Un diputado truhán anda suelto, Homero
ESCENARIO POLÍTICO
Por Marco Antonio Torres De León
Parece que a ALEJANDRO GUEVARA COBOS se le cayeron las alas, como si de pronto pusiera freno a sus ansias de torero.
La última noticia que supimos de él fue cuando arribó al Mante –hace unos 20 días- un fin de semana y sin pensarlo, invitó a la prensa mantense un ‘desayuno-solo-con-café’, para luego desdecirse, tras caer en la sublime tentación de enjuagarse la boca con tequila, junto a sus invitados VIP.
Fue así como se amaneció, corriéndose por la madrugada una maravillosa guarapeta, una embriaguez marca diablo.
Entre sus invitados VIP destacaba la presencia de policías federales, así como de su corte de colaboradores cercanos; por cierto algunos de ellos muy amables, como Pedro y Jorge Quiroga por ejemplo, la otra cara de la desfachatez de Alejandro.
Es como si el destino travieso juntara a dos santos y un diablo.
Luego muy temprano –cerca de las 7 de la mañana- Alejandro Guevara se iría al cruce de las calles Libertad y Vasconcelos, donde curaría su malestar (cruda) por beber alcohol en demasía, sin restricción ni limitación alguna.
En ese negocito de comida, Alejandro almorzó gorditas haciéndose acompañar de sus más cercanos.
Alrededor de él había unos 15 policías federales cuidándolo desde sus vehículos automotores con el emblema PFP, aunque también almorzando.
Fue obvio que Alejandro llamara la atención, con tanta parafernalia a su alrededor.
Una noche antes pidió a su jefe de prensa Manuel Núñez que llamara a la prensa, expresándoles: ‘Diles que no habrá desayuno esta vez’. Orden que Manuel cumplió.
Lo anterior viene a colación porque –hace tres días- en una mesa de café con ROSALBA DE LA CRUZ REQUENA, diputada federal del VI Distrito cuatro columnistas le preguntamos respecto a su amistad y relación política con Alejandro Guevara.
No fue mucha su sonrisa al oír el nombre del ex diputado federal, quien efectivamente tiene una bien conquistada fama de misógino y buscabullas ofensor.
A su listado individual suma Alejandro casi un centenar de casos donde dejándose llevar por su ira incontenible solía retar a golpes a simples ciudadanos.
Aunque su especialidad eran los políticos, operadores y priistas quienes por obligación lo tenían qué aguantar. Y mientras más importantes fueran, mejor.
Un caso muy conocido fue cuando abofeteó al mantense José Elías Ahuet Reyes, en medio de un cuartel de guerra (estaba en plena campaña electoral) armándose adentro –a plena madrugada- la de Dios es Padre, como dijo Carlos Loret de Mola.
Por su parte, Rosalba de la Cruz Requena, toda una dama en realidad, tímida, reservada aunque educada y respetuosa, no pudo bien disimular una especie de mueca tras oír el nombre de Alejandro.
Muy diplomáticamente le respondió la pregunta del reportero. La diputada federal nunca habló mal de Alejandro Guevara, su antecesor en el congreso, pero sí declaró que lo ha llamado en reiteradas ocasiones sin que éste se digne contestar.
Dijo que ha pedido a Alejandro Guevara la ayude en unos datos que tienen qué ver con la instalación de termómetro o registrador de temperatura ambiente y solicitar así la reducción de las tarifas de energía eléctrica a la CFE.
Empero Alejandro ni por aquí le ha pasado devolver la llamada.
Pero es mejor que pasemos a otro tema., más risueño.
Ayer escribíamos sobre Fortines Tamaulipas, un encantador pueblito a las faldas de la sierra madre oriental, perteneciente a Antiguo Morelos.
Tiene un perfil muy singular este pueblo de unos 3 mil o 4 mil habitantes. Y así como sus habitantes son diferentes, también llegan a ser -casi por genética- bastante ocurrentes, geniales y hasta fantásticos.
Tienen como rivales naturales a los oriundos de su propia cabecera municipal, Antiguo Morelos, según esto porque a los nativos de la cabecera no los motiva nada, sino echarse a la hamaca a dejar pasar el tiempo.
A los morelenses dicen los fortinenses, la vida se les va en soñar, no en trabajar.
Risueñamente los fortinenses tachan de holgazanes, perezosos, atenidos y buenos para nada a los nacidos en su cabecera municipal, localizada a escasos 290 tiros de piedra, que vienen siendo en buen cristiano unos 5 kilómetros aproximadamente.
Empero cuando de pronto un chaval de Fortines se hace novio de una antiguo morelense, es ahí que empiezan los problemas. Toda esta clase de cosas de la vida, detalles, anécdotas en realidad siempre ha sido vista como algo simpático, festivo, causante de hilaridad de parte de los nacidos ahí.
También les encanta el manejo de fábulas y recurren cotidianamente al uso de la exageración, para despertar atención en los demás. Son generosos, diligentes en eso.
Existen varias fábulas o relatos que nos llaman la atención, por curiosos, ocurrentes e hilarantes.
Uno de ellos tiene qué ver con el hombre más flojo del condado (de Antiguo Morelos), a quien nada lo motivaba a trabajar, ni a volverse productivo, sino que arrostraba un crónico gusto por dormir, dormir y dormir.
Bueno, hasta beber una taza de café a aquél hombre le daba flojera.
Hasta que un día el pueblo entero (de Fortines) se levantó enojado pues veían que aquél hombre nada bueno hacía, sino dejar pasar el tiempo.
Los pobladores se amotinaron alrededor de la plaza y todos juntos decidieron ir por él, sacarlo de su casa y colgarlo de una soga en la rama más alta de un árbol. Según esto por que aquél hombre los había hartado.
Mas cuando fueron por él, este dijo: ‘¿Me van a ahorcar? Ok, háganlo, pero no esperen que me vaya caminando. Llévenme cargado, no quiero fatigarme’. Y el pueblo entero aunque furioso, accedió.
Pero al pasar por una casa, una viuda presenció la tétrica caminata de gritos delirantes contra el infortunado hombre, y se atrevió a preguntar: ¿A dónde llevan a ese hombre?
Lo vamos a ahorcar, morirá por flojo, le contestaron los amotinados.
Ella dijo, tengan compasión de él. Es más, déjenlo aquí conmigo, yo pagaré por su vida haciéndolo trabajar; tengo mucho maíz que quiero que él desgrane. Y a ustedes les pido, yo les devolveré con buenos frutos su razonable enojo.
Aquél hombre fue perdonado, pero una vez que el hombre recibió la indicación: ¡Ponte a trabajar! Este tomó una determinante decisión.
‘¿Trabajar yo? Noooo, nunca haré eso; prefiero el ahorcamiento’.
En fin, fábulas y relatos de esta clase son las que los fortinenses crean. Y los crean a diario, lo llevan en la sangre.
Es por ello que quisimos publicar esto.
La tacañería de Homero Resendiz Ramos es proverbial.
Cuentachiles, lo llaman sus acedos críticos, pues conocen de su afanoso cuidado por los pesos y centavos que en mala hora de sus bolsillos se le caen.
Pero lo que rayó en el escándalo, el clímax y la confirmación de su mala fama provino cuando una vez que acabó su campaña política, y una vez que logró ganar las elecciones a diputado local dejó un adeudo de casi 14 mil pesos por concepto de consumo de luz.
Su acreedor la CFE le había enviado mediante un recibo oficial membretado, la invitación a pasar a pagar. Era la suma de 2 meses de consumo de luz.
Para esto, el dueño del local, cuyo nombre nos reservamos, había decidido ser generoso con él y no cobrarle renta del local:
’No te cobraré nada por concepto de renta, solo avócate a pagar agua y luz’, le dijo el dueño cuando este cabizbajo llegó meses atrás pidiéndole el favor.
Pues bien, una vez que Homero Resendiz ganó las elecciones, y una vez que el dueño del local le pasó a cobrar con recibo de luz en mano, el diputado local le contestó seco, indiferente:
’Lo siento pero no tengo dinero para pagar. No sé cómo puedas hacerle, pero me quedé sin dinero. Hazle como puedas’.
Por evitar conflictos, el propietario quien de buena fe le había prestado su local se marchó preocupado diciendo: ‘Ok, no pagues. No hay problema. Tendré qué pagarlo yo’.
Pero hubo un suceso que no pasaba inadvertido para nadie, jugada justa del destino, y que acabó dando un sesgo contra la economía de Homero.
Fue este detalle en realidad el que hizo que Homero Resendiz pagara la deuda a la CFE, no su voluntad.
El recibo de luz no estaba a nombre del dueño del local, sino a nombre de ADOLFO ALPUCHE, su bien amado personero, su cachanchán, su ayudante y eternal asistente.
HOMERO RESENDIZ acabó siendo –en este caso- un truhan con mala suerte, un político sinvergüenza quien se vio obligado a pagar, todo por haber contratado la luz a nombre de su ayudante.
Si no hubiera sido así, el dueño habría tenido qué cargar con el oneroso gasto. Aparte de haberle prestado de buena fe su local.
Bien, por ahora es todo, nos leeremos en breve.