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TLCAN, 20 AÑOS: LAS PROMESAS AL OLVIDO

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TMP.- NACIONAL a 02 de Diciembre 2013.- En noviembre de 1994, el entonces Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, incluyó en su último informe de gobierno la gran promesa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que había entrado en vigor el 1 de enero de ese año. “[El convenio] avanza en sus objetivos: regular con claridad el creciente comercio entre nuestros países, alentar la inversión y la creación de empleo”, expresó.

También dijo, al despedirse del poder, que se terminaría la pobreza, la migración y comenzaría “la gran época” del campo mexicano. Dos décadas después, no hay nada cumplido. El TLCAN, el acuerdo comercial más ambicioso de los signados por México, tiene un éxito evidente en materia comercial, pero queda a deber en crecimiento económico, generación de empleos y prosperidad para el agro mexicano. La falta de crecimiento se opone al incremento de 492 por ciento de las exportaciones hacia Estados Unidos y 556 a Canadá, según datos del Banco de México y un reporte del Congreso de Estados Unidos. Gabriela Siller, directora de Análisis Económico de Banco Base, lo explica de esta forma: “Con la apertura comercial, la gran expectativa era esa, un mayor crecimiento económico para México; sin embargo a la par que se incrementaron las exportaciones de manera significativa, también aumentaron las importaciones.

Es así como, todos los años, desde que entró en vigor el tratado, hubo un déficit en cuenta corriente que no ha sumado en una forma positiva al Producto Interno Bruto”. Mientras, el mercado laboral se ha debilitado tanto que en el último trimestre de 2013 es de 5.2 por ciento, lo que supera en dos puntos porcentuales el indicador de 1992, el año de las negociaciones del tratado. En cuanto a los ingresos fijos, también hay un retroceso: hace dos décadas el salario mínimo era superior al de ahora en 18.5 por ciento, según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.

De acuerdo con Humberto Hernández Hadad, quien fuera cónsul general en Texas en 1993 y testigo de la firma del convenio, la generación de empleo es uno de los objetivos más distorsionados, veinte años después. “En México existe una preocupante tasa de desempleo, lo mismo que en Estados Unidos, lo que ha ocasionado un enfriamiento de la economía que ha repercutido en los socios del TLCAN”, ha dicho en conferencias magistrales.

En cuanto al campo, antes del acuerdo, México importaba 19 por ciento de alimentos y hoy, la dependencia es de 42 por ciento, según datos de José Luis Calva Téllez, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al agro mexicano, las reformas estructurales no le han llegado y este especialista dice en un estudio que “será difícil sacarlo de la negra noche en la que se encuentra”.

Ese panorama se observa en los datos que muestra la misma Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural (Sagarpa): el déficit de la balanza en este sector fue de cuatro mil 792 millones de dólares. Además, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática indica que desaparecieron 391 mil unidades de producción porcícola y 322 mil ganaderas, afectadas por las importaciones y el aumento en los costos de producción.

Siller expone otra deuda del TLCAN. “Se ha incrementado sustancialmente la inversión extranjera de cartera la cual no se ha convertido en maquinaria y equipo; es decir, no ha subido la Inversión Extranjera Directa, de tal forma que no se ha generado un motor interno de crecimiento. Y es eso lo que le falta a la economía mexicana”. A decir de Hernández Hadad, antes del TLC, México era el cuarto país en el mundo en captación de inversión extranjera directa y hoy está en el casillero 20. ¿De qué nos ha servido entonces el TLCAN? Cuando hizo un balance, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry reconoció “prosperidad compartida” en el hemisferio.

Para Roberto Sánchez de la Vara, del Departamento de Estudios Empresariales de la Universidad Iberoamericana, “la ventaja fue que México se posicionó en el contexto internacional y se integró al orden internacional con un papel proactivo”. Los anaqueles en el supermercado muestran también ventajas. Gabriela Siller, especialista del Banco Base, describe que el acceso a los productos de los otros dos países socios es mucho mayor que hace veinte años y “como quiera, este mayor comercio genera bienestar en la población”. Mediante el TLCAN , México, Estados Unidos y Canadá acordaron quitar algunas disposiciones aduaneras como los aranceles en productos cárnicos, bebidas, alimentos procesados, animales vivos, vino, combustibles, frutas y verduras; ropa y textiles, así como maquinaria y aparatos eléctricos.

Muchos de los productos que van a través de las fronteras son producciones entre dos o los tres países en un mercado de 460 millones de personas que en 2012 valía un billón de dólares al año. ¿Qué pasó? ¿Qué se interpuso para que México no encontrara ventajas a cabalidad? Hoy, varios economistas coinciden en que el primer gran obstáculo fue la crisis de 1994, cuando el gobierno devaluó el peso y los mexicanos tuvieron que modificar sus estilos de vida, muy lejos de lo que había prometido el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari.

1994: EL AÑO DE LOS HORRORES

Este día, hace 20 años, México vivió uno de los contrastes más marcados de su Historia. Por un lado, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) le declaró la guerra al gobierno de Carlos Salinas de Gortari y al Estado mexicano; por el otro, entró en vigor el TLCAN, firmado con Estados Unidos y Canadá. Pero, aunque paralelo, el alzamiento influyó poco en las finanzas mexicanas.

A principios de 1994, las reservas extranjeras eran de 25 mil millones de dólares, un nivel poco preocupante para la época; en tanto que para el primer trimestre del año, el flujo de capital a México fue de nueve mil 800 millones de dólares lo que, de acuerdo con el Banco de México, fue una cifra histórica. Entonces ocurrió otro evento que sí tuvo repercusiones. Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República, cayó acribillado en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, en un acto de campaña, el 23 de marzo.

Las reservas extranjeras de México, que eran de 28 mil 300 millones de dólares el día del asesinato, se fueron a 17 mil 300 millones en abril. A diferencia del primer trimestre del año, ya no entraba capital extranjero a México. Y ese patrón continuó en los meses siguientes hasta que la historia desembocó en la fatídica madrugada del 20 de diciembre, la noche en la que se decidió la devaluación del peso.

¿Por qué llegó México a ese terremoto bautizado como “efecto Tequila” y que sacudió al país? Como razones tópicas se asoman en los muchos análisis que hay sobre el “error de diciembre” (llamado así por el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari) las políticas económicas fallidas, la corrupción en el poder público y la falta de transparencia. Acaso todo ello junto tuvo algo que ver con ese episodio. Después de veinte años de la entrada en vigor TLCAN y 19 de la crisis, 1994 es un año que aún es objeto de encendidas discusiones, como si fuera ayer.

EL NEGOCIADOR DEL TLCAN

Jaime Serra Puche fue el personaje más distinguido en las negociaciones del TLCAN entre México, Estados Unidos y Canadá. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, maestro en Economía en El Colegio de México y doctorado por la Universidad de Yale, se convirtió en el serio y efectivo titular de la antigua Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi), entre 1988 y 1994. De 1986 a 1988 había sido subsecretario de Hacienda. En su tiempo como secretario de Comercio, declaró sin reserva que no leía jamás la prensa mexicana, sino The Wall Street Journal y The Financial Times.

Su pinta era de trajes negros de marcas multinacionales en una época en que aún no llegaba la apertura comercial y su habilidad reconocida, la negociación. “Tradicional arrogancia”, decían que mostraba cada vez que estaba en una mesa de negociaciones. Hasta 1994, hasta el salinismo, fue un hombre de hazañas. El TLCAN fue una de ellas. Cuando Ernesto Zedillo llegó a la Presidencia de la República, Serra Puche fue nombrado Secretario de Hacienda. Pero el lunes 19 de diciembre de 1994, con apenas 19 días en el cargo, las cosas cambiaron. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social había convocado a los representantes de los sectores que integraban el Pacto de Bienestar y Estabilidad Económica (Pabec). Él inauguraba un estilo discreto de hablar, alejado del habitual, lineal y parco, al que tenía acostumbrados a los reporteros. Las cosas no estaban bien.

Capitales en dólares, cuantificados en no menos de cuatro mil millones de esa moneda se habían marchado de México en menos de un mes. El ingreso de divisas a través de la Bolsa Mexicana de Valores era una tercera parte de lo recibido el año anterior. El monto de los Tesobonos –títulos denominados en dólares pero pagaderos en moneda nacional- era de 32 mil millones de dólares.

La discusión con los integrantes de aquel pacto fue larga. Ya entrada la madrugada, Jaime Serra Puche, los empresarios y los líderes del sector obrero decidieron aumentar la banda del tipo de cambio hasta 15%; es decir, una devaluación de la moneda mexicana hasta 15% Esta decisión financiera, México la pagó caro. Fue capaz de hacer frente a sus obligaciones por tesobonos sólo gracias al paquete de rescate de más de 50 mil millones de dólares que absorbieron el Tesoro de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y varios bancos centrales que operaban en su mayoría a través del Bank for Internacional Settlements.

Pero la vida, los mexicanos la tuvieron que transformar. Se saltó de repente de la promesa guardada en el TLCAN de un glorioso primer mundo a la peor crisis de la que se hubiera tenido memoria. Miles de empresarios vieron el derrumbe de sus negocios; otro miles de estudiantes, truncadas sus esperanzas y millones de familias, la ruina de su economía doméstica. Jaime Serra Puche, el brillante negociador del TLCAN, renunció diez días después de la noche de la debacle y 29 después de tomar el cargo de secretario de Hacienda. No ha vuelto a ocupar ningún sitio en la administración pública y desde entonces, se ha dedicado a la consejería en comercio internacional.

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