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Enrique Garza y su lealtad a Cabeza

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Raúl Hernández Moreno

Junio 12

Los números duros de la elección del 5 de junio son 721 mil 049 votos para Francisco Cabeza y 527 mil 617 para Baltazar Hinojosa. La diferencia es de 193 mil 432.

En los distritos 1, 2 y 3, Cabeza obtuvo 93 mil 362 y Baltazar, 64 mil 513. La diferencia es de 28 mil 849.

El PRI conservo su voto duro, el PAN lo acrecentó. Baltazar no fue mal candidato para el PRI, y en cambio Cabeza fue excelente para el PAN.

El gobernador electo recibió su constancia de ganador el fin de semana y en su discurso reiteró que ejercerá un gobierno incluyente y que no se guiará con odios ni rencores, pero no permitirá la impunidad.

Lo acompañaron miles de panistas que viajaron de todos los puntos cardinales.

Uno de los que se apersonó en Victoria fue el reynosense adoptado por Nuevo Laredo, Enrique Garza, uno de los que se la jugó con Cabeza desde hace más de dos años, cuando pocos le apostaban al hoy gobernador.

El caso de Enrique vale comentarse. Hace dos años era priista, pero decidió apoyar a Cabeza convencido no solo de que podía ganar, sino de que además es lo que le conviene a Tamaulipas.

No fue un asunto de fe, ni de artes adivinatorias, sino de convencimiento de que es el mejor proyecto y valía la pena jugársela con él. Lo conoce desde hace varios años, cuando Cabeza era alcalde de Reynosa y Enrique representaba a un grupo de agricultores que gestionaban el arreglo de las brechas.

Enrique no le invirtió dinero al proyecto de Cabeza, porque no lo tiene, pero en cambio se dedicó a promoverlo en las ligas deportivas y ante sus numerosos amigos. Hace dos años, los pocos panistas que seguían de cerca a Cabeza, se preguntaban por qué un priista como Enrique asistía a los eventos de Cabeza, lo saludaba y platicaba amenamente, con confianza. Había panistas convencidos de que era un espía al servicio del PRI, en tanto que algunos priistas lo tildaban de traidor. El siempre dijo que no era panista, que estaba con el amigo.

Varias veces viajó Enrique a visitar a Cabeza de Vaca. Lo visitó en el senado, en la ciudad de México, lo visitó en Reynosa, en victoria. Viajó en autobús, en vehículo particular y más recientemente, en avión privado. A nadie le pidió apoyo para estos viajes, lo hizo con recursos de su propio bolsillo o a invitación de algunos amigos. En campaña, junto con su hermana, la ex regidora priista Griselda Garza, se fue a repartir propaganda de Cabeza en los cruceros y se encontró con que le regateaban las camisetas, las gorras, las lonas, las calcas. Le decían que no había. La realidad es que hubo quienes se quedaron con mucha propaganda, no la repartieron.

A diferencia de muchos otros que se hicieron neocabecistas a partir del 3 de abril, o a partir de la noche del 5 de junio, Enrique Garza sí puede presumir que es cabecista desde hace más de dos años. Lo sabe él y lo sabe Cabeza.

Esperemos que a Enrique Garza no le pase aquello de que unos persiguen la liebre y otros la alcanzan. No se lo merece.

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