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Falsifican títulos y fungen como maestros

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Aunas cuadras del Zócalo de la Ciudad de México, una zona con amplia vigilancia policial, operan decenas de falsificadores que por 6 mil pesos otorgan «paquetes» con documentos apócrifos que pueden incluir desde título universitario y certificado de estudios hasta credencial de elector
Seis mil pesos son suficientes para que cualquier persona pueda obtener un título, una cédula profesional, un certificado de estudios y hasta credencial de elector, en las inmediaciones de la Plaza de Santo Domingo, a unas cuadras del Zócalo capitalino.

Bajo la identidad de una persona fallecida hace dos años, EL UNIVERSAL realizó un ejercicio para obtener el título de la carrera de Ingeniería en Mecatrónica por el Tecnológico de Monterrey. Pasaron sólo seis horas entre el pago del adelanto y la entrega de los papeles pirata.

El trámite no tuvo mayor complicación, sólo fueron necesarias una copia de la Clave Única de Registro de Población (CURP), una firma en hoja blanca y fotos tamaño título. Estas últimas no las llevaba el reportero durante la entrega, pero eso no representó un obstáculo, pues por 150 pesos los coyotes ofrecen servicio de fotografía personalizada, que incluye retoque digital, vestimenta —traje y corbata— y hasta peinado.

La negociación se llevó a cabo en un McDonald’s ubicado en la calle Monte de Piedad, frente al Zócalo. Ahí el reportero de esta casa editorial se reunió con Juan, el personaje que una semana antes había sido contactado sobre República de Brasil para la compra del título.

Identificar a “charlatanes”

Los coyotes ofrecen servicios de falsificación de documentos sobre la bulliciosa calle República de Brasil, en el centro de la Ciudad de México. Ahí, más de una veintena de personas —en su mayoría hombres— deambulan por la zona preguntando a los transeúntes sobre algún “jale” que quieran tramitar. La presencia de la policía capitalina no ahuyenta a los prestadores del servicio, aunque sí los hace tomar precauciones. La cercanía de un edificio de la SEP tampoco les hace mella.

Los tramitadores observan con atención a los paseantes, algunos tocan el brazo para atraer la atención y unos más se camuflan entre los locales comerciales.

Son fáciles de identificar: traen gorras, jeans y playeras. Cuando son abordados, invitan a los posibles clientes a introducirse a un pasillo donde cotizan el trámite. Muchos prometen que en una hora entregan los documentos, pero “esos son los charlatanes”, dice Juan, un hombre que lleva 15 años trabajando en Santo Domingo.

“Aquí hay mucha gente que sólo quiere estafar a los clientes”, agrega este personaje que trata de inspirar confianza a fin de que el interesado acabe por realizar el trámite con él. Y lanza una amenaza: “Ha pasado que a muchos clientes los golpean, les quitan su dinero y jamás tramitan nada, eso les pasa porque no saben quién es el bueno aquí”.

Los filtros

Antes de llegar con la persona que puede gestionar el trámite, el coyote observa de pies a cabeza al posible cliente, para asegurarse de que no sea un policía vestido de civil.

Luego de varios segundos, realiza una señal con la mano y emite un silbido. Del otro lado de la calle surge de entre los locales de impresión un hombre robusto. Él es el único autorizado para proporcionar una cotización sobre el trámite que se quiere realizar.

Luego de un intercambio de palabras, el hombre de tez morena y playera gris dice: “Sígueme amigo, vamos a platicar en un lugar menos caótico”. Inmediatamente se adelanta, cruza la calle y se introduce por un pasillo que discurre entre locales comerciales.

En automático, el hombre con quien se tuvo el primer contacto vigila la negociación en el interior del patio del inmueble al que llegamos. Pasados unos minutos regresa a la calle en busca de más clientes, mientras su jefe me lanza una pregunta:

—¿Qué vas a necesitar amigo? Te conseguimos lo que quieras.

—¿En cuánto me sale un título? —le pregunto.

—¿Sólo quieres el título o te interesa otro documento? Te puedo ofrecer un paquete completo.

—¿En qué consiste el paquete? —le cuestiono.

Vigila con la mirada la entrada del inmueble y dice: “Te ofrezco el título, cédula profesional y tira de materias en 5 mil 500 pesos; sólo el título te lo dejo en 3 mil pesos, si quieres que te lo hagamos necesitamos una CURP, dos fotografías tamaño diploma y un adelanto para comenzar, anímate, te hacemos un buen trabajo, aquí a nadie se le engaña, aquí llevo más de 15 años, de aquí me sostengo”.

Luego de escuchar la explicación, pido ver uno de los documentos apócrifos que realizan. Quiero cerciorarme de la calidad. Me mira con desconfianza. “Aquí no puedo mostrarte nada, andan muchos policías rondando por la zona, es por nuestra seguridad”.

Relata que se han dado casos de clientes que han sido detenidos por la policía luego de haber tramitado sus papeles; y la propia “poli” los extorsiona con la amenaza de que están incurriendo en un delito.

Conforme avanza la conversación, va perdiendo la desconfianza y acepta mostrar una versión de prueba. Pide que lo espere cinco minutos.

Papeles falsos para trabajar

Del otro lado del patio está Miguel, un hombre de mediana edad que está a la espera de un certificado de bachillerato. Relata que acudió a este lugar a comprar el documento para que su hijo de 19 años, quien no concluyó sus estudios, pueda entrar a trabajar a una fábrica del Estado de México.

Se le ve nervioso y dice que lleva más de media hora aguardando su encargo: “Espero que estos cabrones no me vayan a bailar con mi dinero, me dijeron que los esperara media hora para traerme mi certificado de estudios”, señala el hombre, que se trasladó a la capital desde el municipio de Ojo de Agua.

Narra que uno de sus amigos del trabajo le recomendó venir a Santo Domingo para hacer el “trabajito”, y no fue difícil: “Luego, luego me abordaron para preguntarme qué necesitaba, míreme, aquí estoy, sólo lo quiero para que mi hijo pueda trabajar”.

Aquí en el patio, al fondo de este edificio de República de Brasil, se hacen las negociaciones para cualquier trámite. Es su centro de operaciones, vigilado por jóvenes apostados en locales aledaños.

Juan regresa luego de cinco minutos con la cédula apócrifa. “Mira la profesionalidad, trae todos los logotipos y sellos de la SEP, es idéntica”. Eso sí, antes de sacarla se asegura de que nadie lo haya seguido. En este primer contacto intercambiamos números telefónicos y acordamos que en los siguientes días regresaría a hacer el trámite.

La llamada

Luego de cuatro días sonó el celular. Era Juan, preguntando sobre mi interés por los documentos. Le confirmo que quiero hacer la compra y me sugiere vernos en el McDonald’s del Zócalo.

La cita se realizó al mediodía. Cinco minutos antes llegué al lugar, elegí una mesa y me dispuse a esperarlo. Mientras esto sucedía, varios jóvenes deambulaban en el sitio de comida rápida, entraban y salían del lugar.

Poco después, Juan apareció. Volteaba a todos lados, se le veía nervioso. “¿Traes los papeles que te pedí?”, pregunta.

Asiento con la cabeza y comienzo a cuestionarlo sobre la entrega. “Si juntas todo el dinero, hoy mismo te lo hago”. Incrédulo, le pregunto a qué hora. “A las seis de la tarde, yo te hablo para decirte en dónde será”.

Al ver mi sorpresa, trata de convencerme de que su trabajo es seguro y argumenta que la mayoría de quienes se dedican a la falsificación lo respetan por su “seriedad a la hora de entregar”.

Además, presume que ha hecho trabajos “derechos”, donde los papeles no son copias falsificadas. “El título es original y la cédula profesional la vas a firmar a las oficinas de la SEP. Tramitarlo cuesta 150 mil pesos, lo hacemos a través de varias universidades que se prestan a esto”, cuenta sin dar detalles de las escuelas que presuntamente participan en actos corruptos.

Luego de casi media hora de conversación, le entrego los documentos y un adelanto de mil 500 pesos. Antes de retirarnos toma el celular y hace una llamada para confirmar que tienen la documentación de la carrera en el Tecnológico de Monterrey. Pone el altavoz y contesta una mujer, a quien le confirma los datos que llevarán el título y la cédula.

Antes de despedirnos le pregunto si también falsifica credenciales de elector. “Por supuesto, lo que quieras: IFE, pasaporte, lo que quieras. Te sale en 2 mil pesos, pero te dejo todo el paquete en 6 mil pesos, incluso te pongo la dirección que quieras, sólo dime en qué estado la quieres”.

La entrega

Una hora antes de la cita acordada, Juan llamó al celular para fijar el lugar de la entrega. Sería en la salida de los torniquetes del Metro Allende, dirección Taxqueña.

Poco antes de la seis de la tarde llegué al lugar. Luego de varios minutos me percato de que un hombre de mediana edad, que estaba recargado en uno de los torniquetes, observaba detenidamente a quienes estaban en la zona. Una llamada entra a mi celular, para avisar que iba retrasado.

Al interior del túnel, otro personaje más joven se paseaba de un lado a otro de la estación, sin disimular miraban detenidamente que no hubiera “sospechosos”.

El hombre que se encontraba afuera de los torniquetes tomó el teléfono e hizo una llamada; luego de una breve conversación, Juan apareció, le dio una palmada por la espalda y desapareció del lugar, junto con el otro hombre que estaba al interior de la estación.

Sin decir palabras, Juan abrió la mochila y me mostró el título, la cédula, la tira de calificaciones —con un promedio de nueve— y la credencial de elector.

“Te dije que soy derecho y no me gusta robarle a la gente, a esto me dedico, trabajo para gente que está bien conectada allá arriba”, dice mientras cuenta los 4 mil quinientos pesos restantes.

Bastaron seis horas y 6 mil pesos para convertirme en Ingeniero en Mecatrónica por el Tec de Monterrey. Ingeniero pirata, pero ingeniero al fin.Video. Seis mil pesos son suficientes para que cualquier persona pueda obtener un título, una cédula profesional, un certificado de estudios y hasta credencial de elector, en las inmediaciones de la Plaza Santo Domingo

PRUEBA. En la Plaza de Santo Domingo se puede conseguir un certificado de estudios, credencial de elector o cualquier otro documento oficial, todos falsos. (Foto: MIGUEL ESPINOSA / EL UNIVERSAL )

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Bajo la identidad de una persona fallecida hace dos años, EL UNIVERSAL realizó un ejercicio para obtener el título de la carrera de Ingeniería en Mecatrónica por el Tecnológico de Monterrey. Pasaron sólo seis horas entre el pago del adelanto y la entrega de los papeles pirata.

El trámite no tuvo mayor complicación, sólo fueron necesarias una copia de la Clave Única de Registro de Población (CURP), una firma en hoja blanca y fotos tamaño título. Estas últimas no las llevaba el reportero durante la entrega, pero eso no representó un obstáculo, pues por 150 pesos los coyotes ofrecen servicio de fotografía personalizada, que incluye retoque digital, vestimenta —traje y corbata— y hasta peinado.

La negociación se llevó a cabo en un McDonald’s ubicado en la calle Monte de Piedad, frente al Zócalo. Ahí el reportero de esta casa editorial se reunió con Juan, el personaje que una semana antes había sido contactado sobre República de Brasil para la compra del título.

Identificar a “charlatanes”

Los coyotes ofrecen servicios de falsificación de documentos sobre la bulliciosa calle República de Brasil, en el centro de la Ciudad de México. Ahí, más de una veintena de personas —en su mayoría hombres— deambulan por la zona preguntando a los transeúntes sobre algún “jale” que quieran tramitar. La presencia de la policía capitalina no ahuyenta a los prestadores del servicio, aunque sí los hace tomar precauciones. La cercanía de un edificio de la SEP tampoco les hace mella.

Los tramitadores observan con atención a los paseantes, algunos tocan el brazo para atraer la atención y unos más se camuflan entre los locales comerciales.

Son fáciles de identificar: traen gorras, jeans y playeras. Cuando son abordados, invitan a los posibles clientes a introducirse a un pasillo donde cotizan el trámite. Muchos prometen que en una hora entregan los documentos, pero “esos son los charlatanes”, dice Juan, un hombre que lleva 15 años trabajando en Santo Domingo.

“Aquí hay mucha gente que sólo quiere estafar a los clientes”, agrega este personaje que trata de inspirar confianza a fin de que el interesado acabe por realizar el trámite con él. Y lanza una amenaza: “Ha pasado que a muchos clientes los golpean, les quitan su dinero y jamás tramitan nada, eso les pasa porque no saben quién es el bueno aquí”.

Los filtros

Antes de llegar con la persona que puede gestionar el trámite, el coyote observa de pies a cabeza al posible cliente, para asegurarse de que no sea un policía vestido de civil.

Luego de varios segundos, realiza una señal con la mano y emite un silbido. Del otro lado de la calle surge de entre los locales de impresión un hombre robusto. Él es el único autorizado para proporcionar una cotización sobre el trámite que se quiere realizar.

Luego de un intercambio de palabras, el hombre de tez morena y playera gris dice: “Sígueme amigo, vamos a platicar en un lugar menos caótico”. Inmediatamente se adelanta, cruza la calle y se introduce por un pasillo que discurre entre locales comerciales.

En automático, el hombre con quien se tuvo el primer contacto vigila la negociación en el interior del patio del inmueble al que llegamos. Pasados unos minutos regresa a la calle en busca de más clientes, mientras su jefe me lanza una pregunta:

—¿Qué vas a necesitar amigo? Te conseguimos lo que quieras.

—¿En cuánto me sale un título? —le pregunto.

—¿Sólo quieres el título o te interesa otro documento? Te puedo ofrecer un paquete completo.

—¿En qué consiste el paquete? —le cuestiono.

Vigila con la mirada la entrada del inmueble y dice: “Te ofrezco el título, cédula profesional y tira de materias en 5 mil 500 pesos; sólo el título te lo dejo en 3 mil pesos, si quieres que te lo hagamos necesitamos una CURP, dos fotografías tamaño diploma y un adelanto para comenzar, anímate, te hacemos un buen trabajo, aquí a nadie se le engaña, aquí llevo más de 15 años, de aquí me sostengo”.

Luego de escuchar la explicación, pido ver uno de los documentos apócrifos que realizan. Quiero cerciorarme de la calidad. Me mira con desconfianza. “Aquí no puedo mostrarte nada, andan muchos policías rondando por la zona, es por nuestra seguridad”.

Relata que se han dado casos de clientes que han sido detenidos por la policía luego de haber tramitado sus papeles; y la propia “poli” los extorsiona con la amenaza de que están incurriendo en un delito.

Conforme avanza la conversación, va perdiendo la desconfianza y acepta mostrar una versión de prueba. Pide que lo espere cinco minutos.

Papeles falsos para trabajar

Del otro lado del patio está Miguel, un hombre de mediana edad que está a la espera de un certificado de bachillerato. Relata que acudió a este lugar a comprar el documento para que su hijo de 19 años, quien no concluyó sus estudios, pueda entrar a trabajar a una fábrica del Estado de México.

Se le ve nervioso y dice que lleva más de media hora aguardando su encargo: “Espero que estos cabrones no me vayan a bailar con mi dinero, me dijeron que los esperara media hora para traerme mi certificado de estudios”, señala el hombre, que se trasladó a la capital desde el municipio de Ojo de Agua.

Narra que uno de sus amigos del trabajo le recomendó venir a Santo Domingo para hacer el “trabajito”, y no fue difícil: “Luego, luego me abordaron para preguntarme qué necesitaba, míreme, aquí estoy, sólo lo quiero para que mi hijo pueda trabajar”.

Aquí en el patio, al fondo de este edificio de República de Brasil, se hacen las negociaciones para cualquier trámite. Es su centro de operaciones, vigilado por jóvenes apostados en locales aledaños.

Juan regresa luego de cinco minutos con la cédula apócrifa. “Mira la profesionalidad, trae todos los logotipos y sellos de la SEP, es idéntica”. Eso sí, antes de sacarla se asegura de que nadie lo haya seguido. En este primer contacto intercambiamos números telefónicos y acordamos que en los siguientes días regresaría a hacer el trámite.

La llamada

Luego de cuatro días sonó el celular. Era Juan, preguntando sobre mi interés por los documentos. Le confirmo que quiero hacer la compra y me sugiere vernos en el McDonald’s del Zócalo.

La cita se realizó al mediodía. Cinco minutos antes llegué al lugar, elegí una mesa y me dispuse a esperarlo. Mientras esto sucedía, varios jóvenes deambulaban en el sitio de comida rápida, entraban y salían del lugar.

Poco después, Juan apareció. Volteaba a todos lados, se le veía nervioso. “¿Traes los papeles que te pedí?”, pregunta.

Asiento con la cabeza y comienzo a cuestionarlo sobre la entrega. “Si juntas todo el dinero, hoy mismo te lo hago”. Incrédulo, le pregunto a qué hora. “A las seis de la tarde, yo te hablo para decirte en dónde será”.

Al ver mi sorpresa, trata de convencerme de que su trabajo es seguro y argumenta que la mayoría de quienes se dedican a la falsificación lo respetan por su “seriedad a la hora de entregar”.

Además, presume que ha hecho trabajos “derechos”, donde los papeles no son copias falsificadas. “El título es original y la cédula profesional la vas a firmar a las oficinas de la SEP. Tramitarlo cuesta 150 mil pesos, lo hacemos a través de varias universidades que se prestan a esto”, cuenta sin dar detalles de las escuelas que presuntamente participan en actos corruptos.

Luego de casi media hora de conversación, le entrego los documentos y un adelanto de mil 500 pesos. Antes de retirarnos toma el celular y hace una llamada para confirmar que tienen la documentación de la carrera en el Tecnológico de Monterrey. Pone el altavoz y contesta una mujer, a quien le confirma los datos que llevarán el título y la cédula.

Antes de despedirnos le pregunto si también falsifica credenciales de elector. “Por supuesto, lo que quieras: IFE, pasaporte, lo que quieras. Te sale en 2 mil pesos, pero te dejo todo el paquete en 6 mil pesos, incluso te pongo la dirección que quieras, sólo dime en qué estado la quieres”.

La entrega

Una hora antes de la cita acordada, Juan llamó al celular para fijar el lugar de la entrega. Sería en la salida de los torniquetes del Metro Allende, dirección Taxqueña.

Poco antes de la seis de la tarde llegué al lugar. Luego de varios minutos me percato de que un hombre de mediana edad, que estaba recargado en uno de los torniquetes, observaba detenidamente a quienes estaban en la zona. Una llamada entra a mi celular, para avisar que iba retrasado.

Al interior del túnel, otro personaje más joven se paseaba de un lado a otro de la estación, sin disimular miraban detenidamente que no hubiera “sospechosos”.

El hombre que se encontraba afuera de los torniquetes tomó el teléfono e hizo una llamada; luego de una breve conversación, Juan apareció, le dio una palmada por la espalda y desapareció del lugar, junto con el otro hombre que estaba al interior de la estación.

Sin decir palabras, Juan abrió la mochila y me mostró el título, la cédula, la tira de calificaciones —con un promedio de nueve— y la credencial de elector.

“Te dije que soy derecho y no me gusta robarle a la gente, a esto me dedico, trabajo para gente que está bien conectada allá arriba”, dice mientras cuenta los 4 mil quinientos pesos restantes.

Bastaron seis horas y 6 mil pesos para convertirme en Ingeniero en Mecatrónica por el Tec de Monterrey. Ingeniero pirata, pero ingeniero al fin.

El trámite no tuvo mayor complicación, sólo fueron necesarias una copia de la Clave Única de Registro de Población (CURP), una firma en hoja blanca y fotos tamaño título. Estas últimas no las llevaba el reportero durante la entrega, pero eso no representó un obstáculo, pues por 150 pesos los coyotes ofrecen servicio de fotografía personalizada, que incluye retoque digital, vestimenta —traje y corbata— y hasta peinado.

La negociación se llevó a cabo en un McDonald’s ubicado en la calle Monte de Piedad, frente al Zócalo. Ahí el reportero de esta casa editorial se reunió con Juan, el personaje que una semana antes había sido contactado sobre República de Brasil para la compra del título.

Identificar a “charlatanes”

Los coyotes ofrecen servicios de falsificación de documentos sobre la bulliciosa calle República de Brasil, en el centro de la Ciudad de México. Ahí, más de una veintena de personas —en su mayoría hombres— deambulan por la zona preguntando a los transeúntes sobre algún “jale” que quieran tramitar. La presencia de la policía capitalina no ahuyenta a los prestadores del servicio, aunque sí los hace tomar precauciones. La cercanía de un edificio de la SEP tampoco les hace mella.

Los tramitadores observan con atención a los paseantes, algunos tocan el brazo para atraer la atención y unos más se camuflan entre los locales comerciales.

Son fáciles de identificar: traen gorras, jeans y playeras. Cuando son abordados, invitan a los posibles clientes a introducirse a un pasillo donde cotizan el trámite. Muchos prometen que en una hora entregan los documentos, pero “esos son los charlatanes”, dice Juan, un hombre que lleva 15 años trabajando en Santo Domingo.

“Aquí hay mucha gente que sólo quiere estafar a los clientes”, agrega este personaje que trata de inspirar confianza a fin de que el interesado acabe por realizar el trámite con él. Y lanza una amenaza: “Ha pasado que a muchos clientes los golpean, les quitan su dinero y jamás tramitan nada, eso les pasa porque no saben quién es el bueno aquí”.

Los filtros

Antes de llegar con la persona que puede gestionar el trámite, el coyote observa de pies a cabeza al posible cliente, para asegurarse de que no sea un policía vestido de civil.

Luego de varios segundos, realiza una señal con la mano y emite un silbido. Del otro lado de la calle surge de entre los locales de impresión un hombre robusto. Él es el único autorizado para proporcionar una cotización sobre el trámite que se quiere realizar.

Luego de un intercambio de palabras, el hombre de tez morena y playera gris dice: “Sígueme amigo, vamos a platicar en un lugar menos caótico”. Inmediatamente se adelanta, cruza la calle y se introduce por un pasillo que discurre entre locales comerciales.

En automático, el hombre con quien se tuvo el primer contacto vigila la negociación en el interior del patio del inmueble al que llegamos. Pasados unos minutos regresa a la calle en busca de más clientes, mientras su jefe me lanza una pregunta:

—¿Qué vas a necesitar amigo? Te conseguimos lo que quieras.

—¿En cuánto me sale un título? —le pregunto.

—¿Sólo quieres el título o te interesa otro documento? Te puedo ofrecer un paquete completo.

—¿En qué consiste el paquete? —le cuestiono.

Vigila con la mirada la entrada del inmueble y dice: “Te ofrezco el título, cédula profesional y tira de materias en 5 mil 500 pesos; sólo el título te lo dejo en 3 mil pesos, si quieres que te lo hagamos necesitamos una CURP, dos fotografías tamaño diploma y un adelanto para comenzar, anímate, te hacemos un buen trabajo, aquí a nadie se le engaña, aquí llevo más de 15 años, de aquí me sostengo”.

Luego de escuchar la explicación, pido ver uno de los documentos apócrifos que realizan. Quiero cerciorarme de la calidad. Me mira con desconfianza. “Aquí no puedo mostrarte nada, andan muchos policías rondando por la zona, es por nuestra seguridad”.

Relata que se han dado casos de clientes que han sido detenidos por la policía luego de haber tramitado sus papeles; y la propia “poli” los extorsiona con la amenaza de que están incurriendo en un delito.

Conforme avanza la conversación, va perdiendo la desconfianza y acepta mostrar una versión de prueba. Pide que lo espere cinco minutos.

Papeles falsos para trabajar

Del otro lado del patio está Miguel, un hombre de mediana edad que está a la espera de un certificado de bachillerato. Relata que acudió a este lugar a comprar el documento para que su hijo de 19 años, quien no concluyó sus estudios, pueda entrar a trabajar a una fábrica del Estado de México.

Se le ve nervioso y dice que lleva más de media hora aguardando su encargo: “Espero que estos cabrones no me vayan a bailar con mi dinero, me dijeron que los esperara media hora para traerme mi certificado de estudios”, señala el hombre, que se trasladó a la capital desde el municipio de Ojo de Agua.

Narra que uno de sus amigos del trabajo le recomendó venir a Santo Domingo para hacer el “trabajito”, y no fue difícil: “Luego, luego me abordaron para preguntarme qué necesitaba, míreme, aquí estoy, sólo lo quiero para que mi hijo pueda trabajar”.

Aquí en el patio, al fondo de este edificio de República de Brasil, se hacen las negociaciones para cualquier trámite. Es su centro de operaciones, vigilado por jóvenes apostados en locales aledaños.

Juan regresa luego de cinco minutos con la cédula apócrifa. “Mira la profesionalidad, trae todos los logotipos y sellos de la SEP, es idéntica”. Eso sí, antes de sacarla se asegura de que nadie lo haya seguido. En este primer contacto intercambiamos números telefónicos y acordamos que en los siguientes días regresaría a hacer el trámite.

La llamada

Luego de cuatro días sonó el celular. Era Juan, preguntando sobre mi interés por los documentos. Le confirmo que quiero hacer la compra y me sugiere vernos en el McDonald’s del Zócalo.

La cita se realizó al mediodía. Cinco minutos antes llegué al lugar, elegí una mesa y me dispuse a esperarlo. Mientras esto sucedía, varios jóvenes deambulaban en el sitio de comida rápida, entraban y salían del lugar.

Poco después, Juan apareció. Volteaba a todos lados, se le veía nervioso. “¿Traes los papeles que te pedí?”, pregunta.

Asiento con la cabeza y comienzo a cuestionarlo sobre la entrega. “Si juntas todo el dinero, hoy mismo te lo hago”. Incrédulo, le pregunto a qué hora. “A las seis de la tarde, yo te hablo para decirte en dónde será”.

Al ver mi sorpresa, trata de convencerme de que su trabajo es seguro y argumenta que la mayoría de quienes se dedican a la falsificación lo respetan por su “seriedad a la hora de entregar”.

Además, presume que ha hecho trabajos “derechos”, donde los papeles no son copias falsificadas. “El título es original y la cédula profesional la vas a firmar a las oficinas de la SEP. Tramitarlo cuesta 150 mil pesos, lo hacemos a través de varias universidades que se prestan a esto”, cuenta sin dar detalles de las escuelas que presuntamente participan en actos corruptos.

Luego de casi media hora de conversación, le entrego los documentos y un adelanto de mil 500 pesos. Antes de retirarnos toma el celular y hace una llamada para confirmar que tienen la documentación de la carrera en el Tecnológico de Monterrey. Pone el altavoz y contesta una mujer, a quien le confirma los datos que llevarán el título y la cédula.

Antes de despedirnos le pregunto si también falsifica credenciales de elector. “Por supuesto, lo que quieras: IFE, pasaporte, lo que quieras. Te sale en 2 mil pesos, pero te dejo todo el paquete en 6 mil pesos, incluso te pongo la dirección que quieras, sólo dime en qué estado la quieres”.

La entrega

Una hora antes de la cita acordada, Juan llamó al celular para fijar el lugar de la entrega. Sería en la salida de los torniquetes del Metro Allende, dirección Taxqueña.

Poco antes de la seis de la tarde llegué al lugar. Luego de varios minutos me percato de que un hombre de mediana edad, que estaba recargado en uno de los torniquetes, observaba detenidamente a quienes estaban en la zona. Una llamada entra a mi celular, para avisar que iba retrasado.

Al interior del túnel, otro personaje más joven se paseaba de un lado a otro de la estación, sin disimular miraban detenidamente que no hubiera “sospechosos”.

El hombre que se encontraba afuera de los torniquetes tomó el teléfono e hizo una llamada; luego de una breve conversación, Juan apareció, le dio una palmada por la espalda y desapareció del lugar, junto con el otro hombre que estaba al interior de la estación.

Sin decir palabras, Juan abrió la mochila y me mostró el título, la cédula, la tira de calificaciones —con un promedio de nueve— y la credencial de elector.

“Te dije que soy derecho y no me gusta robarle a la gente, a esto me dedico, trabajo para gente que está bien conectada allá arriba”, dice mientras cuenta los 4 mil quinientos pesos restantes.

Bastaron seis horas y 6 mil pesos para convertirme en Ingeniero en Mecatrónica por el Tec de Monterrey. Ingeniero pirata, pero ingeniero al fin.

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