EL GASOLINAZO DETONO LA IRA SOCIAL
LETRA PÚBLICA
RODOLFO SALAZAR GONZALEZ
Hace unos días leí en un periódico del cono sur una entrevista que le hicieron al Sacerdote Jesuita Alejandro Solalinde, a quien casualmente muy pocos medios electrónicos y escritos en nuestro país le conceden tribuna a este representante de la iglesia Católica, natural del Estado de México, pero que se ha distinguido en su apostolado religioso a defender a los migrantes que transitan por nuestra República rumbo a los Estados Unidos en busca del sueño americano algunos, y otros porque prácticamente les resulta invivible la existencia por los altos índices de violencia e inseguridad que existe en toda la parte sur de nuestro estado, con los países de Guatemala, El Salvador y Honduras.
En más de una ocasión el padre Solalinde ha sido propuesto por activistas de varias regiones latinoamericanas como un prospecto para que sea considerado merecedor del Premio Nobel de la Paz, como un reconocimiento a su invaluable trabajo en favor de todos los migrantes latinoamericanos, por el que este sacerdote Jesuita ha tenido un precio su cabeza por parte de los carteles que se dedican al tráfico humano, que es una actividad criminal muy rentable tanto en el norte como en el sur de nuestro país.
Alejandro Solalinde preciso en la entrevista que el incendio social que se está viviendo en nuestro país no era tan solo consecuencia al rechazo del aumento de la gasolina que los neoliberales de este gobierno pretenden matizar llamando: liberalización de los costos de la gasolina y sus derivados; como son los aceites y el gas licuado, que es fundamental en los hogares de los trabajadores que sobreviven heroicamente con un salario mínimo de 80 pesos diarios, producto del aumento que decretó el gobierno de Peña Nieto, elevándolo tan solo 7 pesos para que el trabajador común y corriente que no recibe apoyos económicos ni vales de gasolina y se desplaza en transporte público le haga frente al desmedido contraste que ocasiona elevar casi el 20 por ciento en algunos combustibles como la gasolina y el gas licuado, que tuvo un incremento hasta de 35 por ciento en algunas zonas del país en los últimos días, y que debemos estar preparados para hacerle frente al aumento en las tarifas eléctricas que según datos duros rebaso el 30 por ciento en un año para consumo industrial y consumo doméstico y de alto consumo.
“La gente está en el límite y muy sensible” dice este defensor de los derechos humanos que tiene una organización de la que es coordinador denominada “Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur” que se dedica a darles apoyo alimenticio y medicamentos a los migrantes que llegan por el sur y en su desplazamiento utilizaban ese vehículo infernal conocido como “La Bestia” el cual era asaltado durante toda su trayectoria por carteles del narcotráfico y del tráfico de personas.
No encuentro un solo factor de unidad que pudiera hacer congruente los propósitos de la sociedad mexicana y la presidencia de Peña Nieto, por la razón sencilla de que hay percepciones muy marcadas en su diferencia sobre lo que está pasando en México. En las calles hay rabia, furia y falta de dinero para comer y para adquirir medicamentos y también por encima de todas estas desgracias ciudadanas, la desesperación por la corrupción y la impunidad generalizada, con la que algunos funcionarios públicos señalados por enriquecimiento ilegal y alguna vinculación con los carteles del narcotráfico, pretenden conseguir el respeto y la legitimidad que de antemano tienen perdida y que no aceptan, queriendo seguir formando parte de la clase política, que como todos sabemos a diferencia de los países del primer mundo, sirve para enriquecerse. Mientras que en los primeros, para acumular fortuna personal está el área de los negocios. En México no. Es más rentable ser un alto funcionario de los tres niveles de gobierno para resolver el problema económico y el futuro de varias generaciones, como prueba está la cauda de exgobernadores ladrones a quien curiosamente el gobierno federal no logra capturar.
Otra factor de desencuentro que localizo entre el gobierno de Peña Nieto y la sociedad mexicana, es que el estado rompió por desgracia y políticamente hablando, el supremo capital que representa el apoyo y la confianza popular. Peña Nieto tiro con mayor facilidad a la basura de la historia, porque su conducta será matizada con los años por los jueces del porvenir el bono democrático que obtuvo cuando ganó la presidencia de México igual que Vicente Fox; ese panista lenguaraz y estólido, que no rebuzna porque sería un pecado. Quedando la sociedad mexicana desamparada y sin dirigente. Cualquier político de pueblo que aspire a la presidencia municipal sabe perfectamente que sin el apoyo de su gente no es posible hacer nada por la comunidad. Enrique Peña Nieto rompió totalmente con el pueblo de México, lo movilizo en contra de sus proyectos que fueron siempre concebidos en una especie de endogamia burocrática, donde tan solo se elogian entre sí como si todos fueran dioses (me imagino un dialogo entre Luis Videgaray y Peña Nieto mientras juegan golf y degustan un exquisito escocés. El uno le dice al otro: “Es sensacional la forma como gobiernas este país, nunca podrán pagarte los mexicanos lo que estás haciendo por ellos”).
El destacado historiador mexicano Lorenzo Meyer escribe con sabiduría que dos de las grandes revoluciones con los que arranco la época contemporánea, la norteamericana en 1776 y la francesa en 1789, tuvieron como causa inmediata el descontento generalizado ante nuevos impuestos, que en ese momento, las coronas de Inglaterra y Francia consideraron impostergables decretar y que fueron rechazadas por los sectores claves de sus sociedades respectivas.
Además de la ira que incendio las calles en algunos estados del país, también fuimos testigos de una rebelión empresarial de la que no hay un testimonio reciente en la historia moderna de México, cuando la Coparmex rechazo la firma por no estar de acuerdo con el Pacto para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar; sumado a este acto de indisciplina a la voluntad presidencial, que antes del año 2000 era considerada sagrada porque el presidente de México era considerado el mayor Tlatoani de nuestra patria; se sumaron también las inconformidades hechas públicas por gobernadores que no estaban de acuerdo con el gasolinazo como el panista Francisco Javier García Cabeza de Vaca y el priista Aristóteles Sandoval, quienes manifestaron su desacuerdo con el gobierno de la República.
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