¿A cuál López Obrador creerle? ¿Al de Romo o al de Ackerman?
Juegos de poder
Yo creo que a los dos porque AMLO, precisamente, tiene esas dos caras para jugar en dos pistas distintas. Usa a Romo (y Romo lo usa a él porque así es la política) para presentarse como un candidato moderado al cual los empresarios no tienen por qué temerle.
03 de Abril de 2017
Hace poco, en el programa de televisión que conduzco en FOROtv, tuve una buena plática, de sustancia, con Alfonso Romo sobre el proyecto de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Romo es un exitoso empresario regiomontano que está encargado de coordinar la elaboración de dicho proyecto. Analizamos diversas propuestas que describe el candidato presidencial de Morena en su más reciente libro, La salida: decadencia y renacimiento de México. Después de una hora de charla, me quedó claro que Romo ve en AMLO a un político pragmático, moderado en muchos sentidos, que no cometería ningún tipo de locuras de ganar la Presidencia.
Unos días después de esta entrevista, López Obrador viajó a Nueva York y Washington como parte de sus giras para promover su candidatura presidencial en Estados Unidos. Ahí, presionado por uno de los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, acusó, de manera indirecta, al Ejército mexicano por lo ocurrido la fatídica noche del 26 de septiembre de 2014. Esta misma postura —de la presunta culpabilidad de las Fuerzas Armadas— ha sido impulsada por el editorialista de La Jornada, John Ackerman, quien acompañó a López Obrador en esa gira internacional. Ackerman es un militante de la izquierda radical. Está en todo su derecho. Hace unos días, en su espacio editorial, defendió al régimen político de Nicolás Maduro en Venezuela considerando que ese país era “más democrático y respetuoso a los derechos humanos que México”. Yo, desde luego, no estoy de acuerdo, pero ése es otro tema. Lo que quiero destacar en este artículo es el papel de Ackerman en la campaña de AMLO. El también académico de la UNAM trabaja activamente a favor del tabasqueño a quien considera como la única salvación para el país por los grandes cambios que haría de llegar a la Presidencia. El de Ackerman es un López Obrador diametralmente distinto al de Romo: un político ideológico de la izquierda más pura que impulsaría una verdadera revolución.
La pregunta, entonces, es a quién creerle: ¿Al López Obrador de Romo o al de Ackerman?
Yo creo que a los dos porque AMLO, precisamente, tiene esas dos caras para jugar en dos pistas distintas. Usa a Romo (y Romo lo usa a él porque así es la política) para presentarse como un candidato moderado al cual los empresarios no tienen por qué temerle. Utiliza a Ackerman (y Ackerman a él) para quedar bien con la base electoral de la izquierda más radical.
Esta manera de actuar de López Obrador no es nueva. Ya la vimos. En su campaña presidencial de 2006, convivían dos políticos muy diferentes en el círculo lopezobradorista: Manuel Camacho y Gerardo Fernández Noroña. Camacho era el personaje sensato cuyo objetivo era convencer al electorado más moderado, en particular a la clase empresarial. De hecho, el día después de las elecciones, pensando que López Obrador había ganado, escribió en El Universalque había llegado el tiempo de la moderación y unificación del país. AMLO, sin embargo, había perdido y, desde la noche del 2 de julio, comenzó su radicalización que lo llevaría a la toma de Reforma y su autodeclaración como Presidente Legítimo. Número uno en esta línea de acción se encontraba Fernández Noroña, un provocador experto —como hoy Ackerman— en insultar a todos los que cuestionaban la verdad divina del líder.
Como en su momento me costaba un trabajo endemoniado visualizar a Camachoy Fernández juntos en una reunión de campaña, hoy no puedo imaginarme la misma escena con Romo y Ackerman. Por un lado, el empresario juicioso, creyente en el libre mercado y acostumbrado a tomar decisiones con base en la evidencia empírica. Por el otro, el activista fanático, ferviente opositor de la economía capitalista y habituado a lanzar graves acusaciones sin prueba alguna en contra de personas e instituciones. En medio, López Obrador, diciéndoles la verdad a ambos, pero también engañándolos. Usándolos dependiendo las circunstancias. Si el viento sopla a su favor, sacando a Romo para serenar los ánimos. Si el viento va en contra, activando a Ackerman para exacerbar emociones. Son las dos caras de AMLO: con la que se puede dialogar civilizadamente en un programa de televisión y con la que es imposible hacerlo porque, a las primeras de cambio, ofenden a sus interlocutores.
Twitter: @leozuckermann