El pacto inconfesable
¿Una alianza de facto entre el PRI y el PAN para evitar que Andrés Manuel López Obrador gane la presidencia? Es una posibilidad que crece en el ambiente político-electoral previo a la elección del 2018. No sería la primera vez
Por Carlos Salazar – Viernes 24 de marzo de 2017 Está en el escenario (el pacto). Al fondo cuando estás viendo que las cosas no se van a dar, entonces empiezas a tirar garfios para todos lados a ver que cae”
Ernesto Ruffo Appel
Senador panista y aspirante a la candidatura presidencial
PAN y PRI mantienen cercanía desde 1988 para impulsar su agenda o cubrirse las espaldas
La falta de apoyo del gobierno de Felipe Calderón a la candidata presidencial del PAN aumentó sospechas sobre negociaciones
Ricardo Anaya podría ser el beneficiado del pacto, como lo fue Felipe Calderón en el 2006, quien sin el apoyo del priismo no habría llegado a Los Pinos
El presidente nacional del PAN es un personaje con el que el PRI podría negociar, de nueva cuenta, una alternancia tersa
Al interior del PAN surgen voces que piden al presidente del partido sacar las manos del proceso
“Si Ricardo es candidato, bienvenido, pero ser candidato y ser presidente, en el PAN es incompatible”
José Luis Luege Tamargo
Miembro del Consejo Nacional del PAN
Ernesto Ruffo exhorta a la dirigencia panista a mostrar unidad e inspirar confianza a la ciudadanía
Frente al escenario cada vez más real de que Andrés Manuel López Obrador gane las elecciones presidenciales en el 2018, crece la posibilidad de un pacto entre el PRI y el PAN para evitar la llegada del líder de la izquierda mexicana a Los Pinos.
El PRI, el partido político del presidente Enrique Peña Nieto, sabe que en las circunstancias actuales de desgaste e impopularidad, el tricolor enfrenta una situación complicada para conservar la presidencia el próximo año.
En ese contexto es donde surge en el medio político la posibilidad de construir una alianza de facto entre el PRI y el PAN para enfrentar el fenómeno de López Obrador, como ocurrió en el 2006, y evitar, que gane las elecciones del 2018.
En el PAN, el gran ganador de esta alianza sería sin duda su presidente nacional, Ricardo Anaya.
El sector pragmático del PRI sabe que con los panistas -con quienes han venido pactando desde el triunfo de Vicente Fox en el 2000- las negociaciones son posibles, no así con López Obrador, de quien saben que nunca se sentaría a la mesa con ellos, y que incluso podría emprender una cacería.
Ernesto Ruffo Appel, senador panista, y quien se ha apuntado a la carrera por la candidatura presidencial blanquiazul, reconoce que este pacto entre ambas fuerzas políticas es algo que no hay que descartar.
“Está en el escenario, no hay duda que está en el escenario. Al fondo cuando estás viendo que las cosas no se van a dar, entonces empiezas a tirar garfios para todos lados a ver que cae. Ha habido una gran preocupación por esa actitud reivindicatoria que a veces suena como venganza y causa temor”, dice Ruffo en entrevista con Reporte Indigo.
Por su parte, José Luis Luege Tamargo, consejero nacional del PAN, está convencido de que el PAN debe apostar por sí mismo, aunque no descarta que en el proceso se puedan sumar apoyos sin que estos vengan de una alianza formal
“Yo creo que debemos de ir solos y si en el camino hay unidades de otros, bienvenidas, pero el PAN no debe de perder de vista su vocación y su unidad”.
La elección del Estado de México podría significar el primer capítulo de este pacto. Tanto el PRI y el PAN saben que el enemigo a vencer no es la profesora Delfina Gómez, sino el mismo López Obrador, que quiere plantar su avanzada en el enclave priista para pavimentar su camino rumbo al 2018.
30 años de cercanía
Este pacto tras bambalinas, si bien nunca reconocido, no sería nuevo en el marco de una sucesión presidencial.
De una forma u otra, desde 1988, los dos partidos han mantenido una cercanía que le ha servido a unos para tener margen de maniobra en el gobierno y a otros para poder impulsar su agenda en el gobierno en turno. Sobre todo para cubrirse las espaldas.
Tras las crisis postelectoral de 1988, los panistas apoyaron la presidencia de Carlos Salinas de Gortari a cambio de impulsar su agenda política.
En el 2000, Ernesto Zedillo, emanado de las filas del PRI, facilitó la alternancia después de 70 años de gobiernos priistas, y gracias -en parte- a su oficio, la transición no fue lo traumática que se suponía.
Aunque en campaña Vicente Fox se comprometió a erradicar los vestigios de la corrupción priista, lo cierto es que, salvo la intentona de consignar a Luis Echeverría por los hechos de 1968 no se recuerda ninguna cruzada contra gobernadores, exgobernadores u otros funcionarios priistas durante su sexenio.
En el 2006, las heridas del priismo seguían abiertas, y la contienda era un mano a mano entre Felipe Calderón, del PAN, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD.
Ante la débil candidatura del priista Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo, exsecretaria general del PRI operó, junto con algunos gobernadores priistas, a favor del candidato panista.
El PRI tuvo un papel fundamental el 1 de diciembre de 2006 para que Felipe Calderón pudiera tomar protesta en el Congreso de la Unión, y durante el sexenio mantuvieron su apoyo en aras de la gobernabilidad.
En 2012, después de dos sexenios panistas, el PRI regresó al poder de la mano de Enrique Peña Nieto, quien ha procurado mantener puentes con el panismo.
La falta de apoyo desde el gobierno de Felipe Calderón a la candidata presidencial del PAN, Josefina Vázquez Mota, hicieron crecer las sospechas de posibles negociaciones para dejar el paso libre a Peña Nieto y (una vez más) evitar la llegada de López Obrador a Los Pinos.
El blanquiazul favorito del priismo
Desde el PRI miran con agrado una hipotética candidatura panista encabezada por Ricardo Anaya, un joven político que ha venido escalando hasta lo más alto de Acción Nacional y quien anhela la Presidencia de la República.
Es un personaje con el que se podría negociar, de nueva cuenta, una alternancia tersa, sin que haya cambios de gran calado en las estructuras de poder vigentes y sobre todo, que con ello se podría evitar la llegada de López Obrador.
Llegado el momento, Anaya podría ser el beneficiado del pacto inconfesable, como lo fue Calderón en el 2006, que sin el apoyo de un importante sector del priismo no habría llegado a Los Pinos.
Aunque nunca se ha pronunciado en público al respecto, el hecho de que Ricardo Anaya Cortés buscará la candidatura presidencial de Acción Nacional rumbo al 2018 es un secreto a voces.
El queretano ha venido maniobrando desde que llegó a la presidencia panista en agosto de 2015 para controlar los órganos del partido, desde el Consejo Nacional hasta los consejos estatales, y con ello pavimentar el camino de sus aspiraciones.