Meter en cintura… a todos
A veces somos impredecibles o de plano, no nos damos a entender por los demás: criticamos a más no poder a todos y a todo, y no somos capaces de hacer algo positivo por nosotros, los nuestros y nuestra comunidad. Somos tercos, necios y un poco estúpidos, porque dicen los que saben que quien comprende perfectamente lo que es malo y lo sigue haciendo, es alguien carente de principios, de inteligencia, o de otras cosas muy mexicanas.
En ese sentido, enoja realmente ver a quienes conducen todo el día con un móvil, un teléfono celular en la mano, y en la forma más absurda entorpecen el tráfico de quienes circulamos, no mostrando nada de respeto hacia los demás, en una actitud egoísta, tonta, burda y hasta irresponsable, porque no únicamente entorpecemos el tráfico manejando como tontos a vuelta de rueda, con una mano en el volante y otra en el celular, la mirada en el aparatito estupidizador, sino que ponemos en riesgo la integridad física de los demás, de nosotros y de los nuestros; como si eso no valiera un cuidado especial.
No somos nadie para interferir en el tiempo y actividades de los demás: no tenemos la autoridad para sentirnos paridos por Zeus o bordados a mano: no somos exclusivos: somos tan mortales como cualquiera, y esos divos que sienten que la Virgen les habla en todo momento porque ahora tienen un “huesito” y creen que pueden darse el “lujo” (estúpidamente pensado de esa forma) de manejar chateando y mandando mensajes, están mal, muy mal, porque atentan contra todos nosotros.
Pero lo grave es que no se les castigue: requerimos una autoridad enérgica que sin contemplaciones les multe, les castigue, les evite manejar.
En Europa pierden puntos en su carnet de conducir, y llega el momento en que los retiran de circulación porque son un peligro latente para los demás. Así debíamos hacer aquí, porque no es posible depender de un estúpido que se cree el ombligo del mundo y arriesga nuestra seguridad.
No pensamos que pueda cambiar el rumbo del Planeta, del país o de la entidad si no contestamos un mensaje de Whats App.
Tampoco pensamos que alguien es tan diestro y tan hábil para sortear todos los inconvenientes que se pudieran presentar al manejar cuando va con su telefonito arriesgando su absurda existencia y la nuestra.
Y quienes compran a sus esposas sendas camionetas de lujo y las hacen creer que todo lo merecen están más que equivocados, porque el dinero que tienen, bien o mal habido, no les otorga el derecho de que sus parejas manejen contestando mensajitos y arriesgando nuestra existencia, la de sus hijos y la suya propia.
El dinero no otorga impunidad, no debe otorgarla, o eso creemos.
Porque aplica lo que dijo un agente a un tipo que se identificó como periodista para justificar su estupidez al manejar con celular en la mano. Le dijo: “No se preocupe, amigo, vaya tranquilo, pero por favor, enmique su credencial de prensa, porque cuando usted tenga un accidente y se rompa la cabeza por ir contestando mensajes, podremos recoger sus sesos con la credencial enimcada, porque es un poco dura y servirá para eso”.
Lección para aquellos que prepotentemente usan charolas para evitar cumplir con la ley.
Habrá que entender que es un ordenamiento por la seguridad de todos, y se requiere hacer algo enérgico para obligar a esos irresponsables a cumplir… o dejar de manejar.
La autoridad municipal, estatal y federal debe ser enérgica y sin distingos, sin charolazos y sin esas absurdas medidas muy “mexicanizadas”, hacernos cumplir, a fuerza de ser congruentes con los postulados que debe tener un gobernante, una autoridad, un comunicador o una figura públcia.
Basta de tanta impunidad y simulación: es hora de aplicar las leyes, sin distingos, sin limitantes… para todos por igual.
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