Seguridad

La Sacerdotisa

La ignorancia de unos pobladores de una  comunidad cercana a  la ciudad de Monterrey, fue aprovechado por dos estafadores que se hicieron pasar por profetas.

Era 1963, en la población de Yerbabuena vivían unas 50 personas y a ese lugar llegaron dos ladrones sin fama que dijeron que los dioses Incas, del Perú, los podían favorecer.

Los hermanos Santos y Cayetano Hernández  eran unos ladronzuelos pero idearon la estafa, aunque también eran ignorantes de las culturas prehispánicas, porque hablan de dioses incas a pobladores norteños de México.

Les dijeron que para recibir los dones tenían que darles dinero, regalos y hasta favores sexuales.

Si no lo hacían, los dioses los castigaran.

La ignorancia de la gente hizo que les entregaran dinero. 

Esto fue aprovechado por los hermanos Hernández para crear una secta religiosa y ganar adeptos.

La gente seguía creyendo en ellos y esto favoreció a los hermanos Hernández para hacer de las mujeres sus esclavas sexuales. 

Organizaban ritos y orgías en las que se usaban drogas.

La secta funcionó por un tiempo, pero los mismo pobladores empezaron a dudar porque los dones prometidos no llegaron.

Entonces los hermanos Hernández fueron a Monterrey a contratar a unas sexoservidoras para que les ayudaran a continuar con la estafa.

Contactaron a Magadalea Solís y a su hermano Eleazar, quienes aceptaron participar en la estafa.

Magdalena se haría pasar por la reencarnación de una diosa Coatlicue. Ahora sí atinaron en una cultura mexicana.

Lo que no sabían los hermanos Hernández era quien la mujer que habían contratado.

Magdalena Solís provenía de un origen muy humilde y de una familia disfuncional.

Desde muy joven comenzó a ejercer la prostitución, que ejercía bajo la protección de su hermano Eleazar.

Al ingresar a la secta de los Hermanos Hernández, Magdalena desarrollo un cambio de personalidad, convirtiéndose en una persona con una marcada perversión sexual

Consumió la sangre de sus víctimas, además de practicar incesto, sadomasoquismo y pedofilia.

Desde que ingresó a la secta, Magdalena tomó el control. Hizo de los hermanos Hernández sus sacerdotes.

Dos adeptos trataron de abondar la secta cansados de los abusos, pero Magdalena no lo permitió y ordenó que fueran asesinados.

Empezaron a organizar rituales de sangre. Magdalena pidió sacrificios humanos y animales.

Los sacrificados siempre eran desertores, quienes eran linchados y drenada su sangre.

La sangre era colocado en un cáliz y bebida por Magdalena y luego pasaba a otros miembros de la secta.

La suerte de la secta cambió en el mes de mayo de 1963, cuando el joven de 14 años Sebastián Guerrero, que era vecino de otro poblado, caminaba sin preocupación por una de las cuevas cercanas a la comunidad de Yerba Buena.

Unos ruidos y luces le llamaron la atención, se acercó a ver, y sin querer fue testigo del crimen un hombre.

Asustado corrió 25 kilómetros hasta otra población en donde sí había policías para denunciar los hechos.

Los policías no le creyeron y pensaron que estaba alcoholizado.

A la mañana siguiente, el policía Luis Martínez decidió llevar a Sebastián a su casa y de paso ver en donde ocurrió los hechos del crimen que había visto el joven.

Esa fue la última vez que vieron con vida al policía Luis Martínez y al joven Sebastián.

Reportados como desaparecidos, ahora sí la Policía tomó el caso en serio y decidió investigar.

No tardó mucho con dar con los culpables.

Santos Hernández fue abatido por los policías, mientras que su hermano Cayetano fue asesinado por un miembro de la secta, quien lo mató para poseer su sangre y protegerse de la policía.

Los cuerpos de Luis Martínez y Sebastián Guerrero fueron localizados descuartizados, junto con los de otros seis cadáveres.

Magdalena y Eleazar Solís fueron condenados a 50 años de prisión, pero solo por los homicidios de Luis y Sebastián, los demás crímenes quedaron impunes.

Otros miembros fueron capturados y condenados a 30 años de prisión, pero algunos fueron acribillados por la policía.

Los crímenes de Magdalena Solís quedaron en la cultura popular del norte de México, pero en Bélgica existe una banda de rock que se llama Magdalena Solís.

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