Inequidades
Maremágnum
Mario Vargas Suárez
Entiendo por el título de esta columna, a la desigualdad o falta de equidad. La palabra ‘inequidad’ es un término utilizado en Latinoamérica y se asocia a una situación de desigualdad que genera injusticia.
Si nos referimos a la “inequidad social”, estaremos hablando que representa una diferencia entre los grupos o clases que forman una sociedad. Por ejemplo en la desigualdad de oportunidades para acceder a bienes y servicios como vivienda, educación, empleo o salud.
Puede decirse que la inequidad es un sinónimo de discriminación, porque se da un trato diferente a una persona, en función del grupo al que pertenece.
Los especialistas en etnias –estudio de los grupos sociales-, aseguran que en algunas culturas, existen sistemas de castas en los que se diferencia claramente a los individuos en función del grupo al que pertenecen.
La inequidad también ha existido en el género –hombre; mujer- y en este sentido no hay nada nuevo porque hasta en la antigua Grecia las mujeres no existían en materia de derechos, solo los hombres eran quien contaban para la ley.
Desde luego que la cosa ha cambiado sustancialmente y si nos referimos al tema de moda, lo electoral en México, sabemos bien que el marco legal habla de que se acabó la inequidad de género.
Toda esta larga introducción es para referirme a la inequidad con la que han sido tratado el magisterio nacional, cuando lo segregan de una actividad casi universalmente practicada.
Entre los políticos de todo el mundo, incluyendo a nuestro México lindo y querido, es práctica frecuente que hereden a sus hijos, los junior, no solo las relaciones, sino hasta el capital político para ocupar cargos gubernamentales o de representación popular. En Tamaulipas podemos decir de muchos ejemplos.
A nivel nacional, también se pueden citar innumerables modelos y no me refiero a un partido determinado.
Entre el gremio petrolero, se sabe que los trabajadores sindicalizados “tienen derecho” de registrar a un hijo como trabajador eventual o ‘transitorio’. En este mismo gremio, los trabajadores tienen derecho para heredar su plaza a los hijos y en caso de que no tenga el perfil, se busca el nivel donde ‘encaje’ el junior.
Este “derecho a la herencia” laboral está firmado en el Contrato Colectivo de Trabajo del gremio.
Lo mismo sucede en la Comisión Federal de Electricidad y lo adquieren de la extinta Compañía de Luz y Fuerza del Centro; también sucedía con los Ferrocarrileros, Sindicatos Mineros, etc.
Lo extraordinario es que los maestros que antes podían ‘heredar’ la plaza a los hijos, ahora con la Reforma Educativa, aparece el fenómeno de la inequidad y por lo tanto el sectarismo hacia este gran grupo social y profesional de la educación.
Es cierto que el sindicalismo como fuente de poder –y no solo con Elba Esther Gordillo- abusó de esta canonjía, porque al magisterio han ingresado miles y miles de profesionistas que nada tienen que ver con la Pedagogía.
También es cierto que el SNTE y la CNET aprovecharon sus momentos de bonanza para entregar plazas a los estudiantes de las escuelas normales y hasta a los aspirantes a estudiar magisterio.
Sin embargo, las autoridades de educación también lo han permitido y por lo tanto, dice el dicho, “tienen culpa no solo el que mata a la vaca, sino también el que le agarra la pata”.
Para efectos reales, los amigos son los amigos. Y pese a las limitaciones de la Reforma Educativa de Peña Nieto y Emilio Chuayffet (qepd), se sabe que hasta una muchachita de 27 años estudiante derecho y un Cheff, ingresaron con horas docentes al sistema, sin concursar.
Son juniors; tienen papás que pueden. ¿Inequidades?
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