suelo norteamericano mientras ese rufián esté en la Presidencia. Más temprano que tarde veremos cómo Trump pagará cara su inquina contra los periódicos y los periodistas. Por mi parte yo no le hago caso: a chillidos de marrano oídos de chicharronero. La maestra de educación sexual les dijo a sus alumnas, todas ellas adolescentes. «Chicas: las que de ustedes pongan atención a mi clase saldrán aprobadas. Las que no, saldrán embarazadas». Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, fue a una playa de moda con su esposa. Le advirtió con burlona grosería: «No se te vaya a ocurrir salir en traje de baño con ese cuerpo de lavadora que tienes». Esa noche Capronio cenó muy bien, y se tomó dos copas, o tres, o cuatro, o cinco, o seis. Sucedió que los espíritus etílicos pusieron en él impulsos de erotismo. Ya lo dijo Terencio: «Sine Cerere et Libero friget Venus». Eso quiere decir que sin comida y bebida el amor se enfría. El caso es que bajo el influjo del buen yantar y del mejor libar esa noche Capronio se acercó en el lecho a su esposa con evidentes intenciones de erotismo. Le dijo ella: «¡Óyeme no! ¿Voy a echar a andar la lavadora sólo para ese insignificante trapillo?». FIN.

Notas relacionadas

Botón volver arriba