Política

MORENA ;Lucha fratricida Tamaulipas Por:Mauricio Fernández Díaz

Ciudad Madero.- En privado, funcionarios del PAN aceptan que hasta sus encuestas le dan la ventaja a Morena en la elección de gobernador en 2022. Entonces, la incógnita pendiente es conocer al candidato de la izquierda para eventualmente verlo subir al cargo más alto de los poderes públicos en Tamaulipas.

Pese a los esfuerzos de César Verástegui y Jesús Nader, apoyados por su gente y sus amigos, Acción Nacional ya está buscando la puerta de salida para dejar el gobierno estatal, y se preocupa de hacerlo sin sufrir daños más severos, que de por sí ya enfrenta.

En cambio, una luz dorada y alegre alumbra el camino de Morena a la gubernatura. Y a pesar de esto, se respira un ambiente de hostilidad, desconfianza y recelo, si no de odio, entre los aspirantes morenistas, como si fueran rivales de diferente partido.

El mito de Caín y Abel, dos seres unidos por lazos de sangre pero separados por sentimientos opuestos, ha caído sobre el Movimiento de Regeneración Nacional en Tamaulipas. Han arreciado los ataques entre ellos, los chismes malintencionados, las acusaciones aviesas, las acciones tramposas. Eso sí: lanzan la piedra y esconden la mano. Sus agresiones no van firmadas; las dejan pasar como algo espontáneo o de origen desconocido. Pero todos sabemos quiénes están detrás y qué propósitos los mueven a ello.

La gente vio con sorpresa un videoclip de Rodolfo González Valderrama que declaraba a Américo Villarreal Anaya “candidato de Cabeza de Vaca”. La publicación, desde luego, no podía atribuirse al doctor González o a su personal de la Secretaría de Bienestar, pero era compartido por sus simpatizantes y amigos.

La respuesta del aludido vino poco después, como era de esperarse. Se publicó una encuesta de intención de voto favorable al doctor Villarreal Anaya, que luego fue replicada por columnistas alineados. En esos indicadores, daban el segundo y el tercer lugar a José Ramón Gómez y Erasmo González, respectivamente. El último lugar, el deshonroso, era para González Valderrama.

La etiqueta de ser “el candidato del gobernador” se la había colocado primero la gente de a Américo a Rodolfo González después de su reunión con García Cabeza de Vaca, el pasado 10 de octubre. Un ejército de opinadores y lambiscones atizaron los señalamientos en contra del coordinador de programas federales, a quien acusaron de traidor, de judas y de corrupto. Hasta soltaron el disparate de que prepararía su candidatura a gobernador… por el PAN.

Pero no son los únicos trenzados en esa lucha. Maki Ortiz, ya aspirante de Morena y desertora del PAN, también pegó en el orgullo del senador Américo Villarreal, a quien calificó de alejado de los ciudadanos y casi un desconocido en varias regiones del estado, a donde nunca ha ido. Por sus miles de seguidores, las palabras contra el legislador circularon por todo Tamaulipas, y motivaron respuestas duras de los simpatizantes del médico.

Si bien Morena barrió con sus rivales en la zona del Pacífico, donde sobresalió la victoria de 56.6 por ciento de los votos en Sinaloa, el partido tuvo tropiezos en entidades donde sus abanderados habían arrancado en primer lugar de las preferencias, pero al final se llevaron la derrota el día de los comicios. Y no fue por un milagro ni por estrategia de sus adversarios: fue por las luchas internas que los dividieron; fue por rencillas mal atendidas y por los intereses encontrados de los aspirantes.

Clara Luz Flores, en Nuevo León, estaba hecha para ganar la elección de gobernador con las siglas de Morena, según los primeros estudios de intención de voto. Pero sus compañeros morenistas sabotearon sus esfuerzos de crecer y afianzarse, atomizaron el voto y debilitaron la estructura. Ella padeció también una campaña mediática dañina que la involucraba en la secta Nxivm, de abusos sexuales. Todo, en conjunto, la bajó de la primera posición, y Morena acabó en tercer lugar.

En San Luis Potosí se escribió una historia parecida. Morena había postulado a la doctora Mónica Rangel, quien venía de la Secretaría de Salud del Estado. Gozaba de buena imagen y poseía una trayectoria respetable en el servicio público. Era el mejor perfil de todos los inscritos en la campaña a la gubernatura. Pero una vez más las tribus de Morena protestaron por la designación, armaron camorra y se movieron hasta en tribunales para quitarle la nominación. Esto derivó en un descenso de simpatizantes, en menor apoyo y en una estructura insuficiente. Y sucedió finalmente lo que estos grupos deseaban: la doctora Rangel cayó al tercer lugar el día de los comicios, y Morena desperdició la oportunidad.

En Tamaulipas hay tiempo para dirimir las diferencias entre precandidatos y sacar una candidatura fuerte, masiva y ganadora. Para ello se requiere un liderazgo muy activo, presente y cercano a los acontecimientos. No puede dejar crecer la bola de nieve de la rivalidad y los intereses creados entre grupos morenistas. Mientras corran los días sin intervenir, más difícil será la reconciliación y la estabilidad de las preferencias electorales, que hoy le favorecen al partido.

El verdadero político sabe que no hay derrotas absolutas en este tipo de contiendas. Pero la ambición de los patrocinadores no entiende razones. Hay que recordarles que el partido tiene dirigencia, tiene mando, y que la designación del candidato en Tamaulipas está en manos de Morena, si no es que en la Ciudad de México.

También a los aspirantes debería quedarles claro.

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