LETRA PÚBLICA; UN VERACRUZANO ILUSTRE.
RODOLFO SALAZAR GONZALEZ
Una de las preocupaciones que llevó a cuestas en vida Jesús Reyes Heróles era que no despertara «El México Bronco», recomendando a los presidentes con los que colaboró, la necesidad de tener conciencia de que no se podía soslayar la existencia de dos Mexicos: El Profundo y el Oficial.
Para los que actuaron políticamente dentro del contexto de la izquierda en México, Jesús Reyes Heróles era solo un liberal más, es decir, un político con una práxis superadísima, pero para los que actuaban dentro del mundo oficial Reyes Heróles fue un político peligroso para el sistema; su invariable empeño en hacer de México un país democrático, arriesgaba, la perdurabilidad del sistema político-mexicano.
El estado de Veracruz, ha sido prolífico en la formación de una clase política; que dos veracruzanos hayan gobernado el México Contemporáneo, Alemán y Ruíz Cortines, avalan lo dicho. De ese mismo estado, semillero de políticos brillantes, surge protegido por la sombra de don Adolfo Ruíz Cortínez, el joven Reyes Heróles; tuxpeño, rollizo en su juventud, y que más que un político parecía un profesor de filosofía, dueño de una vastísima cultura, que dicen, los que estuvieron a su lado, adquiría compulsivamente. Fumaba, leía, escribía y hablaba con largueza.
Enrique Krause cree que toda biblioteca que se respete debe contar con la ilustre «Historia Moderna de México» de Daniel Cosío Villegas, y con la obra de Jesús Reyes Heróles que en tres tomos denominó «El Liberalismo Mexicano». La cultura fue la virtud que distinguió al ilustre veracruzano del adocenado grupo de políticos con los que desempeñó su tarea como funcionario de la república. Era un hombre de libros que le apasionaba la política. En él se cumple el presagio de Platón de que en un momento de la humanidad será la cultura la mejor plataforma para obtener influencia política. La cultura implicará poder.
Reyes Heróles desempeñó hasta su muerte, altos cargos públicos a los que llegó por su potente erudición y capacidad intelectual. Fue influyente desde Adolfo Ruíz Cortínez, pero el clímax de su poder lo alcanzó cuando fue secretario de gobernación con López Portillo, con quién discrepó públicamente el 5 de febrero de 1978, por la visita del Papa Juan Pablo segundo a México. Su casta liberal salió por encima de la amistad y la obsecuencia al presidente de la República, prefirió diferir públicamente con el presidente, que aceptar calladamente, una acción de estado que iba contra su formación de consumado liberal.
Gramsci dice, que el intelectual tiene solo un destino: Analizar a la sociedad. Esa actitud solo se alcanza en la independencia, en la libertad, dedicado a la investigación o a la academia o a la ciencia. Pero hay hombres como Jesús Reyes Heróles que llevaban parte de esa obligación crítica a la realidad cotidiana de la política, aunque para esto tuvieran que enfrentarse a poderosísimos enemigos o a crearlos donde no existieran.
Quizá esa fue la causa que llevó a Don Jesús a dar la impresión por momentos de que le gustaba más pelear con los poderosos que trabajar para la nación. Hay testimonios que dejan clara la realidad que sostuvo enfrentamientos con líderes obreros y gobernadores, como Enrique Cárdenas y Joaquín Hernández Galicia. Fue un hombre que más que transformar deseaba conservar la herencia histórica del Liberalismo Mexicano. Con todo y que en el segundo tomo de su obra reconoció que cronológicamente el Liberalismo terminó en Porfirísmo.
En este mes se cumplen 32 años de su muerte. El estado de Veracruz y el país en general debe tener consciencia que la obra del maestro Reyes Heróles está viva y palpitante en los días de confrontación democrática que vivimos. Para algunos conservadores ultra radicales los tiempos actuales son de falta de comunicación y entendimiento. Nada más lejos de la verdad. Estamos viviendo el momento de la discusión y depurando el destino final que queremos para el país. Todo advenimiento de una época boyante en derechos y reclamos por el respeto a todos lo sectores de una sociedad estigmatizada por la desigualdad social; es antecedida por una aparente crisis interminable. No hay fiesta que no termine.
El mayor mérito de Jesús Reyes Heróles es el de haber tomado la decisión de redactar merced a su vasta cultura y conocimiento de los sistemas electorales la reforma política de 1977, que abrió el pluralismo y dio paz a nuestro país y creo su fortaleza interna para no dejarse confundir ni arrastrar por falsos espejismos. El objetivo del maestro Reyes Heróles fue en primer término tener la suficiente honradez intelectual para enfrentarse con razonamientos a los presidentes que sirvió. Primero los convencía, de la necesidad de que las instituciones funcionaran de manera transparente y con esto protegerlas del criterio patrimonialista de algunos mandatarios. Después les mostraba el andamiaje jurídico en forma de ley tan solo para que fuera aprobada por el presidente en turno.
Durante su estancia como director de Pemex en el gobierno de Gustavo Díaz Ordáz dejo un precedente que aún es todavía criticado por los filibusteros cuando ordenó la cancelación de los contratos de riesgo que eran un filón de oro para las insaciables lacras que encontraban en Pemex su mina de oro. Como secretario de gobernación Don Jesús supo definir ante la tormenta el rumbo y resistió el timón por un tiempo necesario y suficiente para sacar del naufragio al buque del estado en que lo había convertido el tifón social de su tiempo que le toco vivir.
A veces me inclino por imaginar cosas que son intangibles y que por idóneas no tienen posibilidad de materializarse. El estado actual del país es el de una nación con un estado descontrolado y fallido. Pienso en Reyes Heróles en la secretaría de gobernación, organizando todo el desorden que la inseguridad, el desempleo y la desigualdad han generado en el país sembrando la desesperanza nacional.
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