DE LA COLINA DEL PERRO A LA CASA BLANCA
LETRA PÚBLICA
RODOLFO SALAZAR GONZALEZ
No es la primera vez que los mexicanos escuchamos de sus presidentes solicitarnos el perdón por los excesos en los que incurren, lo han hecho con frecuencia, pienso a veces que lo hacen por estrategia política más que movidos por una crisis interior personal que los conduce a una contrición sincera y surgida de su fuero interno, que sin duda los conduciría a llevar una existencia alejada de los privilegios y los lujos que surgen de las enormes cantidades de recursos financieros que obtienen como contraprestación de las obras públicas que el estado mexicano con los impuestos de sus ciudadanos a través del gobierno debe realizar.
El pueblo de México aún recuerda como en septiembre de 1982 en su informe final de gobierno, José López Portillo, derramando lágrimas que limpió con su mano, en una verdadera actuación -según me lo califico- en ese momento, llenándome de asombro, la señora Antonia Gómez Lemus, esposa del senador Morelos Canseco (quien formó parte del congreso de la unión) que aplaudió a rabiar, la excelente y emotiva actuación de Jolopo realizando un acto supremo de histrionismo que negó en los hechos cuando al concluir su mandato se fue a vivir con su compañera sentimental, en ese entonces, la actriz Sasha Montenegro a una residencia magnifica y faraónica que el pueblo mexicano bautizo para siempre como la Colina del Perro.
López Portillo dijo entre lágrimas: “A los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí un perdón, que he venido arrastrando como responsabilidad personal… (Aquí lloró) excúsenme por favor… Les digo que hice todo lo que pude para organizar a la sociedad y corregir el rezago… Que si por algo tengo tristeza es por no haber acertado a hacerlo mejor… Más no pude hacer”. Y todo el congreso la de unión de pie aplaudió durante varios minutos la espléndida actuación de este magistral actor y político que solamente en mi circulo personal la señora Tata Gómez Lemus puso en duda exclamando: “¡Es un actorazo!”
Sigo pensando que estos mea culpas de los mandatarios mexicanos no son frecuentes, porque son víctimas de un arraigado narcisismo que los hace sentirse por momentos héroes de la patria y que víctimas de la soledad presidencial pierden el sentido común viviendo en una galaxia en donde actúan como si fuera seres superiores a quienes la inmensa mayoría no comprenden el enorme servicio que con su función presidencial realizan en beneficio del pueblo mexicano.
Enrique Peña Nieto no podría faltar a esta regla, que ojalá y no represente en lo futuro de la vida política una conducta repetitiva, para realizar una catarsis y adquirir salud emocional en la impronta presidencial, y con esto pasar por alto todas las irregularidades de orden legal y las causadas por los conflictos de intereses. Que el pueblo de México espera y merece sean penalizadas con la privación de sus bienes y de su libertad, como si fueran simples mortales, igual que la inmensa mayoría que formamos la población en nuestro país.
Es el perdón de Peña Nieto, un mea culpa, que adornó con las manos abiertas al estilo sesentero de Adolfo López Mateos; movido por el tufo de corrupción que se desprendió de la llamada Casa Blanca, una propiedad en la que públicamente apareció su esposa Angélica Rivera (actriz también) declarando que la había adquirido con recursos producto de su trabajo de toda su vida al servicio de Televisa y que tiene un costo de más de 7 millones de dólares, lo cual la hace inadquirible para un funcionario público con sus recursos que el estado mexicano le tiene asignado acorde con el presupuesto de egresos autorizado por el congreso.
Peña Nieto dijo: “Me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje con forme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad les pido perdón”.
El asunto es que la percepción mata la realidad, y eso lo sabe cualquier aprendiz de político o el estudiante más negligente de alguna facultad de ciencias políticas. En política lo que parece es. Y si de pronto alguien presume de bienes muebles o inmuebles, tan pronto se involucra en un cargo importante que modifican su manera de vivir anterior. La gente común y corriente; vamos, como usted y como yo, que trabajamos toda la vida y el dinero no nos alcanza; suponemos que no tan solo hay gato encerrado, sino que estamos enfrente de un verdadero acto de falta de honorabilidad que en estos tiempos en donde todo se ventila en las redes nadie puede creerlo.
El sexenio de Peña Nieto quedará identificado como el sexenio de la Casa Blanca, además de otras cosas lamentables como Ayotzinapa. En la época de Felipe Calderón considero que la violencia que originó con su combate con el narcotráfico, no supera el dolor que le causo a la nación el caso de los 49 niños calcinados en la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, por falta de supervisión de las autoridades del seguro social, estos infantes eran unos seres humanos indefensos y por esa razón, solamente por esa razón, son las únicas personas que deben tener privilegios, protección y cuidado por parte del estado mexicano.
Algo que no podemos ocultar y que debió de haber ocurrido desde mi perspectiva personal es que a la solicitud de perdón del presidente Peña Nieto se hubiera reinstalado en sus fuentes de trabajo al equipo de periodistas investigadores que coordina Carmen Aristegui, que fue la que dio a conocer al mundo y puso en crisis al estado mexicano con el reportaje sobre la Casa Blanca. Tan solo si esto ocurriera, podríamos afirmar que en nuestro país el espíritu democrático de un estado que respeta los derechos humanos, la libertad de expresión y la manifestación de las ideas está naciendo y con eso estamos en la misma tesitura de los países del primer mundo. No sucedió así, tampoco Luís Videgaray regreso la casa de Malinalco a la empresa Higa, e hizo oídos sordos a la conducta sincera del arrepentimiento de Peña Nieto. Por eso predomina en el espíritu del mexicano común y corriente la idea de que estos actos presidenciales son más bien estrategias políticas producto del resultado del pasado 7 de Junio en donde el PRI perdió siete de las doce gubernaturas que se eligieron y no auténticos actos de arrepentimiento.