El arte de la guerra es el arte del engaño
ESCENARIO POLÍTICO
Por Marco Antonio Torres De León
Más allá del deseo de saber que pasa bajo las sábanas donde duerme la celosa Michelle con su marido afroamericano el presidente Barack Obama, y si la tiene grandota o chiquita, gruesa o delgada, nos importa más saber que ocurre en México.
También, más allá del embrujo de una luna casi llena (de casi 6 días de duración) que noche a noche alumbra al mágico y gélido enero, nos interesa saber qué ocurre en el México revolucionado versión 2014.
Ha sido un año que desde que comenzó fue bautizado con balas, cañones y armamento.
Pero sigamos la lista…Si Cameron Díaz triunfara sobre el inicuo modismo brasileño de tasajear y hacer desaparecer el vello público de sus mujeres dejando la encantadora zona amazónica sin vello vaginal, no nos importa.
Todo esto, tras tanta crisis virulenta cual Influenza potosina y tras múltiples movimientos sociales de guerra civil o militar.
Los cobardes no van a la guerra y sin van, van de enfermeros, dice un refrán que oímos desde niños.
Las muertas de Juárez se ruborizarían y tornarían más pálidos sus rostros, frente a lo que ocurre en Michoacán.
Pues miren amables lectores que dura cosa es dejar las milpas, y la cosecha de aguacates para irse a sostener un pesado rifle de alto poder, que sirve nada más para matar cristianos. Y obvio, para defenderse.
Lo de las muertas de Juárez es algo que ya pasó al olvido y no es sino remedo de una tragedia urbana hecha leyenda, y que como dice la canción, fue algo pasado de moda.
Como dijo el cantante: ‘Soy un pasado de moda, por querer ganarte toda desde el alma hasta la piel’.
Hoy por hoy llamaríamos a este cuento real acontecido en el occidente mexicano, ‘Michoacán bajo Fuego’. Lo haríamos en honor a aquél inolvidable filme de 1983 llamado ‘Bajo Fuego’, y que resumió una cruenta guerra ocurrida en la Nicaragua roja del dictador Somoza.
Maquiavelo escribió hace casi 300 años que el arte de la guerra, es el arte del engaño.
Y que bajo su influjo, los pecados se limpian si llegan a triunfar conquistando territorios y naciones.
O cuando menos, así nos llegó la versión a nosotros los modernizados lectores del presente siglo XXI (veintiuno).
Aunque paradójicamente Maquiavelo nunca fue maquiavélico, nunca fue cruel, despiadado, ni inhumano.
Fue más bien, está comprobado, un escritor sabio, bien documentado y sempiternamente bien intencionado. Amén de su perfeccionado estilo, como pocos existen hoy día.
El Príncipe es lectura recomendada de políticos que osan invadir y conquistar territorios; era lectura obligada en la cabecera de las camas de Hugo Chávez, George Bush y Carlos Salinas de Gortari.
Fue la biblia para Fernando Belaunde Terry, aquél presidente peruano que proyectó la desaparición de Lima Perú como ciudad capital de su país, para trasladar los poderes a la selva peruana en una nueva ciudad que habría de llamarse ciudad Constitución.
Pero que por razones de maldita corrupción, jamás vio materializado su sueño.
Hoy la mil veces soñada ciudad Constitución peruana, no es sino un ranchito, una aldea de apenas seiscientos y mil habitantes.
Sueño jamás materializado.
Volviendo a Nicolás Maquiavelo, fueron los políticos de hoy quienes dieron a Maquiavelo la injusta fama que hoy tiene de sagaz, invasor, transgresor y conquistador de pueblos.
Pero mejor cambiemos de tema.
México tiene una proverbial fama de pueblo guerrero.
Es una fama bien ganada a través de lustros y décadas.
Creemos que Pablo Escobar Gaviria hoy volvería a morirse de miedo, si presenciara con sus ojos lo que ocurre aquí. La violencia potencializada a mil.
Aquél colombiano, quien tan acostumbrado estaba a matar seres humanos en Bogotá y Medellín cual plagas de hormigas aniquiladas con Baygon verde, se espantaría por la carencia de buenos modales de los hombres violentos del México actual.
Desde la llegada del viejo continente –hace 550 años- de los invasivos peninsulares, ya padecíamos ataques inhumanos.
Aquéllos ataques se quedaron en la memoria y en resumen, se transmitieron de generación a generación.
Hoy está inyectado en nuestro ADN. Es un esquema innato, es el instinto de autodefensa propiamente dicho, y que es tanto o más que una ordenanza resumida en estas palabras: ‘Matar o morir’.
Es el mismo esquema de autodefensa que practican en Michoacán.
Mato antes de que me maten.
Es cruel el instante histórico que vive México en el 2014, con el caso Michoacán.
Lo habíamos vivido hace unos 24 años con Chiapas y con la sublevación de aquéllos pueblos indígenas, bajo el mando del subcomandante Marcos, quien siendo tamaulipeco (nacido en Tampico) hasta las cachas, nos avergonzó fatalmente creándonos una mentirosa fama de violentos.
Hoy de aquél Subcomandante Marcos de los ochenta nada queda.
Solo es una copia pero sin tinta. Está totalmente entregado al gobierno federal, quien lo becó hasta su muerte, pidiéndole cerrara los ojos frente a casos como Acteal y San Salvador Atenco.
Aquél despertar de conciencias de la década de los 90s, Carlos Salinas lo apagó mediante puras aspirinas.
Es difícil entender las causas de los michoacanos para rebelarse, aun sabiendo los peligros de que hay de morir en medio del fuego cruzado, teniendo como publicidad gratuita autobuses Flecha Amarilla u Ómnibus de México incendiándose, y en medio del escenario de muerte, unas cinco camionetitas Bimbo explotando.
Con los mágicos colores del osito Bimbo refulgiendo en medio del fuego de la guerra.
Más de 1 millón de michoacanos partieron a los Estados Unidos hace más de 20 o 30 años, huyendo de la pobreza. Esto es solo un dato.
Hoy esos michoacanos conforman en estados Unidos una de las colonias más nutridas de mexicanos residentes.
Duro es el estigma de este pueblo libertario, ejemplo para los demás que apareció en el espectro justo cuando se arrancaban las primeras hojas del calendario 2014.
La guerra sobrevino con la luna, y con el nuevo año.
Y parece ser que esa guerra en medio de un país hermoso, continuará.
Bien, por ahora es todo, nos leeremos pronto.